Emociones positivas
“Hay ejemplos muy claros sobre como las emociones son muy positivas: la compasión nos pone en empatía con el otro, la culpa nos ayuda a reparar y en el enojo que hay algo para resolver”Ser racional, parecería ser la cuestión. Cuando los problemas abruman, no falta quien nos diga, “deja las emociones de lado, pensá en frío”. Y así, intentamos ser quienes no somos y nos forzamos en esconder debajo de la alfombra todo rastro sentimental que nos invada. Pero, ¿cuán efectivo es para resolver nuestros problemas o concretar objetivos ser una versión distorsionada nosotros mismos? ¿Es mejor para alcanzar nuestras metas neutralizar todo tipo de emoción? ¿Las emociones son contraproducentes?.
La Lic. Gisella Holc, psicóloga del Grupo Hémera (Centro de Estudios para el stress y la ansiedad), explica que las emociones no son ni buenas ni malas simplemente son señales internas en pos de una mejor adaptación a nuestro entorno. Es decir, lejos de la neutralización, detectar nuestros sentimientos nos permite conectar el deseo con la realidad externa con el fin de lograr una mejor supervivencia.
“Hay ejemplos muy claros sobre como las emociones son muy positivas: la compasión nos pone en empatía con el otro, la culpa nos ayuda a reparar y en el enojo que hay algo para resolver”, advierte la Lic Holc. En este sentido, las emociones están a nuestro servicio, nos avisan que algo nos sucede y nos dan la oportunidad de regular nuestro funcionamiento mental, organizar los pensamientos y alinear con ellos nuestros accionar. La clave estaría entonces en orientar las emociones hacia la concreción de objetivos. Pero, ¿cómo lograrlo? ¿Cuál es la forma de encontrar en nuestras percepciones o sentimientos la forma de alcanzar metas?
En 1995 surgieron algunas respuestas a estas inquietudes. Bajo el concepto de “Inteligencia emocional”, aquel año el autor Daniel Goleman publicó “Emotional Intelligence” y derribó un mito: las emociones son funcionales a la concreción de objetivos de toda índole, incluidos los laborales. El especialista establece que la inteligencia emocional se estructura en torno a cinco capacidades: conocer las emociones y sentimientos propios, manejaros, reconocerlos y así, crear la propia motivación y gestionar las relaciones. Bajo esta novedosa concepción, las emociones no se piensan por separado, no se fragmentan o distorsionan del sí mismo, sino que son parte importante en la búsqueda por la realización. Pero en saber identificar y expresar los sentimientos está el desafío.
“La inteligencia emocional no apunta al control de las emociones sino al conocimiento, al ser consciente y poder regular su expresión. Si bien no hay que controlar las emociones, tampoco hay que dejarse invadir, avasallar por ellas. Pensar antes de actuar, o actuar pensando para lograr acercarnos a nuestros objetivos o deseos en lugar de generar comportamientos que nos alejen de ellos“, explica la Lic. Holc.
Entonces, ¿cómo leer las emociones? ¿Cuáles son las que resultan contraproducentes para la concreción de nuestros objetivos? La especialista de Hémera sostiene que una gran cantidad de pacientes sufren a través de sus emociones “por descontroladas, desesperadas, o bien porque hacen de ellas interpretaciones distorsionadas y su propia expresión los pone en permanente conflicto con sus vínculos, por mal manejo del enojo, por exceso de ansiedad, de rencores, etc“.
Sin dudas, las emociones son protagonistas en la biografía de la vida de todo individuo tanto en su propia identidad como en el contexto que lo abarca. Aprender a manejarlas a favor es indispensable para alcanzar cualquier meta. “La dificultad en el manejo de las emociones es una de las causas principales del padecimiento humano y por ende de consulta terapéutica. Descubrir y aprender quienes somos y lograr ser dueños de nuestras emociones y no que ellas nos tengan poseídos, es fundamental”, explica la Lic. Holc. Además, afirma que la forma de lograr un buen manejo de las emociones es saber cómo, cuándo y dónde expresarlas. “De ninguna manera se trata de no sentir, sino de aprender a regular su magnitud y su expresión“, agrega.
En este sentido, a las emociones debería pensárselas como parte de un sistema de educación. La socialización de un niño se sustenta en el aprendizaje en áreas fundamentales para la supervivencia, la formación y la relación con los otros, pero no son preparados en la educación emocional. “De chicos nos enseñan a caminar, a comer y hasta a dormir, pero no nos enseñan, por ejemplo, a enojarnos adecuadamente. Las emociones tienen un significado, un sentido. Enojarse no es lo mismo para todos, cada uno tiene un sentido personal en su modo de sentir, y este modo surge como resultado de experiencias tempranas, de vínculos importantes, del tipo de familia, costumbres, etc. Cuando algo nos sucede podemos aprovechar la oportunidad para preguntarnos qué está pasando, por qué nos está pasando, para qué nos está pasando y esas respuestas nos van a dar la idea del sentido, del por qué y para qué“, explica la Lic. Holc.
Identificar para resolver, modificar o bien aceptar, las claves para capitalizar nuestras emociones en pos de alcanzar nuestras metas y objetivos. La trasparencia y la honestidad sobre quienes somos puede ser el mejor vehículo para convertirnos en quienes queremos ser.