Le ganaron al cáncer y se convirtieron en las “remeras rosas”
Son 10 mujeres de La Plata que sufrieron un tumor de mama. Armaron un grupo por Facebook y se sumaron a un programa mundial que impulsa el remo en “botes dragón” como parte del tratamiento para evitar secuelas.Nunca se habían subido a una canoa, ni tampoco agarrado un remo. Pero todas tenían algo en común: sabían bien en qué consistía remar; su escuela no fue el río sino un diagnóstico, un tratamiento y una clínica a la que iban a dar batalla.
Las "remeras rosas" son diez mujeres de La Plata, sobrevivientes de cáncer de mama, que se sumaron al programa internacional "Abreast in a boat", una iniciativa que surgió en Canadá a raíz de un trabajo de investigación del doctor Donald C. McKenzie que demostró que la práctica de remo en botes dragón ayudaba a prevenir las secuelas de la enfermedad.
Lía Del Prado estaba en la mitad del tratamiento cuando un amigo, el deportólogo Federico Torrengo, la contactó con Adriana Bartoli, una argentina que reside en Canadá y forma parte de la organización. "Durante semanas hablé vía Skype con Adriana, ella quería que el grupo se armara en Argentina y me dio toda la información", cuenta Del Prado. "Entonces le llevé la idea a la psicooncóloga de la clínica, Karina Zabaleta, y ella se ofreció a comentarle a cada paciente que estuviera en condiciones de sumarse al proyecto".
Así se armó el grupo, al principio el contacto era sólo virtual. "Nos comunicábamos por Facebook, casi todas estábamos en tratamiento, yo estaba en la mitad, así que casi no salía de casa", explica Ana María Di Marco, otra de las remeras.
Un día, en septiembre de 2013, llegó el encuentro cara a cara. Como si se tratara de una cita a ciegas decidieron que para identificarse llevarían algo rosa, desde ropa hasta globos, y como estaban seguras de que la charla iba a dar para largo, fueron con termo, mate y tortas.
Y sí, fue amor a primera vista... "Siempre digo que sentí que las conocía de toda la vida, con otro desconocido no hubiera actuado así, pero con ellas fue increíble. Desde ese momento nunca más dejamos de vernos", cuenta Yenny Volatti. Todas asienten.
Luego, la solidaridad hizo el resto. El Centro de Educación Física de Berisso, les dio las canoas y los remos, además puso a su disposición un horario fijo para la práctica y una instructora; y el gimnasio Meta, de La Plata, les prestó las instalaciones para que hagan la preparación física en forma gratuita. Claro que las canoas no son iguales al bote dragón, por eso las remeras buscan juntar 120 mil pesos para comprarlo. Es que el estudio de McKenzie se refiere en forma específica a este tipo de embarcación que exige un ejercicio repetitivo que se realiza en forma simultánea, ya que sus dimensiones permiten albergar hasta 20 tripulantes.
"En realidad queremos un bote dragón de la forma que sea, nuevo, usado, podemos recaudar el dinero o también recibir la donación del bote", explica Di Marco.
En su página de Facebook reciben pedidos de muchas mujeres que se quieren sumar al grupo, pero la capacidad limitada de las canoas se los impide. Además, el impacto visual de un bote dragón en el río es importante, por eso no sólo las transportaría a ellas también podría transmitir su mensaje.
"Queremos promover la prevención y un barco de estas características con veinte mujeres vestidas de rosa es más que un cartel", tal como explica Alejandra Ezquerro.
La mitad de las remeras descubrieron que padecían la enfermedad tras realizarse una autoexploración, "los controles médicos y el conocimiento del propio cuerpo son los dos pilares fundamentales", indica Estela Núñez, "en mi caso iba al control ginecológico siempre en septiembre y en agosto noté una dureza en el pecho", agrega.
Del Prado había cumplido cuarenta años cuando le diagnosticaron la enfermedad, pero fue gracias a la autoexploración que llegó al consultorio, "hasta ese entonces por mi edad nunca me habían hecho una mamografía, ni siquiera una ecografía mamaria", señala.
El 98% de los cánceres de mama detectados a tiempo son curables, para Di Marco ese mensaje está claro, ahora hay que difundir otro: el de perderle miedo al control. "Muchas mujeres saben de su importancia, pero no van porque tienen miedo, y lo que hay que transmitir es que te puede pasar, pero que si te sucede tenés muchas probabilidades de salir adelante", cuenta.
"Nosotras queremos ir contra ese tabú que dice que cáncer es igual a muerte, queremos mostrarle al mundo que hay muchísima vida después de haber transitado un cáncer", dice Lía Del Prado.
A su lado, María del Carmen Urtizberea va por más, "hoy vemos la vida de una manera diferente, con más emoción quizás, a nosotras nos pasa que nos juntamos y estamos eufóricas, vivimos todo a flor de piel".
Todas coinciden en señalar que después del cáncer la vida se revela de otra forma, pasa a ser algo diferente a lo que era, algunas, incluso, se animan a decir que ahora es mejor, como Vanesa Nouvellir, la más joven del grupo, hoy con 29 años. "Yo aprendí a vivir después de la enfermedad, aprendí a construir la paciencia, a disfrutar de la familia ... cuando el médico me explicó que tenía que hacerme una mastectomía, me quedé helada, pero me acuerdo que me dijo ‘va a estar todo bien, eh', y en ese momento no entendí qué me quería decir, ahora sí porque está todo bien", y su sonrisa trasluce esa paz que aprendió a cultivar cuando recibía quimioterapia sentada en un sillón y la droga que caía de a gotitas relentecía el paso del tiempo.
Vía: Clarín