La empatía, un bien necesario
“Las tres cuartas partes de las miserias y malos entendidos en el mundo terminarían si las personas se pusieran en los zapatos de sus adversarios y entendieran su punto de vista”. (Mahatma Gandhi)La cotidianeidad nos muestra de manera constante que la “empatía” es una habilidad que muy pocas personas practican en el día a día.
Los expertos en relaciones humanas o sociales, han calificado a esta época como la era del narcisismo. Salir del yo, es una rareza. Sólo entendemos a otro cuándo le ha ocurrido una situación idéntica, similar o cercana a una experiencia propia.
De lo contrario, pueden suceder dos variables. Su interlocutor no lo escucha o lo juzga. Salir de la palabra y la experiencia propia para comprender el sentido de la problemática ajena, es una cualidad que muy pocos llevan a cabo.
La capacidad de ponerse en el lugar del otro, recibe el nombre de “empatía”, y se define como “la habilidad que posee un individuo de inferir los pensamientos y sentimientos de otros“.
No solamente, implica entender sino también tener la sabiduría de leer emocionalmente a las personas, comprenderlas.
Más allá de estar de acuerdo o no con las decisiones, quién ejerce la empatía se preocupa y ocupa de evaluar cómo una persona actúa o piensa de tal o cual manera. Se pone en sus zapatos, y así anda su camino. Intenta dar cuenta de cómo las palabras y los hechos pueden ser distintos al de uno mismo, en la perspectiva de otro.
El tiempo suele ser sabio para quien no fue empático en su momento ¿Cuántas veces nos encontramos juzgando conductas ajenas y luego la vida nos ha puesto en ese mismo lugar? Y así, cuándo las circunstancias nos atraviesan, decimos “cuanta razón tenía, hoy sí lo puedo entender”.
No hay actitud más fácil, que juzgar cuándo no estamos de acuerdo. La palabra va más rápido que la razón y así, nos perdemos la experiencia de saber, conocer y comprender a nuestros pares. La empatía no sólo es un beneficio para las relaciones humanas cercanas, es una oportunidad para entender a personas que parecen, en apariencia, antagónicas al sí mismo. Pero, para ejercer esta capacidad primero debemos dejar de mirarnos el ombligo y por sobre todas las cosas, escuchar; un verbo que en los últimos tiempos se ejerce a duras penas.
Las relaciones humanas, como mínimo se construyen de a dos. Un ser social, cualidad primordial para ser un individuo que vive en sociedad, puede jerarquizar su condición siendo alguien capaz de abandonar su deseo egoísta por la capacidad de interpretar y ayudar a otro que lo necesita.
La empatía no requiere ni largos discursos, interpretaciones intrincadas o consejos exactos. A veces, una sonrisa o una abrazo valen más que mil palabras, y devuelven ese entendimiento que se necesita.