Cambia tu forma de usar el freezer: por qué no necesitas congelar a -18°C
Conservación de alimentos: el mito de los -18°C y lo que realmente necesitas saber. ¿Por qué deberías reconsiderar la temperatura de tu freezer?
Reducir el impacto medioambiental es una prioridad cada vez más evidente. A menudo, pensamos en los pequeños cambios que podemos hacer en nuestro día a día para contribuir a este esfuerzo. Uno de esos cambios podría ser tan sencillo como ajustar el termostato de nuestro freezer. Sorprendentemente, no necesitamos mantener nuestros alimentos congelados a -18°C para asegurar su conservación y seguridad alimentaria. Aquí te explicamos por qué.
Desmintiendo mitos alimentarios: Popeye y las espinacas
Todos hemos escuchado alguna vez que las espinacas tienen mucho más hierro que otras verduras. Esta creencia, popularizada en gran parte gracias al personaje de cómic Popeye, se basa en un mito. La historia se remonta a un error en la tabla de un estudio de 1870 sobre el contenido de nutrientes en las verduras, realizado por Emil Wolff. Aunque este error fue corregido en la década de 1930, la idea de que las espinacas son una fuente excepcional de hierro ya había echado raíces.
Popeye no comenzó a comer espinacas hasta 1932, y lo hizo no por el hierro, sino por la vitamina A. Sin embargo, el consumo de espinacas aumentó significativamente debido a la creencia en sus supuestos beneficios de hierro. Este es un claro ejemplo de cómo los mitos pueden influir en nuestras decisiones alimentarias.
Mitos congelados: ¿por qué -18°C?
Otro mito que ha perdurado es la idea de que los alimentos congelados deben conservarse a -18°C o menos. Este estándar se ha mantenido como una regla casi inquebrantable en la industria alimentaria, pero ¿por qué precisamente esta temperatura?
La microbiología nos dice que los microorganismos que estropean los alimentos detienen su crecimiento con el frío. Sin embargo, investigaciones han demostrado que mantener los productos a -12°C es suficiente para detener la actividad bacteriana. En cuanto a la nutrición, algunas vitaminas se mantienen estables a -18°C por un año, mientras que otras pueden degradarse significativamente incluso a temperaturas mucho más bajas, sin que unos pocos grados arriba o abajo cambien mucho el resultado.
Entonces, ¿por qué se eligió -18°C como la temperatura estándar? Un estudio reciente sugiere que esta decisión se tomó a mediados del siglo XX por su equivalencia con los 0 grados Fahrenheit, una cifra fácil de recordar y utilizar en la ingeniería y legislación.
El impacto medioambiental de cada grado
La ecología nos plantea que refrigerar implica calentar el sumidero al que va el calor retirado, es decir, el medioambiente, además de consumir recursos energéticos. Aunque la ingeniería ha mejorado la eficiencia de los equipos de refrigeración, siempre hay un límite físico. Cada grado menos de enfriamiento podría traducirse en una reducción significativa del consumo energético y, por ende, del impacto medioambiental.
Según un informe del Instituto Internacional de Refrigeración, si ajustáramos la temperatura de nuestros congeladores a -15°C en lugar de -18°C, podríamos ahorrar casi un 5% del consumo energético actual en la cadena de frío. Este ahorro sería equivalente a 25 teravatios hora (TWh) al año, comparable al consumo anual de electricidad de 150,000 personas en la Unión Europea. Además, reduciríamos la emisión de gases de efecto invernadero en 10 millones de toneladas, similar a lo que emiten tres millones de automóviles en un año.
Elección racional y ecológica de la temperatura
La propuesta de mantener los alimentos a -15°C, en lugar de -18°C, no solo es viable desde un punto de vista microbiológico, sino también desde una perspectiva ecológica. Esta medida permitiría mantener los alimentos en condiciones de seguridad y al mismo tiempo reducir el consumo energético y las emisiones de carbono.
Vivir sosteniblemente no siempre es fácil, pero es necesario. Cada pequeña acción cuenta, y ajustar el termostato del freezer podría ser una de esas acciones sencillas que, colectivamente, pueden hacer una gran diferencia. Cuanto más trabajemos en conjunto las distintas ramas de la ciencia para desmontar mitos y tomar decisiones informadas, más cerca estaremos de alcanzar un desarrollo sostenible.