Maestros ocultos
Probablemente todos hayamos vivido la experiencia de encontrarnos durante nuestra trayectoria vital con personas con las que nos resulta difícil colaborar en el trabajo o en la convivencia.En algunas ocasiones, somos capaces de detectar fácilmente qué características del otro nos perturban. Otras veces, sin embargo, sentimos animadversión contra alguien sin comprender muy bien qué es aquello que nos cuesta tanto tolerar. Muy a menudo, principalmente cuando las circunstancias no nos permiten alejarnos con facilidad de dicha persona, acabamos experimentando sentimientos desagradables que pueden llegar a perturbar de forma importante nuestro bienestar. El hecho de que no todos “choquemos” con las mismas personas, puede dar pie a una interesante reflexión. Haciendo un análisis en profundidad nos daremos cuenta de que a menudo, cuando hay algo en el otro que nos molesta especialmente, este “algo” tiene más que ver con nosotros mismos de lo que nos solemos llegar a imaginar.
Puede tratarse, por ejemplo, de un rasgo de personalidad que en realidad envidiemos en algún grado o, por el contrario, de algún aspecto de nosotros mismos que no nos guste y estemos intentando negar o alejar. Esta visión, que encaja con la idea de que somos entes activos en nuestro proceso perceptivo, puede ayudarnos a transformar la simple animadversión hacia el otro en una oportunidad de aprendizaje y crecimiento personal. Esta idea se sintetiza a la perfección en la máxima budista “ama a tu enemigo”. Esta corta frase puede ser fácilmente mal interpretada.
No se trata en absoluto de intentar disfrazar o negar las sensaciones que nuestra relación con el otro nos genera intentando tapar la rabia, el odio o la repugnancia con un falso compañerismo y amabilidad. Lejos de esto, la propuesta pasa por tomar consciencia plena de la existencia de estos sentimientos e intentar analizar cuál es la influencia de nosotros mismos en su gestación.
A menudo hacemos el ejercicio de encontrarle sentido a la adversidad a posteriori, una vez la situación difícil forma parte de nuestro pasado, con pensamientos como: “la relación con mi antiguo jefe fue realmente tormentosa, pero me sirvió para darme cuenta de...”. Para disminuir este tormento, un interesante objetivo sería el intentar adelantar este proceso, estando atentos a las posibles lecciones que nos encontramos mientras nos relacionamos con la persona y no solo después de hacerlo.
A aquellos que pensamos, o más bien creemos, que tras el aparente azar hay miles de razones por descubrir, nos puede ser de ayuda el hacernos la siguiente pregunta: ¿Qué debo tener que aprender yo en este momento de mi existencia para que esta persona haya sido puesta en mi camino? O lo que es lo mismo:
¿Qué aprendizaje puedo obtener de esta relación que de entrada me parece tan desagradable?
La respuesta, personal e intrasferible, puede sin duda ayudarnos a ver al otro no como un simple rival, sino como un ser que, aunque nos puede resultar desagradable, nos proporciona una valiosa oportunidad de seguir conociéndonos a nosotros mismos, ya sea para reafirmar nuestros valores como para introducir cambios en los mismos.
Esta nueva visión, nos proporcinará sin duda la humildad necesaria para concebirnos, a nosotros mismos y a los demás, como seres que transitan el camino de la vida de la mejor manera que saben, errando a menudo, acertando a menudo, siempre creciendo.