Hábitos saludables: el camino correcto de la prevención
Un niño sano será, seguramente, un adulto sano y tendrá una vida plena. Por eso, la prevención a temprana edad es la mejor herramienta que tenemos a nuestro alcance para hacerle frente a las enfermedades.La Organización Mundial de la Salud (OMS) recomienda que se adopte un estilo de vida saludable a lo largo de todo el ciclo vital, con el fin de mantenerse sano y paliar la discapacidad y el dolor en la vejez. Los entornos adaptados a las necesidades de las personas mayores, la detección precoz y el tratamiento de enfermedades mejoran el bienestar de los mayores.
La prevención a temprana edad es la única herramienta posible para generar adultos sanos. Los hábitos se adquieren, no nacen con las personas, y es la infancia el mejor momento para adoptarlos. Un hábito es una acción que repetida en forma natural se transforma en un acto cotidiano. Por ejemplo:
- Hábitos higiénicos: bañarse, cepillarse los dientes, peinarse, vestirse en forma adecuada.
- Hábitos alimentarios saludables: comer frutas y verduras, disminuir el consumo de sal, aumentar el consumo de líquidos, reducir el consumo de frituras y grasas saturadas.
- Y otros que hacen a una vida saludable, como la realización de actividad física adecuada y a largo plazo.
Los factores de riesgo
Todos sabemos que los malos hábitos, no solo los alimentarios, producen en el organismo alteraciones que son difíciles de modificar y producen factores de riesgo como hipertensión arterial, obesidad, diabetes tipo 2, dislipemias y trastornos osteoarticulares, que son difíciles de tratar y modificar.
Las enfermedades no trasmisibles (ENT), también conocidas como enfermedades crónicas, no se transmiten de persona a persona y se pueden modificar con un estilo de vida saludable desde la infancia. Son afecciones de larga duración con una progresión lenta. Entre ellas se encuentran:
- Enfermead cardiovascular.
- Diabetes.
- Cáncer.
Estas enfermedades comparten factores de riesgo comunes: el tabaquismo, el sedentarismo, los malos hábitos alimentarios y el abuso del alcohol. Su prevención se inicia a temprana edad: hay que reducir y evitar los factores de riesgo que las producen, modificar estilos de vida y aplicar un abordaje integrado. Recordemos que un niño sano será seguramente un adulto sano y feliz y tendrá una vida plena.
Claves para comer mejor
La obesidad es uno de los factores de riesgo con mayor prevalencia, considerada como la epidemia del siglo XXI, directamente emparentada con la diabetes tipo 2 y la enfermedad cardiovascular. Por eso, combatir la obesidad infantil es el medio más eficaz de prevención.
Es clave adoptar un plan alimentario completo de nutrientes (hidratos, proteínas y grasas con las vitaminas y minerales provenientes de los alimentos), ordenado (cuatro comidas y colaciones, en caso de necesitarlas) y adecuado a cada situación biológica y momento evolutivo (niñez, adolescencia, embarazo, senectud).
Algunos consejos:
- Volver a los alimentos naturales, incorporando hierbas aromáticas en reemplazo de la sal.
- Utilizar aceites crudos de oliva, maíz, soja o cártamo, dejando de lado las frituras y salteados.
- Consumir más semillas (chía, lino, sésamo) tan importantes por sus ácidos grasos.
- Incluir omega III y VI, porque contienen calcio y fibra.
- Consumir frutos secos en cantidades moderadas: nueces, almendras, avellanas y pistachos.
- Incorporar por lo menos dos porciones de frutas y verduras por día.
- Beber dos litros de agua en forma diaria, y más aún si se realiza actividad física.
- Disminuir el consumo de carnes rojas. Aumentar el de pescado, tratando de favorecer el consumo de preparaciones a la plancha, parrilla o asadas.
- Aumentar la actividad física y ser más activo, ya sea caminando o adoptando una rutina a largo plazo.
Actividades en las escuelas
A partir de esta problemática y de la mano de Planearte, conjuntamente con Galeno en una alianza estratégica, se llevan a cabo acciones en colegios de la Ciudad de Buenos Aires y Gran Buenos Aires, como parte del compromiso con la comunidad frente a distintas problemáticas. En los talleres se realiza una encuesta anónima y confidencial a los alumnos donde los datos relevados durante los años 2013 y 2014 (total de 1330 chicos entre 11 y 17 años) nos muestran resultados preocupantes:
* 1 de cada 4 chicos no desayuna y tampoco ingiere algún alimento durante la mañana. La mayoría almuerza y cena, pocos (2%) comen colaciones. El 21% de las comidas semanales se cocinan fuera de la casa, y se piden a través de delivery. Es muy alto el consumo de golosinas, pizza y empanadas.
* Las frituras son muy cotidianas: el 89% las consume, con una frecuencia promedio de 3 veces por semana. La manteca, en tanto, es consumida por 2 de cada 3 adolescentes.
* El huevo duro es consumido por el 82% de la población en preparaciones y por el 63% solo, con una frecuencia promedio de 2 veces por semana. El huevo frito es consumido por el 40%, casi 2 veces por semana.
* 3 de cada 4 niños cenan con algún o varios dispositivos encendido en simultáneo al momento de comer. Es la TV en el 50% de los casos, el celular en el 40 % y la tablet en el 13 %. Las mujeres comen con dispositivos prendidos en mayor medida que los varones. A mayor edad de los chicos, mayor es la tendencia.
* El 61% adiciona azúcar a sus infusiones. Cuando lo hacen, incorporan 2 a 3 cucharas por cada infusión.
* Un 20 a 25% de los adolescentes pone sal a la comida antes de probarla. Cerca del 20% no utiliza sal.
* El 70% de los encuestados hace actividad física extracurricular (hombres 85% y mujeres 74%).
Es un camino largo, todos somos responsables de caminar hacia una vida saludable.
Por Stella Maris Garcia de Kralj, licenciada en nutrición, especialista en obesidad y trastornos de la conducta alimentaria, jefa de nutrición de Sanatorios de la Trinidad Palermo-San Isidro y directora del área Nutrición de Planearte.
Vía: Entremujeres