Saber decir NO

Marcar el límite no debe asociarse con ser descortés, sino más bien con la honestidad de aquello que somos capaces, podemos o queremos hacer.

En ese instante que deberías haber dicho no, simplemente afirmas sabiéndo que luego no cumplirás con el cometido. La promesa incumplida luego trae como consecuencia enojos, desconfianzas en la palabra y distintas reacciones que con el tiempo pueden generar dudas sobre la legitimidad de los dichos y acciones de una persona. Resultados que surgen simplemente, por no saber decir que no.

Aprender a poner límites, no es una tarea fácil.

En muchas ocasiones, por no defraudar al otro, por comodidad o por el miedo a la respuesta del otro, decimos sí cuando queremos decir no. En este sentido, nuestro sí se devalúa cada vez más. El sentido de la responsabilidad y el valor de la palabra será poco confiable.

En terapeuta Mauro Guerrero explica algunas de las causas más frecuentes de esta actitud: "La necesidad de no quedar mal con nadie es alguna de las razones por las cuales muchas personas prefieren decir que sí a todo lo que se les pide y no ponen límites. A esto se lo conoce como pasividad y sucede cuando los derechos del otro son más importantes que los propios. Tenemos que aprender a decir no cuando no se quiere realizar algo, pero lo esencial es hacerlo y no sentirse culpable posteriormente, es decir, tenemos que hacer valer nuestros derechos sin lastimar al otro".

El poder decir "no", se asocia con la capacidad de asertividad, que delimita un punto medio entre los derechos del individuo y los del otro.

La imposibilidad de decir no y la supuesta voluntad de estar disponible constantemente, ata al individuo a la una dependencia extrema a actividades, tareas y personas que en realidad no desea. Se pierde la autenticidad y se crea una interdependencia con el prójimo con quien no puede poner límites. En este sentido, se puede dañar el sentido de la responsabilidad y de la credibilidad, una vez que quienes dicen sí y luego no cumplen con las expectativas del otro, dejan al descubierto su verdadera posición, que era decir no.

Esto no sólo puede dañar la vida personal, sino también la laboral. La consultora en Recursos Humanos, Raquel Enestrilla, explica que las personas que no saben decir "no", muchas veces son cooptadas y abusadas por el ámbito de trabajo. Toman esta circunstancia como ventaja para conseguir que otros realicen sus actividades.

"Se cae en un círculo vicioso, hay empleados que sólo buscan quién de sus compañeros los ayude y lo peor es que al final de cuentas otros hacen su trabajo y los que quedan bien son quienes no se esforzaron", sostiene la especialista. Además, agrega que este tipo de personalidad dice que sí a todo para agradar y por no enemistarse con sus compañeros. Pero, llega un momento que la verdad sale a la luz. Al decir a todo sí, la saturación los invade y terminan por no cumplir el trabajo propio o el ajeno, poniendo en riesgo su empleo y los intereses de la empresa.

Decir un no a tiempo, lejos de provocar desagrado o poca valoración, genera a largo plazo la capacidad de confianza y credibilidad. No sentir culpa por respetar el propio límite, es quizá el primer paso para poner en orden las prioridades e internalizar que quienes verdaderamente lo aprecian y valoran, no se sentirán molestos por una negativa coherente.

La cordialidad forzada no es más que un espejismo que tarde o temprano caerá por su propio peso. La verdad es la única cualidad que provoca relaciones sinceras y duraderas con nosotros mismos y con el resto.

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