Homero Manzi, puño y letra de la cruz del sur
Una de las particularidades de su escritura, a diferencia de otros autores de tango, es que nunca usó el lunfardo, argot por excelencia de Buenos Aires“Hay hombres que transitan fieles a su destino y hay destinos que se cumplen siendo fieles al hombre”. La frase pertenece al poeta del tango, a aquel obrero de la palabra, que supo hacer de Buenos Aires una ciudad con sonido a tango. Homero Manzi es una huella digital de una ciudad que a través de sus letras se reconoce y se afirma.
Sus creaciones se convirtieron en canción, pero nunca renunció a su condición de poeta. Una de las particularidades de su escritura, a diferencia de otros autores de tango, es que nunca usó el lunfardo, argot por excelencia de Buenos Aires. Su estilo narrativo estuvo signado por las metáforas e incursionó en el estilo surrealista.
Su pluma no era para pocos buenos entendidos. Su intención era que sus letras fueran entendidas por el hombre común. Sí había algo para decir, todos debían comprenderlo. Lejos del snobismo intelectual, Manzi quería ser el poeta de la gente y lo logró con la enorme habilidad para escribir los versos más sublimes sin perder su carácter popular.
Los escenarios de sus grandes poesías fueron los barrios suburbanos, sitios dónde podía reconocerse. Boedo y Pompeya fueron los lugares de su infancia y adolescencia. Experiencia que resultó en “Sur” uno de los mayores íconos de la historia del tango y una radiografía perfecta del Buenos Aires sobre finales de la década del ´40.
Homero Nicolás Manzione, su verdadero nombre, nació el 1 de noviembre de 1907 en Añatuya, una pequeña localidad en la provincia de Santiago del Estero, Argentina. Su padre trabajaba como hacendado rural y en 1914 decidió mudarse a Buenos Aires con la familia para probar suerte.
Pompeya fue el escenario de la infancia de Manzi quien luego contó que cada construcción de aquel paisaje fue decisivo para comenzar a escribir poesía. Los largos paredones que recorría en su camino a la escuela y el terraplén del ferrocarril, fueron las imágenes que inspiraron Sur y Barrio de Tango. Para Manzi las postales de la ciudad eran sus musas.
La primera composición del autor fue un vals llamado “¿Por qué no me besas?”, en 1921 con música de Francisco Caso, quien tiempo más tarde vincularía a Manzi con Aníbal Troilo. Esta dupla signaría la historia del tango. La admiración mutua era permanente, y tal así fue que ante la prematura muerte del autor, abatido por el cáncer el 3 de mayor de 1951, Troilo en su abatimiento compuso “Responso”, un conmovedor tango instrumental.
Además, de haber sido uno de los mayores poetas de la Argentina, Homero Manzi fue decisivo en la reivindicación y jerarquización de la milonga porteña. Su voluntad de colocar al género en el centro de la escena fue logrado a través de su magnífica pluma: Milonga sentimental, Milonga del 900 y Milonga Triste, fueron aquellas piezas inolvidables que el mundo abrazó.
Pero no sólo de barrios y milongas escribió el poeta. El amor fue su principal motivación para la escritura y dejó algunas de las poesías más bellas que conoce la canción. “Fuimos la esperanza que no llega, que no alcanza que no puede vislumbrar su tarde mansa. Fuimos el viajero que no implora, que no reza, que no llora, que se echó a morir”, verso de “Fuimos” tema que hoy es tomado como paradigma de un tango elaborado y estéticamente ambicioso.
También fue el autor que supo cantarle al bandoneón como ninguno. “Tu canto es el amor que no se dio, y el cielo que soñamos una vez”, le escribía al instrumento que le da identidad al tango en “Che, bandoneón”.
En su extensa y preciada producción hay inolvidables como “Malena”, “Fueye”, “El último organito”, “Después”, “Romance de Barrio”, “Discepolín”, “Tu pálida voz” y “Romántica”.
Homero Manzi encontraba la magia en lo pequeño y lo convertía en sublime. Su hijo, Acho Manzi, quizá dio la mejor definición de su obra: “Los escritos de Homero Manzi tuvieron mejor destino que el de Malena, pues aunque los tiempos corran fatigados, y aunque algunos sigamos inmersos en las preocupaciones habituales de un mundo tan mezquino como siempre, sus obras jamás serán criaturas abandonadas”.