Historia de fe: Nicolás, el niño de la recuperación milagrosa

Cuando tenía 11 meses perdió la mitad de su cerebro en un accidente; hoy, a los 13 años, termina la primaria; su caso convertirá en beato al cura Brochero
Por Silvina Premat | LA NACION

Nicolás, en el living de su casa de Córdoba, junto a sus padres, Sandra y Osvaldo. Foto: LA NACION

Miércoles 26 de junio de 2013 | Publicado en edición impresa

CÓRDOBA.- "El milagro de Nicolás no fue algo automático. Cuando le dieron de alta era como un muñeco de trapo. Nos dijeron que no iba a ver, no iba a hablar y tampoco iba a caminar. Sólo respiraba y deglutía. No tenía ninguna expresión. Cuando lloraba, se le caían las lágrimas con los ojitos abiertos como única manifestación de dolor." Así recuerda Sandra Valino de Flores los primeros momentos de la curación de su hijo, que fue reconocida por el Vaticano como un milagro obtenido por intercesión del cura José Gabriel Brochero y en virtud del cual ese sacerdote argentino será proclamado beato en poco más de dos meses en Córdoba, provincia donde nació, vivió y murió.

Cuando tenía 11 meses, en septiembre de 2000, Nicolás perdió gran parte de su masa encefálica -el hemisferio izquierdo del cerebro- a raíz de un golpe en la cabeza en un accidente automovilístico. Para sorpresa de todos, el bebe sobrevivió a tres paros cardíacos y, con el tiempo, aprendió a hablar, pudo caminar, ver y expresar sus emociones. Nicolás tiene hoy 13 años y un coeficiente intelectual de entre 50 y 60, cursó y aprobó sexto grado en una escuela común con la ayuda de una maestra integradora, y el próximo año podría iniciar el secundario. El 14 de septiembre asistirá junto con sus padres a la misa de beatificación del cura Brochero, en calidad de "milagrado", como denomina la Iglesia al beneficiario de la intercesión divina.

En 1973, al exhumarse los restos del sacerdote cordobés, 59 años después de su muerte, se halló intacta su masa encefálica, la que hoy se conserva en una urna en la iglesia la localidad cordobesa en la que vivió y a la que se le dio su nombre: Villa Cura Brochero. Si bien la Iglesia no considera la incorrupción como signo de santidad, se interpreta que la coincidencia con el caso de Nicolás -la virtual recuperación de su masa encefálica- porta un mensaje para la actualidad. "Brochero era muy capaz y aplicó toda su capacidad intelectual a la integración social, a la solución de los problemas de la gente, como los caminos, el agua y otras obras que lo describen como un modelo de sacerdote y de ciudadano", dice el padre Jorge Frigerio, titular del Centro de Estudios Brocherianos.

En la Villa Cura Brochero, sus cerca de siete mil habitantes se preparan para recibir a una multitud en septiembre, para la misa de beatificación que celebrará el enviado del Papa, el cardenal Angelo Amato, titular de la congregación pontificia para la causa de los santos. Cuando ocurrió el accidente Nicolás había comenzado a dar pasitos y decía algunas palabras. Al recibir el alta la perspectiva era que quedara ciego, mudo y sin poder caminar. Sin embargo, con el tiempo Nicolás comenzó nuevamente a balbucear y luego aprendió a hablar. Como también un día se incorporó y caminó.

"Tres médicos nos dijeron que quedaría ciego, pero seguimos consultando y uno, en Buenos Aires, nos dio alguna esperanza de que pudiera ver al menos con un ojo, porque el otro ya lo había perdido. El día de la operación nos dijo que era muy difícil, que no garantizaba nada y que la cirugía podría durar casi tres horas", recuerda Osvaldo Flores, su padre, a LA NACION, en su casa de la ciudad de Córdoba.

En ese momento, Sandra, que es abogada, rezó repetidamente a Brochero pidiendo que el niño recuperara la visión necesaria como para ser independiente. Apenas veinte minutos después de haber ingresado en el quirófano, el médico salió y dijo a los padres que había ido todo bien y que estaba asombrado porque nunca había realizado una operación tan veloz. Nicolás recuperó la vista de un ojo con un campo visual limitado. Otro de los hechos curiosos de su historia clínica fue, según cuentan sus padres, que el orificio en el cráneo producido por el traumatismo "se cerró solo y no fue necesario ponerle una malla de titanio como se había planificado".

Sandra repite que la recuperación de su hijo fue lenta y fatigosa. "Eso es bien «brocheriano»: hace lo suyo pero pone a trabajar a todos", bromeó monseñor Santiago Olivera, obispo de Cruz del Eje y delegado del Episcopado argentino para la causa de los santos.

"UN MILAGRO"

Un día en el que Sandra estaba muy angustiada fue con su esposo a ver al médico que atendía a Nicolás desde el accidente, Vicente Montenegro, y le preguntó si iba según lo esperado. "Sentía una mezcla de sentimientos que conjugaban la alegría y la angustia de no saber qué sería de la vida de mi hijo ni adónde podía llegar", cuenta Sandra. El doctor desconocía si eran creyentes, pero los sorprendió al decirles que, si habían hecho una promesa, tenían que cumplirla porque lo que había pasado con Nicolás era un milagro.

El especialista no sabía que efectivamente Osvaldo había pedido a Brochero por la vida de su hijo en el mismo instante en el que le hacía respiración boca a boca, un instante después del accidente, y que más tarde había prometido caminar los 50 kilómetros de caminos y senderos entre las sierras que separan el paraje más alto de esa zona, El Cóndor, y la localidad que lleva el nombre de Brochero. Osvaldo y Sandra son devotos del sacerdote casi por tradición de ambas familias. De hecho, sin tener domicilio en Villa Cura Brochero, la pareja se casó allí y ahí mismo volvieron cuando supieron que estaban esperando un hijo, "para poner el embarazo en manos de Brochero". Luego, también bautizaron allí a Nicolás.

"Es decir que Brochero ya era uno más de nuestra familia", dice Osvaldo, quien volvió a invocar la intercesión del cura serrano durante la primera cirugía de la que, según le habían dicho, si su hijo lograba sobrevivir, quedaría con graves secuelas. "Yo digo que al milagro no sólo se lo recibe sino que hay que trabajarlo día a día", afirma.

El reconocimiento oficial por parte de la Iglesia de la intercesión de Brochero en el caso de Nicolás llegó diez años después de haber comenzado a ser analizado. "En un principio me preguntaba por qué teníamos que vivir esto -dice Sandra-. Ahora pienso que fue para que Brochero pudiera ser una luz de esperanza y fe para los que no creen o para los que necesitan ver para creer.".

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