Capitalizando su sabiduría, los abuelos son protagonistas de la educación universitaria

Estudiar es una de las alternativas más fructíferas y reconfortantes, que encontró la tercera edad para la motivación y el estímulo por la vida ya que en esta etapa de sus biografías lo hacen exclusivamente por placer y con la intención de seguir superándose
Es una generación signada por la cultura del trabajo. Hijos de padres tenaces y sacrificados que les inculcaron la importancia del sacrificio como valor supremo. Hoy tienen entre 70 y 80 años y tras una ardua vida laboral, se plantean como continuar en actividad, haciendo lo que más les gusta.
 
Estudiar es una de las alternativas más fructíferas y reconfortantes, que encontró la tercera edad para la motivación y el estímulo por la vida ya que en esta etapa de sus biografías lo hacen exclusivamente por placer y con la intención de seguir superándose. Además, no padecen condicionamientos sociales o económicos a la hora de seleccionar sus carreras, sólo eligen por vocación.
 
Los beneficios son innumerables. Diversas investigaciones a nivel mundial comprobaron que quien sigue estudiando después de los 60 mantiene activa en mayor medida su actividad cerebral, previene enfermedades mentales de la tercera edad y mejora notablemente la calidad de vida después de los 75 años.
 
En este marco, las virtudes de estudiar después de la edad jubilatoria, han sido abrazadas por miles de hombres y mujeres que estudian en distintas universidades de todo el mundo. En este sentido, hoy ningún joven se muestra sorprendido si en su curso académico encuentra a una persona de 70 u 80 años de edad como compañero. La integración entre ellos es plena, activa y productiva.
 
En Argentina, hace más de una década, la Universidad Nacional de Lomas de Zamora creó el Programa Unite (Universidad de la Tercera Edad) que se dedica a estimular el conocimiento en los adultos mayores de 60 años a partir del dictado de 36 cursos gratuitos.
 
Unite realizó una investigación sobre los efectos del aprendizaje en la tercera edad, y las conclusiones fueron más que positivas. Las autoras del estudio Mónica Straschnoy y Adriana Rozanski, realizaron una serie de entrevistas a 150 alumnos universitarios que superan los 60 años y al ser consultados acerca de su principal motivación para comenzar una carrera el 59% aseguró que su principal incentivo fue la inquietud de adquirir conocimientos, el 18% estudia por un deseo de superación y un 10% por el hecho de poder compartir una experiencia.
 
La investigación comprobó además que el efecto positivo del estudio en la vida de los adultos mayores. El 85% de los estudiantes reconoció haber descubierto a partir de la experiencia universitaria, en esta etapa de sus biografías, aptitudes cognitivas y de socialización que hasta el momento no habían notado. Además, el 90% de los entrevistados siente que ir a la universidad les permite “sentirse vivos”, ser más productivos y mejorar la calidad de vida.
 
Diversas investigaciones han comprobado la veracidad de estas conclusiones y no sólo en el país. Por su parte, la Universidad Católica de Chile, realizó un estudio llamado “Componentes de la calidad de vida del adulto mayor y factores asociados", que determinó la importancia radical de la educación en los adultos mayores. El estudio determinó que la educación influye en la percepción de autoeficacia, es decir, en la capacidad de los adultos mayores de tener control sobre lo que les ocurre. Por tanto, la persona educada adopta un rol activo frente a su proceso de envejecimiento.
 
Mejora la salud, estimula la capacidad intelectual y motiva a la persona a tener una visión positiva de su vida para encarar el futuro. Estudiar, es una de las mejores decisiones que un ser humano puede tomar en cualquier etapa de vida, pero en la tercera edad los beneficios parecen ser aún mayores.

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Por Eugenia Plano