Cómo combatir el miedo a volverse a enamorar
Muchas personas que supieron disfrutar del amor en sus vidas hoy tienen temor de volver a experimentar ese sentimiento; ya sea porque el final fue doloroso o porque no quieren resignar su libertad.El amor saca lo mejor de cada uno. Sin embargo, cuando éste se termina, aquella luz que antes encandilaba se convierte en la más absoluta oscuridad. Y hay muchos que, tras experimentar ambos extremos, prefieren no dejarse hipnotizar más por las lucecitas del amor.
"El miedo a enamorarse aparece en muchas personas de diferentes maneras: en aquellas que tuvieron un fracaso muy doloroso y temen sufrir de nuevo; en las que nunca se enamoraron y sienten que así tienen todo bajo control; en las que temen perder su libertad y no quieren compromisos", enumera la licenciada Patricia Faur, psicóloga especialista en dependencias afectivas y autora de Amores que matan y Estrés conyugal.
Cualquiera sea la causa, el resultado es siempre el mismo: la soledad, que no siempre es bien recibida. De hecho, la mayoría manifiesta sus deseos de encontrar pareja, enamorarse y abandonar la soltería, porque no son conscientes de este miedo que subyace a su imposibilidad de relacionarse con el otro. "Les cuesta darse cuenta de que, en el fondo, es por el terror que tienen a abrirse a una relación y a lo que esto implica: terror a ser descubiertos, a mostrar las vulnerabilidades que pueden llevar a que los lastimen, a que si se enamoran los dejen, miedo al abandono, entre otras cosas", explica la licenciada Florencia Torzillo Álvarez, coordinadora general del Instituto de Psicología Argentino (INEPA).
Miedo al fracaso
"No sé si tengo miedo a enamorarme. En realidad, me enamoro del equivocado", dice María Laura (34), quien asume: "Creo que no me animo a ser feliz". Así, como ella, son muchas las personas que, bajo la excusa de la mala suerte en la elección, esconden el terror del que habla Torzillo Álvarez. "Estas personas buscan relaciones que fracasen, sienten que no hay hombres o mujeres, pero en el fondo son ellos los que no se brindan a generar ninguna relación de pareja. Si consiguen pareja, encuentran siempre algo que no les gusta y la dejan o suelen estar enamorados de aquellas personas que ya están comprometidas en otra relación para ‘garantizarse’, en el fondo, que no se dará nada", suma la especialista de INEPA.
Y esto, según la psicóloga, no sólo sucede con quienes han tenido malas experiencias anteriores, sino con quienes, sin necesidad de haber experimentado una separación dolorosa, tienen miedo al fracaso en el amor. "Son muchas las personas que vienen de historias de poca contención familiar, de desamor, de experiencias infantiles en donde no se sintieron queridos o protegidos. Estas experiencias generalmente llevan, en la adultez, a fracasos afectivos que refuerzan aún más esta situación. Esto se puede dar a cualquier edad y en ambos sexos", dice Torzillo Álvarez.
Entonces, la necesidad de tenerlo todo bajo control -sobre todo, los sentimientos- lleva a estas personas a evitar involucrarse o a hacerlo con quienes saben que no tendrán futuro. Porque, en definitiva, como afirma Faur, es real que enamorarse implica, al menos al principio, un cierto grado de descontrol.
Luz amarilla
El miedo es una señal de alerta que nos protege del peligro. "Cuando una persona es saludable en su manera de vincularse, naturalmente se activa esta alarma cuando ve algo que puede ser perjudicial. Por ejemplo, situaciones de descuido o desplantes, o ambigüedad en alguien que aparece y desaparece. Estas escenas la llevan a tener miedo y ese miedo es una buena señal de que está con una persona inestable que puede hacerlo sufrir", advierte la autora de Estrés conyugal. Y suma: "Hay verdaderos kamikazes del amor que se embarcan en relaciones que, de antemano, se perfilan tortuosas y que muestran todas las señales que el enamorado no quiere ver. En estos casos, el miedo lo hubiera protegido".
Entonces, escuchar estas señales que emite el miedo es lo más importante porque, tal como advierte Faur, más allá de su irracionalidad, pueden ser la advertencia de algo que está pasando con el otro y que no es muy evidente o, por el contrario, sólo revelan la propia fobia y el miedo a la intimidad. "Muchas veces lo que aparece con más frecuencia no es el miedo al amor, sino el miedo al compromiso, a la pérdida de libertad y a la responsabilidad que implica un vínculo. Esto lleva a la soledad por no arriesgar un metro de independencia. La solución no pasa por aislarse, sino por armar modelos de relación adecuados desde la honestidad y la autenticidad. El amor es una construcción lenta y, en la medida que se vaya teniendo confianza, el miedo puede disiparse", agrega la especialista.
¿Cómo darte cuenta de que tenés miedo? Si salís todo el tiempo con diferentes personas, si te aburrís rápido y fácil, si todos tus amores entran en la categoría de "imposibles", si te mostrás fuerte y no asumís tu vulnerabilidad, si cortás una relación cuando está empezando a transitar por el camino de la seriedad o si te sentís incómoda en los momentos de mayor intimidad, entonces tenés altas chances de estar sintiendo miedo. Podés ponerle diferentes nombres, pero es miedo. "Pueden aparecer a cualquier edad y en ambos sexos, sólo que las temáticas cambian: una mujer de 30 y pico puede temer que el hombre no quiera formalizar y tener hijos, y le haga perder el tiempo; un hombre de más de 50 puede tener miedo de iniciar una relación con una mujer más joven y no tener un buen rendimiento sexual; y una mujer que sufrió un abandono puede tener miedo de volver a elegir mal", explica Faur.
Camino al andar
Si tu pregunta es cómo superar ese miedo, la respuesta es: la única manera de dejarlo atrás es atravesándolo. Es normal sentir este temor, lo importante es que no nos paralice y que, por el contrario, nos ayude a tomar impulso para enfrentar nuevas situaciones. "La única manera de que desaparezcan los miedos es transitándolos para que desaparezcan y se transformen en oportunidades para vivir experiencias nuevas", afirma la psicóloga del INEPA. Si no hacemos que desaparezca, corremos el riesgo de desarrollar conductas que, aunque pongamos todo para enamorarnos, son como un repelente para los otros. Así, en lugar de resultarles atractivos a quienes queremos conquistar, les reflejamos una imagen que no los llama ni les flecha el corazón. "Nos alejamos cada vez más de lo que queremos, pero no nos animamos a vivir", concluye Torzillo Álvarez. ¡A reducir las distancias, entonces!