Yaguareté: avanza en Iberá un plan para reintroducir al felino
Tobuna, una hembra de jaguar, espera a su pareja en los humedalesSAN ALONSO, Corrientes.- Tras dos años de paciente espera, finalmente un ejemplar hembra de yaguareté volvió sobre sus pasos ancestrales a habitar los pastizales y bañados correntinos. Es el primer eslabón del proyecto más ambicioso en el continente de reintroducción de fauna extinta, también con la esperanza de restaurar de manera integral una de las áreas naturales de mayor biodiversidad del país.
Un yaguareté -o tigre-, monumento natural argentino, el máximo predador de América, ruge ahora en la reserva provincial de Iberá, el mismo ecosistema de donde hace 60 años fue desplazado por el avance de la frontera agrícola, la caza furtiva y el conflicto del hombre con su hacienda.
Su reconquista del territorio, en el que ya fueron recuperadas con éxito otras especies amenazadas como el oso hormiguero gigante, el venado de las pampas y el pecarí de collar, constituye, según expertos, una garantía de integridad ambiental para un área proyectada como futuro parque nacional.
El arribo de Tobuna, la hembra de jaguar, de 14 años, a la isla de San Alonso, en el humedal, fue una fiesta de alto impacto emotivo.
El ejemplar, cedido por el zoo de Batán, ya se aloja en el Centro Experimental de Cría de Yaguareté (CECY) en la isla de San Alonso. Los correntinos ven en ese primer ejemplar a la especie bandera de saneamiento ambiental para que "Corrientes vuelva a ser Corrientes". Así reza su nuevo credo ecologista, impulsado por el gobierno de Ricardo Colombi (UCR), en favor de la reintroducción de todas las especies extinguidas. El concepto que los anima es el de "restauración ambiental y producción de naturaleza" adoptado como modelo de desarrollo sustentable.
Un amplio sondeo arrojó que el 90% de la población correntina apoya el regreso del jaguar. La cifra quedó graficada días atrás cuando cientos de niños y sus maestros con sus rostros pintados como jaguares salieron a las calles con carteles de bienvenida en la localidad de San Miguel para recibir a Tobuna. Hubo euforia contenida y hasta lágrimas ante el lento paso de la felina hacia su nueva morada de montes y pastizales. Allí, en siete recintos monumentales de alta ingeniería, que ocupan unas 50 hectáreas, esperará el arribo de otros dos machos y una hembra para avanzar con el plan reproductivo. La ONG Conservation Land Trust (CLT) es la impulsora del proyecto, que cuenta con el aval del Instituto de Biología Subtropical del Conicet. Sin embargo, el plan recibió cuestionamientos por parte de la Red Yaguareté (RY), que criticó la ausencia de estudios genéticos previos para establecer con exactitud la procedencia genética de Tobuna. Su presidente, Nicolás Lodeiro, quien relevó a las tres poblaciones silvestres de menos de 250 ejemplares, presentes en el país, dijo a LA NACION: "Por los patrones de sus manchas estamos frente a una subespecie más propia de Perú que de Iberá. Es poco riguroso en lo científico iniciar semejante plan reintroductorio con una cuarta subespecie propia de otras latitudes".
"Iberá continúa necesitando a su predador tope. Su ausencia genera un aumento de los herbívoros y de los depredadores medianos que degradan la flora y fauna silvestre, y atentan contra la biodiversidad", explicó la bióloga Sofía Heinonen, presidenta de CLT. "El siguiente paso -dijo-, antes de fin de año, será el arribo de un macho, posiblemente desde un zoo de Montevideo, ya que a pesar de que existen 34 jaguares en cautiverio en el país son pocos los zoológicos dispuestos a cederlos a proyectos de conservación.
El biólogo valenciano Ignacio Jiménez, coordinador del programa de Fauna Amenazada, ahondó en el porqué de la negativa: "El zoo de Florencio Varela, por ejemplo, nos exigió US$ 20.000 por ejemplar, pero en CLT no alentamos el comercio de fauna. Creemos que, al menos la primera camada de jaguares, debería ser de genética argentina".
Según los conservacionistas, el país vive una paradoja. "En momentos en que zoos argentinos intentan convertirse en centros de conservación y no de exhibición de colecciones, cuando se les acerca esa posibilidad, la rechazan o exigen dinero", se quejó Jiménez, quien avanza en la reconstrucción integral de la cadena trófica a partir de la próxima reintroducción del guacamayo colorado, el tapir y el muitú, todas especies extinguidas. Si antes imperaban los temores por la ferocidad del jaguar, el ejemplo en el funcionamiento del mayor humedal del mundo, el Pantanal brasileño, en el Mato Grosso, terminó de convencer a los correntinos. "El turismo por avistaje de jaguares allí ha sido la punta de lanza para la reconversión económica de todo ese humedal, que en poco tiempo pasó de ser un pequeño centro de pesca a un pujante centro de ecoturismo", dijo Jiménez. "Las personas son presencias neutras para el animal. Su dieta son carpinchos, yacarés, venados y otros herbívoros", agregó.
Karina Sporring es la etóloga danesa, responsable del CECI, el complejo de siete titánicos recintos, de 150 toneladas de acero y caños, diseñados por el ingeniero Pedro Friedrich sobre los pastizales. El último corral, de presuelta, ocupa 30 hectáreas de montes, lagunas y pastizales. Y allí, con presencia de abundante fauna, se espera que los yaguaretés ensayen sus técnicas de caza antes de ser liberados.
Tobuna ha probado ser una excelente madre: tuvo ya cinco camadas con un total de ocho crías, pero su fertilidad se acerca al límite y alcanza como máximo los 18 años y una vida total de 25. El tiempo apremia para ella mientras se espera un macho. Sporring intenta ser, ante sus ojos, una presencia neutra. "Ellos son indiferentes hacia las personas. No existen casos conocidos de domesticación frente al ser humano, como en los tigres de bengala", dice Sporring. Con mirada gélida, pero tranquila, Tobuna mide cada movimiento de su cuidadora. Su arribo al humedal fue todo sigilo, temerosa quizás ante el acecho de un nuevo traslado.
Pero con pastizales de más de un metro de alto, árboles para rasguñar, una pileta donde nadar, y variedades de alturas para la vigilia, puede ahora otear el horizonte. Un horizonte de montes, sabana y agua dulce, que es la esperanza para que los yaguaretés vuelvan a rugir en Corrientes.