Cortocircuito: estamos en crisis
Repasamos algunas situaciones y conflictos que pueden desembocar en separación. Repensá qué mujer sos, con quién estás y hacia dónde querés ir con él.Por María Eugenia Maurello
1. ÉL NO SE BANCA TU ÉXITO Y NO TE ACOMPAÑA EN TUS BUENOS MOMENTOS PROFESIONALES O PERSONALES.
¿Qué pasa? Notás que la situación es inversamente proporcional: a más desarrollo tuyo, mayor es la negativa de él en compartir tus logros. Parece que no se banca que te vaya bien. No entendés dónde quedó aquel hombre que te alentaba cuando estudiabas y todavía no habías asomado al mundo. El tipo "gamba" que siempre estaba ahí, al pie del cañón, para que vos pudieras alcanzar tus deseos; ahora, no te acompaña, ni en lo extraordinario ni en lo cotidiano. Hace oídos sordos a todo lo que tiene que ver con tu trabajo y con tus posibilidades reales de desarrollo (ya sean intelectuales, materiales o espirituales).
¿Por qué? Acá la cuestión es que, aunque parezca impensado, algunos, todavía, diferencian entre el éxito masculino y el femenino. Es decir; determinadas cualidades adquieren distintos significados respecto de los hombres y de las mujeres. El caso de la ambición es un buen ejemplo; que un hombre sea ambicioso puede ser considerado como algo positivo y hasta natural; en cambio, que una mujer sea ambiciosa, y que se declare como tal, puede ser mal visto, e incluso asociado con prácticas poco decorosas. Esto pasa porque todavía existen signos de atraso en cuanto a esas concepciones de género y algunos hombres no pueden tolerar la idea de una mujer exitosa que, en definitiva, no está haciendo otra cosa que legitimar su deseo; ya sea alcanzar un mejor rango en el trabajo, obtener más dinero, etc.
¿Qué hacer? Asumir tu deseo íntimamente, ese es un primer paso para legitimarlo: hacerse cargo. Una vez que lo hayas hecho, dialogá con él, y si ya lo habías hecho con anterioridad, volvé a hacerlo. Sé clara. Sin rodeos. Así podés plantear la posibilidad de redefinir la pareja. Es decir, si hasta ahora adherían al tipo de pareja más bien "tradicionalista" (la mujer es ama de casa y el hombre trabaja afuera), la solución puede estar en mutar hacia una pareja de "semipares" (cada uno en su rol, aunque alternando las tareas) o ya directamente ir por una mayor transformación hacia una pareja de "pares" (distribución equitativa del trabajo doméstico, decisión conjunta sobre las inversiones familiares, etc.). Lo importante es que tengas bien claro que en un sistema como el de la pareja , si gana uno, también gana el otro. De los dos lados, siempre que a alguno le vaya bien, el beneficio es para ambos.
CONCLUSIÓN: algunos hombres no pueden tolerar, ya sea por machismo o simplemente por miedo a la independencia de la mujer, que ella tenga una vida más allá de él. Si esto desata un conflicto, es fundamental expresar las razones por las cuales tu realización laboral será tan buena para vos como para la pareja.
2. DISCUTÍS SISTEMÁTICAMENTE POR LAS MISMAS COSAS (ALGUNAS, NÍMEAS; OTRAS, IMPORTANTES).
¿Qué pasa? Por momentos, te parece una pesadilla. Hace tiempo que disienten por las mismas cuestiones: él es impuntual, vos no; vos sos desordenada, él no soporta tu desorden; a vos no te gusta cocinar, a él le encantaría que le cocinaras... ¿Cómo llegaron hasta acá? Al principio, cuando comenzaron la historia, esos no eran temas de debate o disputa, o no lo eran de modo recurrente; tiempo después, empezaron las dificultades, y desde que conviven, parece que todo se agravó.
¿Por qué? Las discusiones reiteradas por los mismos temas pueden tener que ver con que no hubo conversación al respecto o simplemente no tuvo la profundidad necesaria. También puede pasar que sí lo hayan hablado pero que no se resuelva aún. Es que las diferencias pueden ser complementarias (a uno no le gusta ir al supermercado, al otro sí le gusta y después pide el servicio a domicilio, ya que no quiere cargar bolsas, por ejemplo). Existen, también, las diferencias acordables (uno es más rápido y el otro es más lento en el desarrollo de una tarea compartida). Aunque también se dan otras diferencias, las denominadas incompatibles. Estas tienen que ver con los valores de cada uno (sabés que no podrías estar en pareja con un hombre al que le gusta cazar animales, por ejemplo). Las incompatibles pueden también darse en el plano íntimo; cuando no hay encuentro sexual, no porque estén pasando un mal momento sino porque no lo hubo -como tiene que ser o te gustaría que fuera- desde el inicio. Esa es otra diferencia irreconciliable.
¿Qué hacer? Si se trata de diferencias del tipo complementarias o acordables, lo ideal es poner en blanco sobre negro: qué es eso que molesta tanto del otro. El secreto está en actualizar el vínculo e ir por la negociación. De esa manera te fijás si pueden llegar a un acuerdo o no. Lo fundamental es hacerlo explícito, y darse cuenta de si se pueden comprender aun en la diferencia. Es tan así que la mayoría de los problemas de pareja acontecen porque no hubo comunicación o no fue del todo exploratoria. Ahora bien, si esas diferencias son inabordables, tenés que asumir que quizá sea el momento de poner en cuestión qué pareja quieren ser, cuál es el proyecto. Si eso pasa, tenés que estar preparada para afrontar un cambio que puede ser drástico.
CONCLUSIÓN: las discusiones pueden darse a partir de diferencias que, en definitiva, son complementarias o como consecuencia de incompatibilidades. Está bueno ser sincera y, si descubrís que ya no comparten cuestiones esenciales, poder tomar una decisión y cortar por lo sano. Antes, piensen juntos qué es lo que cambió y por qué.
3. NO TUVISTE HIJOS PARA DESARROLLARTE PROFESIONALMENTE; AHORA QUERÉS TENER Y ÉL NO.
¿Qué pasa? Cuando comenzaron a salir, no lo tenían ni en los planes. Estaban estudiando y trabajando a full. Los proyectos iban por otro lado. Después, te llegó esa oportunidad laboral que tanto esperabas y que solo te permitía pensar en una familia de dos. Tampoco lo analizaron en ese momento, seguía sin estar en los planes. Ahora, que ya pasaste los 30 y que te consolidaste en tu trabajo, comenzaste a trabajar la idea de ser mamá . Sumado a que ya el reloj biológico o como quieras llamarlo te "avisa" que este bien podría ser el momento.Lo hablás con él. Se niega rotundamente. Ahí se abre un abismo. Entrás en crisis. Te das cuenta de que se aman pero tienen proyectos diferentes. Sentís que están a contramano y lo que más te preocupa es que te parece que no lo van a poder resolver.
¿Por qué? La razón puede estar en que no hubo claridad desde el inicio; que hayan quedado cabos sueltos o que se hayan tratado temas de vida (como puede ser el de los hijos) como algo superficial, muy al pasar. Que, además, hayan hablado de "resignar" y no de "posponer". Ahí está el problema: cuando alguien resigna algo, es factible que eso que resigna no suceda nunca. Distinto es posponer, ya que lo que se pospone siempre queda flotando entre nuestros deseos a largo plazo. Otra de las causas puede haber sido que él todavía privilegie tu decisión anterior y le cueste asimilar que cambiaste, que no asuma que se vive en términos de un proceso y que tanto los miembros de una pareja por separado como el vínculo entre los dos y las necesidades pueden ir mutando.
¿Qué hacer? Es fundamental que cada uno dé cuenta de su proyecto individual y en esos términos poder pensar o repensar el proyecto de pareja. Acá también es clave la actualización del vínculo; no dar al otro por "visto", por "escuchado", por "dado". Es decir, si hace diez años no pensabas tener hijos y ahora sí lo deseás, entonces es necesario que se lo digas con todas las letras. Ojo, "decir" no implica que lo expreses como un imperativo. Tenés que manifestarle tu deseo de ser madre, porque si vos querés que sí o sí suceda y el otro no, la diferencia pasa a ser del tipo inabordable. En este caso, ya tendrás que repensar la unión, el vínculo. Lo importante es que no quedes atada a la resignación, porque eso te puede resentir a futuro ya sea con él o en otra pareja.
CONCLUSIÓN: puede que durante algún tiempo hayan coincidido en cuanto a necesidades y que por determinadas situaciones ya no busquen exactamente lo mismo. Para resolver esta situación de cambio hay que actualizar el vínculo, repartir y dar de nuevo y pensar si, bajo las nuevas condiciones, ambos quieren seguir juntos.
4. NO SOPORTÁS SUS CELOS, SENTÍS QUE VE COSAS DONDE NO LAS HAY.
¿Qué pasa? Que si llegas más tarde, que si te llama un número desconocido, que él nota que vas demasiado arreglada al trabajo. Esos celitos que al principio te podían parecer casi anecdóticos se tornaron algo reiterados casi todas las mañanas antes de salir de casa, aun estando en el trabajo y también ya de vuelta al hogar. Probaste con ignorar sus comentarios o responder de modo escueto ante sus averiguaciones. Pero nada de eso alcanza. Empezás a sentirte agotada. Ya no soportás su inseguridad desmedida.
¿Por qué? Sin duda, los celos ponen de manifiesto el miedo o la ausencia de afecto por parte de uno de los miembros de la pareja. Ahora bien: esos celos pueden estar originados a partir de una actitud de una de las partes (que coquetees con otros en una fiesta, por ejemplo). Esa sería una posibilidad. La otra es que los celos sean disfuncionales, que tengan que ver con creencias y que no tengan un anclaje en la realidad, que sucedan solo en la cabeza del otro. Ahí ya se trata de una patología. En las dos situaciones los celos están encendiendo una alerta. Es que, como pasa con otras emociones, están dando cuenta de algo que ocurre por debajo de la superficie.
¿Qué hacer? Otra vez, conversar antes que nada y hacer causa común; cuál es tu proyecto de pareja y cuál es el de él, para qué están juntos. Demostrale lo importante que es para vos, decíselo. Si es cierto que estás en cualquiera, analizá junto con él por qué puede ser. Preguntale qué situaciones puntuales lo hacen sentir inseguro. En ese marco, si existe o existió algún episodio que sirva de argumento válido para explicar los celos del otro, es importante que analicen para qué uno de los miembros busca atención en otras personas por fuera de la pareja, qué quiere conseguir. En este sentido, es importante indagar: qué necesitás vos, qué necesita él. Así y todo, no te olvides de que pedir no necesariamente implica recibir. Tiene que haber un acuerdo.
Ahora bien, la situación es muy distinta si los celos tienen que ver con una disfuncionalidad. Acá, el que cela debe afrontarlo por sí mismo, buscar ayuda profesional. Claro que podés acompañarlo en la decisión, y hasta encarar una terapia de pareja juntos, pero tenés que tener en cuenta que el cambio depende de él mismo
CONCLUSIÓN: él puede tener celos fundados en alguna acción tuya o puede que su inseguridad no tenga anclaje en la realidad. Siempre es bueno conversar ya que los celos ponen de manifiesto el miedo o la ausencia de afecto por parte de uno de los miembros de la pareja. Algo mucho más profundo puede estar sucediendo.
CLAVES PARA MEJORAR
Hablar todo: la comunicación es esencial en todas las parejas: tiene que ser explícita y exploratoria de lo que pasa. No hay que dar cosas por sentado o creer que el otro lee tu pensamiento. Obvio que tampoco se trata de taladrar o quemarle la cabeza a quien tenemos al lado.
Enamorar: actualizar el vínculo es fundamental, implica no considerar al otro por "dado". Esto significa que, si bien no hay que vivir perseguidas, dudando o inseguras, es importante "regar la plantita" todos los días. Sorprender, seducir, proponer. Las relaciones se desgastan inevitablemente. Hay que estar atentas.
Recalcular: es necesario repactar y volver a negociar cuál es el rol de cada uno en la pareja. En una vida de a dos, hay que entender que ambos están en proceso continuo. Atraviesan cambios, no podés ser la misma a los 20, a los 30 y a los 40. Así como evolucionamos, también lo hace el vínculo. Hay que animarse a cambiar y entender los cambios del otro.
Ser sincera: aunque parezca obvio, es importante preguntarse " para qué estamos juntos ". Es básico buscar en tu interior, pensar cómo estás, qué es lo que te hace bien y qué es lo que no querés para tu vida.
EXISTEN TRES TIPOS DE PAREJAS VIGENTES:
Tradicionalistas: en las que la mujer ocupa el lugar tradicional: es ama de casa, trabaja dentro del hogar; el hombre es el que aporta el dinero para la economía familiar.
Semipares: existen los roles tradicionales, aunque el hombre también realiza tareas domésticas (busca a los chicos en el colegio, cocina, entre otras).
Pares: se da una real distribución equitativa del trabajo doméstico y del trabajo que permite ingreso de dinero a la casa; además, ambos deciden las inversiones y sobre la vida familiar.
¿Te identificás con alguna de estas situaciones de crisis? ¿Cómo las enfrentarías?
Experta consultada: Marilen Stengel, directora socia de Stengel- Batista Desarrollo Humano y autora del blog www.lamujerpresente.blogspot.com.ar .