En busca de la equidad
¿Cónoces la historia de la musa "Clío"?
Un día, aquella tundra de asfalto de la gran ciudad, llena de polución, de basura, de crueldad, de falsos satisfactores y de xenofobia, hizo que aquella mujer de mirada profunda e inteligente, llena de memoria y de valor, se decidiera a huir de aquella corrupta sociedad y buscar un lugar en las alturas para fortalecer su espíritu. Quería ir en busca de las musas que habitaban en las elevadas crestas montañosas y que le transmitieran el encantador espasmo de la belleza de las artes y oficios para lograr ser una mujer amada y respetada. Al partir se miraba como si fuera un Zaratustra, aquel reformador de la religión Persa y que Nietzche lo había poetizado para teorizar sobre el superhombre. Pero ella era una mujer y quería, con su idea, reivindicar a todas las mujeres del mundo que padecían la estúpida ancentralidad de su debilidad instituida por el hombre.
Partió con solo su mochila afianzada a sus espaldas y tomó rumbo a las alturas, a esa montaña de la Fócide llamada Parnaso y que se encuentra en cualquier lugar del mundo donde habita el bien, la verdad y la belleza. Partió sin llevar consigo los rencores y los resabios hacia el sexo opuesto que por siglos la había manipulado a su antojo y conveniencia. Su andar era sereno, entusiasta, sin prisa y con su mente abierta a un infinito de posibilidades.
Muchos días habían pasado desde la última vez que vio a un ser humano hasta que llegó a un hermoso valle de pastos verdes y frescos que se extendía hasta llegar al pie de una gran montaña iluminada por el sol en su cenit. Le pareció la imagen del Mont- Blanc con sus crestas nevadas y los macizos montañosos que se elevaban como queriendo rasguñar el cielo de un azul profundo. Se quedó extasiada con aquel paisaje y su mente también se elevó a la altura de aquella fascinante topografía. Estaba hipnotizada contemplando aquella maravilla mientras el viento limpio y perfumado por fragancias naturales, le hacía volar sus cabellos como estandartes ceñidos a su cabeza. No se percató cuando una mano se posó en su hombro y con voz dulce le dijo.
---- Sé a que has venido.
Ella volteó y se sorprendió de ver a una hermosa mujer que irradiaba luz multicolor en su aura. Maravillada por aquella presencia preguntó.
---- ¿Quién eres?.
---- Me llaman Clío.
---- ¿La musa que contiene la historia?.
---- Así es, y estas aquí por que vienes en busca de preguntas que han viajado por los tiempos sin encontrar respuestas. Dime... ¿Qué te preocupa?.
La mujer miró hacia el infinito y con voz segura y decidida respondió.
---- Me preocupa la injusticia en mi condición de mujer. Me preocupa la inicuidad de una sociedad manipulada por el hombre. Me preocupa ser usada y no valorada. Me lastima ese castigo impuesto desde mi origen. He venido a encontrar respuestas y no condolencias. Estoy aquí porque en las alturas puedo ver el horizonte donde todo se termina y donde todo comienza. He llegado este lugar a curar mis dudas y a reafirmar mis creencias. He venido a parirme a mi misma y regresar como un retoño que me permita volver a vivir luchando y no a suplicar pidiendo.
Clío la oyó en silencio y luego le ofreció su mano diciendo.
---- Ven conmigo. Yo te llevaré a donde se encuentran las respuestas a tus preguntas.
La llevó hasta un bosque donde había muchas Sequoyas milenarias que se elevaban majestuosas como si fueran columnas que quisieran apuntalar el cielo.
---- ¿Ves estos enormes árboles?. --- dijo Clío señalando a las alturas. --- ¿Cómo crees que puedan llegar tal alto sin caerse?.
---- No lo sé --- respondió la mujer mirando fascinada aquel bosque de Secuoyas.
---- Estos árboles se sostienen únicamente por el poder de sus raíces que penetran y se afianzan en las profundidades de la tierra. Yo sé su historia. Esas raíces que no se ven, son las responsables de nutrir lo que es evidente. No hay árbol que pueda prescindir de sus raíces, ni raíces que no estén destinadas a sostener un tronco. Esa raíz eres tú y el tronco es tu contraparte. Has venido en busca de la equidad, del equilibrio y en estos árboles se encuentra tu respuesta. Estos troncos que parecen orgullosos y altivos no podrían vivir ni desarrollarse por si solos. Necesitan de alguien que sea capaz de afianzarlos y ese alguien eres tú cuando te conviertas en raíz.
A veces, el tronco muere a pesar de la fuerza de su raigambre. Su altivez y su soberbia se aniquila por mostrar desprecio a quien lo sostiene y lo eleva a las alturas. Al perderse este equilibrio, la raíz muere con él a menos que sobrevenga un injerto que le devuelva su utilidad. Perderías tu tiempo pensando quien es el mejor y el más importante, si la raíz o su tronco. Así, la mujer debe trabajar en la obscuridad y en el silencio, como la virtud.
El hombre debe trabajar bajo la luz del sol, de las estrellas y los ruidos del ambiente. El hombre requiere fortaleza y la mujer prudencia para que de allí se derive la justicia y la templanza ante si mismos y ante su entorno, sobreviniendo entonces lo que mi compañera Polimnia, la musa de la poesía lírica llama ¡Amor!. Debes aprender a escuchar la música como Euterpe. A protagonizar una comedia como Talía. A interpretar una tragedia como Melpómene. A saber danzar como Terpsícore. A hacer de tu vida una elegía como Erato. A saber contemplar las estrellas como Urania y también a ser elocuente como Calíope.
Cuando sepas hacer todo esto, ningún hombre podrá despreciarte y se enamorará de ti como Virgilio lo hizo con Beatriz, o como Petrarca lo hizo con Laura de Noves.
---- ¿Y que debe aprender a hacer el hombre?.
---- A saber conducir el carro de Helios desde el levante hasta su ocaso. A ser como Jano que sabía mirar el pasado y el porvenir con inteligencia. A portarse como Ulises también llamado Odiseo, que era prudente y astuto al mismo tiempo. A Morir como Hércules por defender a su esposa Deyanira.
A saber buscar a la Esperanza como lo más valioso que encierra la caja de Pandora. A sacrificarse como Prometeo para iniciar la primera civilización humana, o como su hermano Atlas, que supo vivir su condena de sostener el mundo en sus espaldas. No es sencilla la tarea impuesta al hombre como tampoco lo es la responsabilidad impuesta a la mujer. Cada uno fue hecho para cumplir con un objetivo y ni es más el uno sobre el otro.
El hombre penetra en la caverna de la vida y la mujer se convierte en historia, en vida, en tradición y en cultura. El equilibrio esta en la dignidad de sus acciones y no en la protervidad de sus pasiones. Yo, Clío, la musa que encierra la historia de la humanidad, te digo. Regresa de donde quiera que hayas venido y llévate contigo el sano orgullo de tu condición de mujer.
No le tengas miedo a tu contraparte, pues en su misma soberbia, orgullo e inicua prepotencia, lleva a cuestas su penitencia como Sísifo, hijo de Eolo. Condenado después de su muerte, a subir una pesada piedra hasta la cima de una montaña y volver a caer sin cesar por toda una eternidad.
Espero que hayas encontrado lo que has venido buscando, y cuando lleves a un hijo en tus entrañas, enséñale todo lo que hayas aprendido y que el fiel de tu balanza se conserve inmóvil en el centro de su punto de equilibrio.
Con lo visto y oído, la mujer bajó de la montaña satisfecha y con su frente en alto, mientras Clío, la vio perderse en la distancia esbozando una imperceptible sonrisa en sus labios.