Fui muy quijote; estudiar Biología es garantía de paro…
Ingrid Mateo, Premio Sentir Málaga 2011, fue precursora de la aplicación de la tecnología en la higiene sanitariaJOSÉ VICENTE RODRÍGUEZ. MÁLAGA Ingrid Mateo, de 38 años, es la directora deMicroAmbiental, una empresa de base tecnológica especializada en los servicios de asesoramiento y análisis en el sector agroalimenticio y ambiental. Ubicada en el Parque Tecnológico, tiene además un departamento de I+D+i en el área de Biotecnología. Esta original firma busca aumentar la competitividad de las empresas a través de sus garantías higiénicas sanitarias de cara a los consumidores Actualmente, cuenta con 600 clientes entre restaurantes, piscinas, administraciones públicas, guarderías, residencias u hoteles. Mateo, además, recibió el pasado viernes uno de los premios Sentir Málaga 2011 de la Asociación Málaga Siglo XXI.
• ¿La idea de crear una empresa la tenía de siempre o surgió por circunstancias de la vida?
• Tenía la vocación empresarial desde hace bastante tiempo, aunque cuando acabé mis estudios de Biología tuve algún trabajo por cuenta ajena. Me decidí cuando daba un curso y uno de mis alumnos dijo que quería montar una consultora y otro se planteaba poner un laboratorio. Y dijimos, ¿por qué no conjugar las dos ideas y dar un servicio integrado? Nos pusimos entonces a elaborar un plan de negocio, a hablar con los proveedores, a pensar la puesta en escena. Y decidimos que era posible. Microambiental nació el 10 de enero del año 2000. Para mí es como mi segundo cumpleaños.
• Por aquel entonces tuvo que ser una decisión arriesgada. No hay en Málaga mucha tradición de empresas de biología.
• Es verdad. Fuimos muy quijotes. La Biología es una carrera que siempre se ha considerado como la mejor garantía para acabar en el paro. Las únicas salidas son la enseñanza a través de las oposiciones o la investigación en la Universidad, pero para eso tiene que estar 15 años viviendo a través de becas y yo no me veía con 35 y todavía fuera del mundo laboral. Pusimos esta empresa para trabajar y porque así también cubrimos nuestra vena investigadora, en un campo que cuando empezamos era casi desconocido.
• ¿A qué se dedican principalmente?
• Decidimos abordar el segmento de la seguridad alimentaria y la higiene en los restaurantes. Había un ley del año 93, pero había que abrir un mercado que era nuevo, partirse la cara para sumar cada cliente. La receptividad por aquel entonces era muy baja. Íbamos a un restaurante a ofrecer nuestros servicios y te miraban con una cara rarísima, porque la mentalidad no era la de ser proactivos. Los negocios sólo se preocupaban del tema cuando veían los inspectores. Era una labor muy ingrata, pero poco a poco conseguimos hacer una cartera de clientes.
• ¿Qué es lo que deben hacer esos restaurantes?
• Tienen que hacer un plan general de higiene que garantice que el producto final recibe el tratamiento adecuado, lo que incluye la cadena de frío, la manipulación de los alimentos y el stockaje de la mercancía. Nosotros controlamos todo eso, con visitas periódicas del personal a esos establecimientos, y por sorpresa, para que no se preparen. También cogemos muestras de los alimentos para analizarlas y comprobamos la higiene del local y de los empleados. El informe de resultados que hacemos está a disposición del cliente. A la empresa se le da un certificado que acredita su calidad.
• ¿Han pillado in fraganti a sus clientes en una inspección?
• Muchas veces, a mí me ha ocurrido que he entrado en un restaurante y los camareros han salido todos corriendo a lavarse las manos. Pero con el tiempo vas instaurando un autocontrol en el negocio que mentaliza a todos sus trabajadores.
• Háblenos de esas muestras que recogen en los restaurantes y después llevan a laboratorio, ¿qué detectan?
• Se puede detectar cierto grado de contaminación en la carne fresca, en los lácteos y en el pescado. Piense que en verano cualquier alimento que está 20 minutos fuera de un frigorífico empieza a duplicar ya su tasa bacteriana. En España somos muy exigentes con esos controles por lo del clima; en el norte de Europa no hay tanto riesgo con eso. En el caso del pescado, tan típico de Málaga, la flora bacteriana que crece mucho en cuanto se saca de la cadena de frío.
• Además de los alimentos, ¿qué más chequean?
• También se controla la potabilidad del agua, porque puede ocurrir en plena ciudad que un negocio que esté lejos de la planta potabilizadora, en verano, con motivo del calor, no dé los niveles adecuados. En el caso las piscinas en la costa o de los edificios públicos nos encargamos de controlar el riesgo de legionella. El consumidor siempre está expuesto a cierto tipo de patógenos.
• ¿Dónde trabajan?
• Sobre todo en Andalucía y en regiones de alrededor, pero ya estamos trabajando en países como Nicaragua y Argentina. Son mundos distintos. Europa está muchos más avanzada, aquí hablamos de trazabilidad de los alimentos; allí de acceso a los mismos por parte de una población que, en Centroamérica, es pobre. El cambio climático está, además, afectando a las cosechas y se trata de garantizar la seguridad de la población ante malnutriciones e intoxicaciones. Allí, sin embargo, la población está inmunizada ante muchos patógenos y protozoos que tumbarían un europeo.
• Dicen que la vida de un empresario es bastante dura por aquello del estrés...
• Te absorbe mucho tiempo, pero vas aprendiendo a no tomártelo todo a la tremenda, a dosificar y a mantener una templanza. Cuando hay un problema tampoco se hunde el mundo. Esto es como una carrera de obstáculos. Dicen que al empresario le gusta el riesgo, pero yo creo que más bien lo que le gusta es poder controlarlo. Saber decidir antes los problemas y tomar la decisión correcta entre las opciones que haya.