El lado más oscuro de la infidelidad

Cuando hay secretos que lastiman, curiosamente, las cosas son más fáciles para la persona que mintió o engañó. Las víctimas, en cambio, sufren un proceso muy arduo
POR ANNA FELS / THE NEW YORK TIMES Y CLARÍN

09/10/13 - 13:23

Hay gente que de pronto descubre que su vida se basaba en una falsedad, gente que puede toparse con secretos familiares en Internet o encontrar cuentas viejas de relaciones que su cónyuge le ocultó durante mucho tiempo.

El descubrimiento de esos secretos siempre desencadena graves crisis. Irónicamente, sin embargo, la experiencia clínica me demuestra que con frecuencia las cosas son más fáciles para la persona que mintió o engañó.

Los transgresores pueden sentir rabia contra sí mismos, arrepentimiento o vergüenza, pero tienen la posibilidad de cambiar a partir de ese momento. Por otra parte, la percepción de su propio relato, por más problemático que pueda ser, está intacta.

Podrán haber tomado malas decisiones, pero por lo menos se trató de sus propios errores. Ahora están en condiciones de decidir mejor.

El castigo social de tales deslices, además, suele ser efímero y relativamente menor. ¡Pueden cambiar! Nuestra cultura aprueba esos “nuevos comienzos” y hasta los celebra. Tiene debilidad por los hijos pródigos que se disponen a enmendarse, así como por los relatos de gente que empieza de nuevo: adictos rehabilitados, cónyuges infieles que pasan a dedicarse a la familia, delincuentes que encuentran redención en la religión. Nunca es tarde para empezar otra vez.

Las víctimas de la mentira

En el caso de quienes son víctima de esa mentira, pasa algo más perturbador. Se castigan por no haber sospechado lo que pasaba. Las emociones que sienten, si bien parecen ser más benignas que las de los mentirosos, pueden terminar por ser más nocivas a largo plazo: humillación, vergüenza, la sensación de haber sido ingenuos o ciegos, alejamiento de quienes siempre supieron la verdad y amargura.

Poco a poco, la nueva información derrumba la idea que tienen sobre su propio pasado y afecta la veracidad de su historia personal. El relato de su vida ha quedado infectado, y los recuerdos son ahora sospechosos: ¿Qué pasaba en realidad aquel día? ¿Por qué el cónyuge compró de pronto un segundo teléfono “para trabajar” hace varios años? ¿Algún amigo sabía la verdad?

Al volver de forma compulsiva sobre el pasado a la luz del reciente descubrimiento, los pacientes se esfuerzan por integrar la nueva versión de la realidad. Para muchos, esa desacreditación de su experiencia resulta difícil de aceptar. Es como si constantemente revisaran su vida pasada en una pantalla doble: por un lado, la vida que experimentaron; por el otro, la nueva versión “real”.

Falta de comprensión

Por otra parte, la respuesta social a las personas que han experimentado esas revelaciones transformadoras, por mejor intencionada que pueda ser, con frecuencia no comprende un fuerte respaldo. Nuestra cultura abraza al pecador arrepentido, pero no tanto a la víctima. La falta de control sobre su destino hace que la gente se sienta mal.

De forma inconsciente, los amigos suelen culpar a la víctima y se preguntan si la persona traicionada en serio no tenía idea de lo que estaba pasando. A menudo, pasado un año o menos del descubrimiento de una prolongada mentira, se aconseja a las víctimas dejar atrás el pasado y concentrarse en el futuro. Pero no es tan fácil seguir adelante cuando no hay un relato sólido en el que apoyarse.

Como psiquiatra, puedo decir que reconstruir paso a paso una historia personal coherente, que admita el engaño al tiempo que fortalezca la experiencia de vida, suele ser un proceso muy arduo. Seguir adelante es difícil, y a veces hasta imposible, sin tener un relato del propio pasado.

Isak Dinesen dijo que “todas las penas pueden soportarse si se las ubica en una historia o se cuenta un relato al respecto”. Tal vez robarle a alguien su relato sea la mayor traición posible.

* La autora es psiquiatra y profesora del Weill Medical College de la Universidad Cornell.

Traducción de Joaquín Ibarburu

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