River saltó de cabeza al título internacional que tanto soñó

Venció 2-0 a Nacional y clausuró los 17 años sin una consagración continental; por la vía aérea y con dos defensores (Mercado y Pezzella) desató la fiesta en el Monumental.
River ganó con dos goles que llegaron por la vía aérea. Foto: LA NACION / Fabián Marelli

Este River tan rápido de pies desde que lo dirige Gallardo , se consagró internacionalmente con la cabeza. Un campeón con más de un recurso para resolver partidos y doblegar rivales. Todos los títulos internacionales de River en esta parte del continente se habían sellado en la segunda final con goles de sus delanteros. El de Funes en 1986, los de Crespo en 1996, los de Salas en 1997. Y también el de Alzamendi en la definición de Japón en 1986. Al que conquistó anoche habrá que recordarlo como el de los goles de los defensores en jugadas de córner.

El arquero Armani había frustrado reiteradamente a Teo Gutiérrez , pero no pudo con la potencia para el juego aéreo de Mercado y Pezzella . Un lateral y un zaguero, el mismo del cabezazo del empate contra Boca bajo un diluvio. Dos receptores de esa zurda determinante que tiene Pisculichi para la pelota detenida. Centros con comba, que caen en el lugar justo para ser impactados. Goles que llegaron en un momento en el que River se empezaba a poner nervioso porque en el primer tiempo se le habían escapado varios. Porque Funes Mori, con un error con la pelota en la salida desde atrás, trajo recuerdos funestos, los de la noche en que River no le pudo ganar a Olimpo en el Monumental y resignó buena parte de las aspiraciones en el torneo local.

Iban menos de 10 minutos del segundo tiempo y se percibió un nerviosismo que llevó a Barovero a tener palabras de tranquilidad para varios de sus compañeros. Y lo que no se pudo con la pelota a ras del piso, se consiguió en las alturas. Con los córners desde la izquierda que Pisculichi "colgó" en el área para los cabezazos furibundos de Mercado y Pezzella, incontrolables en los saltos para la defensa de Nacional.

Antes, en el primer tiempo, los arqueros habían decidido que todo fuera 0 a 0. Sobre todo Armani, aunque Barovero también apareció con una tapada espectacular a Cardona que cortó la respiración en el Monumental. No fue una final que se empezara a jugar con ataduras o excesivo estudio. Todo lo contrario: pelota viva, ida y vuelta, mucho despliegue. Las interrupciones sólo obedecían a algunos foules, al ímpetu con que se disputaba la pelota.

Los goles de Mercado y Pezzella

River siguió en plan de recuperar las sensaciones que lo transformaron en el equipo de moda en buena parte del semestre, con mucha dinámica del medio hacia adelante. Trianguló rápido por los costados y buscó la definición por adentro. Lo perjudicó lo poco que estuvo inspirado Teo Gutiérrez, lento y sin el punto de mira ajustado para el último toque. Hay veces en que las ocasiones de gol no sobran en una final, y Teo dispuso nada menos que de ¡seis! en los primeros 45 minutos. Cuando no definió desviado o se atropelló sobre sus pasos, el arquero Armani surgió con la seguridad que no había mostrado en Medellín.

Nacional se vio en apuros en varios momentos, pero no renunció a lo suyo. Cuando Cardona escapaba de la vigilancia de Ponzio y Ruiz le daba dolores de cabeza a Mercado, Nacional se arrimaba con buenas posibilidades. Pezzella y Funes Mori no defendían con comodidad. Incluso debieron apelar a las faltas.

Esta final que parecía más favorable para River, lo terminó siendo definitivamente en apenas cuatro minutos (de los 9 a los 13), los que separaron los cabezazos de Mercado y Pezzella. River acabó con la incertidumbre con una ráfaga aérea. Quedaba media hora, tiempo para empezar a disfrutar una gloria internacional por la que River llevaba 17 años esperando.

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Fuente: www.canchallena.com