Las mascotas al diván: cómo se ocupan los científicos de la mente animal
Es casi tan compleja como la humana y cada vez se aprende más sobre su vulnerabilidad. La revista Time encaró una investigación sobre la problemática que hoy preocupa a veterinarios y dueños. Los psicólogos caninos, en augeMucho se ha estudiado sobre la importancia de la salud mental en los humanos y la necesidad de abordar sus enfermedades. Ahora, gracias a los avances en áreas como la biología, la genética y la neurociencia, se aprende cada vez más sobre las vulnerabilidades de la mente animal. Si bien no es una tarea fácil porque los animales saben lo que sienten pero no pueden comunicarlo, hay técnicas que ayudan a decodificar ese mensaje. Así como la mente de un bebé es desconocida también, sólo basta con observar para saber cuándo está feliz, triste o asustado. Llegó la hora de hacerlo con las mascotas.
Los animales en la naturaleza viven las vidas que se supone que tienen que vivir. En cambio, los que son forzados a interactuar con humanos viven vidas muy diferentes, por ejemplo en zoológicos, parques acuáticos o de diversión. Aquellos que están encerrados en granjas, establos o laboratorios o incluso los más mimados de la casa, pasan mucho tiempo adentro cuando en realidad, cada parte de su ADN les indica que tienen que estar afuera. Así es entonces como enloquecen, señala el informe de la revista Time.
Un claro ejemplo de ello son los pollos de las granjas industriales que se picotean entre sí hasta la muerte, o Tilikum, la orca macho de SeaWorld que fue la "culpable" de tres muertes humanas. También está el oso polar Gus, la famosa atracción del zoológico de Central Park en Nueva York que tuvo signos de depresión y nerviosismo y estuvo en tratamiento hasta su muerte. Estos son sólo algunos de los más famosos desórdenes mentales en animales.
Sin embargo, las mascotas que son parte de la familia son los que más preocupan a los humanos: perros, gatos y aves, cada uno con su patología. Los loros encerrados en jaulas se arrancan sus propias plumas, los perros agredidos se atemorizan con el contacto humano, algunos gatos y perros se involucran en lo que parece un comportamiento obsesivo-compulsivo lamiéndose una y otra vez una parte de su cuerpo hasta que se infecta. Es así que con todos estos signos, los veterinarios se están dando cuenta de que los cerebros de los animales funcionan en muchas aspectos de la misma manera que los cerebros humanos, lo que significa que pueden dañarse también de la misma forma.
Según señala Bonnie Beaver, directora ejecutiva del American College of Veterinary Behaviorists, quince años atrás, cualquiera que deseara llevar una mascota a un psicólogo de animales tenía muy fácil acceso. "Hoy tienen una lista de espera de dos meses y medio en adelante".
Siguiendo las señales
Para detectarlas, los especialistas sugieren apoyarse en la observación, que es un método imperfecto. Pero la biología es la biología y opera en un número fijo de formas. "Un perro es en gran medida el mismo grupo de productos químicos que somos nosotros", dice Marc Bekoff, profesor emérito de ecología y biología evolutiva en la Universidad de Colorado en Boulder. "Todos los mamíferos comparten las mismas estructuras del sistema límbico para las emociones", explica.
Es incluso más profundo que eso. Nick Dodman, director del departamento de comportamiento animal de la Universidad de Tufts en North Grafton, Massachusetts, publica un artículo en el que comunica que encontró un gen en perros de raza Doberman que está asociado a una forma específica del trastorno obsesivo-compulsivo (TOC) que implica que un animal se obsesione con cuidar compulsivamente un objeto, por ejemplo una manta o una parte de su cuerpo.
Para Dodman, se asemeja a la condición humana conocida como Pica, que implica una necesidad compulsiva de comer cosas no comestibles. Este trastorno, a su vez, se vincula con el acaparamiento, otra expresión frecuente del TOC. Cuando Dodman puso a sus Dobermans afectados por este trastorno dentro de un generador de imágenes de resonancia magnética, notó niveles anormales de actividad en la ínsula anterior derecha, casualmente el mismo lugar del cerebro donde todas esas mismas conductas se manifiestan en el humano.
Al igual que con las personas, los antidepresivos pueden reducir los síntomas, elevando los niveles de serotonina. Pero no todos los animales son buenos candidatos para los medicamentos. De acuerdo con Bonnie Beaver, sólo una minoría de los animales son beneficiados por el consumo de fármacos, "pero es mejor que ninguno".
De todas formas, hay límites en la comparación entre los pacientes humanos y los animales. Beaver menciona un estudio de 2006 en el que los científicos querían investigar el llamado "aseo psicógeno", manifestado por ejemplo en gatos que se lamían constantemente. Estos científicos reunieron un grupo de 21 gatos sintomáticos, pero antes de proceder con el estudio, los animales tuvieron que someterse a pruebas dermatológicas para descartar problemas sencillos como una simple erupción cutánea. Finalmente, 19 de 21 gatos tenían un problema dermatológico.
Este tipo de interpretación errónea puede sucederles también a los dueños de las mascotas. Un perro puede presentar signos de tristeza, por lo que los humanos determinan que debe estar triste. Pero según Beaver, el animal puede tener un dolor de cabeza u otras dolencias que lo hagan manifestarse así.
Cómo tratarlo
Para los animales domésticos, particularmente los que viven en departamentos, una estrategia efectiva puede incorporar más estimulación con juguetes o simplemente más tiempo en la naturaleza. Cuando una familia acudió a Nick Dodman con un Border Collie con síntomas de ansiedad, él recomendó inscribir al perro en una clase de pastoreo, que es lo que estaría haciendo si viviera en la naturaleza, en una granja.
Otros formas de terapia pueden llevar más tiempo; por ejemplo, los perros que vuelven de zonas de guerra muestran signos de estrés postraumático, nerviosismo, ansiedad, falta de sueño, pérdida de apetito, etc. Y es natural, una explosión es una explosión sin importar si se trata de un humano o un canino. Así también influyen el olor de la sangre y un ambiente de miedo y violencia. Hay que lograr que los animales vuelvan a sentirse seguros.
Tilikum, la orca macho de SeaWorld, podría ser el sobreviviente de TEPT (trastorno por estrés postraumático) más notorio del mundo animal, con tres muertes en su haber. En 1991, una entrenadora cayó en su tanque, y junto a otras dos orcas la ahogaron. En 1999, un hombre fue encontrado muerto en la espalda de Tilikum. Nadie sabe cómo murió, pero el incidente no ayudó mucho a la orca. Finalmente en 2010, Tilikum atacó a la entrenadora Dawn Brancheau, arrastrándola hasta matarla.
Pero si Tilikum se volvió 'malo', había una razón. Sólo tenía 2 años cuando su familia fue masacrada y fue capturado. Pasó el siguiente año en un pequeño tanque de cemento en Islandia y ha pasado todos los años siguientes en piscinas más grandes que todavía no se parecen remotamente al océano que era su hogar. Meterse con emociones poderosas en un animal poderoso nunca puede terminar bien.
Lo mismo ocurre con animales pequeños. Los Pit Bulls Terriers que fueron rescatados de las peleas de perros operadas por el jugador de la NFL Michael Vick fueron sometidos a una rehabilitación que consistía principalmente en enseñarles a confiar en personas nuevas. Quizás nunca puedan volver a relacionarse con otros perros, ya que fueron criados para pelear en primer lugar. Para algunos de ellos hasta es imposible una recuperación.
El período ideal de socialización para un perro es a las 4 u 8 semanas de vida. Llenar ese período de miedo y dolor puede dejar marcas emocionales irreversibles.
Cómo reconocer síntomas:
El diagnóstico de las enfermedades psicológicas en los animales es una ciencia imprecisa, pero estas son algunas pistas para detectarlas:
- Vaga sin rumbo
- Mira fijamente al espacio o las paredes
- Parece perdido o confundido en la casa o el patio
- Tiene dificultad para encontrar puertas; se sitúa en el lado de la bisagra de la puerta; se confunde de puerta para salir
- No reconoce a personas del entorno familiar
- No responde a las señales o nombres verbales
- Solicita atención con menos frecuencia
- Es menos entusiasta con los saludos
- Duerme más
- Tiene accidentes en el interior aun estando domesticado
- Se atasca o se confunde en las esquinas de la casa o debajo y detrás de los muebles
- Parece olvidar por qué sale al aire libre
Incluso algunos de estos nada más son motivo de preocupación. Cinco o más por lo general significa un problema grave. Sin embargo, la edad de un perro determina si el tratamiento vale o no la pena.