Las diferencias entre la simulación y la mitomanía

Ernest Dupré fue un psiquiatra francés que en 1905 diagnosticó por primera vez esta patología.

La mitomanía se define como la tendencia patológica a crear episodios de la propia vida, que jamás han existido. Fabulaciones y anécdotas relatadas con detalles exagerados de forma constante, son algunas de las características sobre las que se apoya el mitómano.

El psiquiatra francés Ernest Dupré diagnosticó por primera vez esta patología en 1905, al dar cuenta de cómo algunos de sus pacientes conseguían satisfacción cuando se convertían en el centro de atención al hacer de sus vidas un relato de episodios fantásticos o dramáticos, pero que en realidad nunca habían acontecido.

Una de las claves para determinar la mitomanía es diferenciar entre la mentira y la sucesión en la creación de episodios. Es decir, no es ninguna novedad, que no hay ser humano que no mienta pero, ¿cuál es el límite entre la mentira normal y la patológica?

Una investigación realizada por el Dr. José María Martínez Selva, catedrático de Psicobiología de la Universidad de Murcia y autor del libro "La gran mentira”, afirma que "puede hablarse de mitomanías no patológicas, como las apreciadas en personas que exageran o adornan todo lo que dicen, conscientes de ello y sin poder evitarlo". En cambio en la mitomanía hay "grandes y extensas invenciones, el contenido y la extensión de las mentiras son desproporcionados, las mentiras intentan crear una nueva y falsa identidad en el autor de las mismas que llega, incluso, a creérselas, la mentira es una característica central y persistente en la vida del paciente y la mitología de su vida pasada pasa a suplantar recuerdos verdaderos". Es decir, para el mitómano no hay un límite discernible entre lo sucedido y lo inventado.

Indagando en los orígenes y las causas de la mitomanía, Martínez Selva ha llevado a cabo una investigación en el Instituto Mexicano de Seguro Social y arribaron a la conclusión que la patología está estrictamente relacionada con la baja autoestima y la imposibilidad de comunicación con el otro. En este sentido el mitómano tiene pánico al rechazo social, y por lo tanto busca impresionar y así, que el prójimo lo acepte y lo respete. “Es su forma de llamar la atención -explica el especialista- , a través de la exageración o de la invención de historias o anécdotas. Adoptan una posición que les hace parecer más importantes, afortunadas, ricas o inteligentes porque quieren impresionar y que los demás puedan ver lo que ellos quieren ver, pero no son”.

Pero, ¿cuándo comienza la mitomanía? ¿es inconsciente? ¿se desata ante un hecho traumático? El autor del “El gran engaño” destaca que puede haber varias razones para que una persona se convierta en mitómana. Una de las causas, puede ser que la mentira se convierte en la única forma de llamar la atención o destacarse. Otras veces es un comportamiento habitual que empezó como un recurso para salir de un apuro o conseguir algo y cómo ha funcionado en ese instante, luego se vuelve reiterativo y se convierte en hábito. Si es reiterativo y se constata que funciona ante los demás, se convierte en hábito.

Por su parte, Juan Luis Figuerido Poulain, psiquiatra y autor del artículo 'Engaño, enfermedades autoinflingidas y simulación', publicado en la revista "Salud Mental. Atención Primaria", afirma que la probabilidad de diagnóstico de la enfermedad sucede en mayor frecuencia en pacientes que ya padecen trastornos tales como personalidad antisocial, narcisista, histriónico o border. El especialista aclara que uno de las parámetros para detectar la enfermedad es diferenciar la simulación de la mitomanía. Un mentiroso es completamente consciente de su mentira y aunque el mitómano pueda saber que está mintiendo, el interés que suscitan las historias inventadas en las personas que las escuchan los satisface y refuerza su enfermedad.

Con respecto al tratamiento psicológico, Martínez reconoce que es muy difícil que un mitómano acuda a un especialista en busca de ayuda. “No es fácil descubrir a un mitómano. El tratamiento psicológico requiere siempre la colaboración activa del paciente. Pero esto es difícil, ya que no se consideran enfermos por ser mentirosos o, por las satisfacciones que obtienen, y así, carecen de interés por cambiar“, explica.

Para Figuerido, en estas circunstancias se vuelve fundamental el rol de la familia o el entorno del paciente, y lo recomendable es hacerle entender que las mentiras no son necesarias para ganar la aceptación social.

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