Reducí el stress con estos secretos caseros

Para reducir el estrés que conlleva vivir a las corridas, no hay que gastar en tratamientos costosos sino comenzar por lo más básico: hacer de nuestra casa un templo y de los pequeños cambios, una costumbre.
Lo repetimos como un mantra: "no se puede vivir así", "Tengo que parar". Más allá de la situación personal de cada uno, es indudablemente cierto que la vorágine de la vida social muchas veces nos ahoga y nos confunde. Gran parte de ese desconcierto nos lleva a naturalizar hábitos y comportamientos que no nos hacen para nada bien y que son perfectamente evitables. El tiempo que estamos en casa tendríamos que aprovecharlo para frenar el caos mental, hacer lo que nos gusta, mimarnos más. Como ya sabemos, lo esencial es la voluntad de cambiar. En esta nota te acercamos algunas ideas para que tu hogar vuelva a ser tu refugio, un espacio para el descanso, el ocio y la diversión.

Espacio sagrado

Parece obvio, pero no lo es: a nadie le gusta estar en un lugar feo. Tu casa puede estar más o menos desordenada pero tener flores, plantas, un sillón en el que te encante leer, objetos que la alegren. No es cuestión de dinero sino de ganas, y está comprobada la enorme influencia de los colores, aromas y formas sobre los sentidos. Deshacete de lo que no te gusta (si está en buen estado podés regalarlo o reciclarlo), mové los muebles de lugar, inspirate para decorar y no postergues arreglos, ni aun los más pequeños.

No invadir la intimidad

Una de las actitudes más nocivas es llevarse los problemas a casa; si en la cena repasamos todas las complicaciones de la jornada laboral, las vivimos dos veces. Dediquemos los momentos compartidos a escuchar al otro y a "sentirnos" realmente juntos. Si estamos solas, no corramos al teléfono a contar cuán difícil nos resultó el día. Apagá el celular cuando llegues o al menos cuando decidas empezar a relajarte. Hacé lo mismo con la computadora. No es sólo cuestión de cortar con las obligaciones sino también de frenar el estímulo lumínico de los monitores y las pantallas, ya que alarga nuestro estado de vigilia y por ende, retrasa el sueño.

Calmar a las fieras

Salvo que pasen el final de la serie que seguís o esa película que tanto esperaste, intentá ver menos televisión (¡sobre todo noticieros!) y escuchar más música. Además de tus artistas favoritos, podés disfrutar de música del mundo, sonidos de la naturaleza, mantras, etc. Es la manera más sencilla de "mover" la energía y todo se puede bajar de internet.

Tiempo al tiempo

Si ya estás en casa, ¡pará de correr! No intentes cocinar mientras separás la ropa por colores, vigilás que los chicos hagan los deberes y hablás por teléfono. Es más, esa hiperactividad redunda en ineficacia: la comida se quema, la bombacha rosa se cuela entre las remeras oscuras… Aprendé a priorizar las tareas, ¡y a disfrutarlas! "La vida es eso que pasa mientras estás haciendo otros planes", dijo Jhon Lennon. Mejor, sentate con los chicos, preguntales cómo les fue, repasen juntos lo que tienen que hacer y si realmente la cena no puede esperar, invitalos a la cocina y acompañalos mientras, con todo tu amor, te encargás de la comida.

Paso a paso

El cuerpo y la mente no funcionan de manera automática; para aflojar tensiones y dormir bien hay que "bajar" de a poco. Sacate el make up y vestite con ropas sueltas y suaves mientras escuchás una música tranquila. No te sientes a comer apurada ni mucho menos comas mientras hacés otra cosa. Date tu tiempo para saborear, no ingieras alimentos pesados y sobre todo, no te acuestes enseguida después de haber comido (tiene que haber transcurrido al menos una hora y media).

Sólo para vos

Pueden ser dos horas, una, un ratito. Dedicá al menos una parte del día a hacer algo que te gratifique. Leer, jugar con los chicos, hacer el amor, dibujar, mirar una película... Vos sabés mejor que nadie qué cosas te dan mucho placer y deberías ser tan responsable con eso como con tus otras ocupaciones.

Parte del aire

Los ejercicios de respiración son ideales para relajarte. Hay muchos, pero podés empezar por el siguiente. En silencio o con música muy suave acostate sobre una colchoneta (si tenés piso de madera puede bastar una manta) y cerrá los ojos. Soltá el peso de tu cuerpo sobre el piso. Dejá que la respiración se vuelva cada vez más profunda y lenta.

Detectá las zonas de tu cuerpo que están tensas e intentá relajarlas. Poco a poco, visualizá cómo el aire circula a través de tu cuerpo, abriendo las zonas "cerradas" o atrofiadas. Sentí cómo entra por tu nariz, se desparrama por la frente, sigue hasta la coronilla, se derrama por toda la cabeza, baja por la columna y se expande por los brazos, abdomen, piernas y pies hasta sentir que se escapa, como un hilo invisible, por las plantas.

Quedate disfrutando de ese estado. Cuando lo necesites, levantate del piso por un costado. Si te cuesta mucho concentrarte, podés empezar haciendo un sonido profundo con la voz y la boca cerrada e ir tornándolo cada vez más grave, como si quisieras empujar la voz hacia los pies. Apoyá tu mano en la parte del cuerpo donde sentís que resuena tu voz (por ejemplo, el pecho) y luego tratá de llevarla cada vez más abajo.

Purificación por las aguas

Una buena ducha o baño de inmersión pueden obrar milagros en el ánimo y en las contracturas. Hay aceites y sales que te ayudan a descontracturarte y muchas recetas caseras para mejorar, por ejemplo, la piel (como colocar una bolsita con salvado de avena en el agua). Podés prender unas velas o bajar mucho la iluminación si estás segura de que no vas a dormirte… Y si estás en pareja ¡compartí la experiencia !

La almohada sagrada

El cuarto es el lugar de descanso por excelencia. Expulsá de la cama la notebook, el celular y la televisión. Decoralo como más te guste pero sin recargar. Podés colocar bolsitas de lavanda debajo de las almohadas y aromatizar con humidificadores y hierbas (lavanda, romero) o bien sahumerios al aceite, que debés apagar antes de meterte en la cama. Al sueño también hay que ayudarlo: conviene que al menos una hora antes de dormir ya estés vestida para acostarte y con la mente en calma.

Y a la hora de arrancar…

Hay que evitar "levantarse con el pie izquierdo". Por empezar, ¡no saltes de la cama! Dejá que el día entre de a poco en tu conciencia (los ruidos, la luz, los pensamientos) y desperezate como hacen los gatos para poner a circular la energía. Agregá una media hora más a tu rutina de preparativos para evitar "salir corriendo". Es importantísimo hacer un buen desayuno equilibrado y es el momento del día ideal para meditar, hacer yoga o seguir una rutina física.

Nada de nada

A las palabras hay que darles el valor que tienen. Si decidimos "no hacer nada" ¡no hagamos nada! Ocupar el fin de semana ordenando placares o corriendo atrás de las ofertas puede ser útil, pero nada ocioso. Reservá al menos un día para desconectar de cualquier tipo de obligación y compromiso.

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Por Eugenia Tavano | Fuente: www.revistasusana.com