La capacidad transformadora de enseñar y aprender
Elegir a la educación como inversión es una decisión que impacta directamente en la sociedad que pretendemos construir.La educación requiere múltiples perspectivas, ya sea desde el lado del docente y su rol en el aula, como el del alumno y su gesta a futuro. Ambos se prepararon y se preparan para desempeñar una función clave en nuestra sociedad, en pos de la transmisión de todos nuestros saberes a las siguientes generaciones, una especie de emisarios históricos de nuestra cultura. Esta labor es extremadamente compleja y disciplinada. Requiere de trabajo metódico, de creatividad, imaginación y de una sensibilidad única.
El proceso de enseñanza es un entramado complejo de capacidades, interés, aptitudes y, sobre todo, sentido. Es por esto que primero tenemos que abordar qué significa aprender. Ya sabemos que no se trata solo de conocer, de saber cosas de memoria, eso lo hace una computadora mucho mejor que nosotros. Se trata de adquirir herramientas para comprender, y esto no es otra cosa que transformar.
Durante el proceso de acceso a la lectoescritura, por ejemplo, no se nos obliga a memorizar todos los textos que pasen delante de nuestros ojos. Se nos brindan las herramientas necesarias para apropiarnos de lo que otros escribieron, forjar un juicio propio y nuestra matriz de aprendizaje. Es un “habitus” en términos de Bourdieu, una compleja estructura, estructurada y estructurante, que se va a construyendo a lo largo de las trayectorias de aprendizaje. Es una estructura, porque es una forma de ordenar nuestros pensamientos y reflexiones, es estructurada porque se modifica a medida que “incorporamos” nuevos conocimientos, y es estructurante porque modifica lo que conocemos inmediatamente que lo incorporamos. No es posible conocer un fenómeno per se, lo que hacemos es interpretarlo, ponerle nombre, etiquetas que luego relacionamos y juegan un papel en nuestras reflexiones. Aprender es preguntarse.
En esta interacción es sabido que no podemos conocer sin transformar, y sobre todo sin transformarnos a nosotros mismos, formando una especie de espiral del conocimiento. Esto no es solo aplicable a las ciencias sociales, se sabe desde el desarrollo de la mecánica cuántica, que no puede conocerse todos los aspectos de la naturaleza sin provocar cambios en ella. Hoy sabemos que observar y transformar son dos caras de una misma moneda. Nuestra pregunta sobre un fenómeno transforma la realidad misma, la condiciona.
Hoy el maestro y la maestra, no sólo nos brindan las herramientas para hacernos las preguntas necesarias, muchas veces se hacen cargo del contexto en el cual nos preguntamos, de las condiciones materiales básicas que permiten que podamos hacernos los interrogantes. La función social que están adquiriendo nos obliga a reconocer aún más la relevancia del aporte de este grupo de personas, que se ha preparado durante años para abrirnos las puertas al conocimiento científico, al desarrollo de habilidades y creatividades. Cuestiones claves que, sin ellas, las sociedades no logran más que estancarse.
Además, el conocimiento es hoy un activo central para cualquier país del mundo. Lo cual convierte a esta función social, que es esencial en el corto plazo, en altamente rentable a mediano y largo plazo. Involucra y provee de musculatura a todas las áreas de la economía. La capacitación profesional y laboral hoy son aspectos neurálgicos de cualquier empresa.
Si coincidimos en la centralidad social que adquiere la educación, nos debemos una introspección sobre quienes la ejercen: ¿está debidamente reconocida la función de la enseñanza? El ámbito en el que ejercemos socialmente la educación, ¿es el mejor? A quienes desarrollan la labor, ¿les brindamos las mejores condiciones?
Elegir a la educación como inversión es una decisión que impacta directamente en la sociedad que pretendemos construir. Nos permite decidir nuestro propio rumbo, tomar las riendas de nuestro destino social, nos iguala en nuestras posibilidades y, por si fuera poco, es una inversión sustentable y altamente rentable. Elegir la educación como inversión, es educar, es elegir la sociedad del conocimiento por sobre la sociedad del consumo, es socializar las herramientas de desarrollo, es construir una sociedad más igual y más libre. Es enseñar y aprender, ambas con la misma capacidad de transformar.