Alimentación inteligente, cuando los hábitos saludables son la clave

Los buenos hábitos alimenticios se inculcan desde la infancia, y así se establece en la juventud y en la adultez una metodología que es naturalizada y se convierte así en una pauta que acompaña toda la vida de la persona
Prometen milagros a corto plazo, sus soluciones son tan mágicas como vertiginosas y sobre todo, no tienen sustento científico. Son las dietas de verano, que a partir del mes de septiembre proliferan con promesas irreales y peligrosas para la salud.
 
El origen de estos regímenes nacen del boca en boca o se publican en revistas de moda o interés general y bajo el nombre de la dieta de la “luna”, de la “sopa” o con títulos estridentes como “baja 4 kilos en 1 semana”, son una fuente de falsas promesas.
 
Si bien la cantidad y la calidad de los alimentos difieren de una dieta a otra, el denominador común de su propuesta es la ausencia absoluta de supervisión médica y de todos los controles imprescindibles para elaborar un plan alimenticio basado en la historia clínica de cada paciente.
 
La Organización Mundial de la Salud (OMS) ha establecido que en la actualidad las dietas malsanas y la inactividad física son dos de los principales factores de riesgo de hipertensión, hiperglucemia, hiperlipidemia, sobrepeso u obesidad y de las principales enfermedades crónicas, como las cardiovasculares, el cáncer o la diabetes.
 
En este sentido, las dietas relámpagos no sólo conllevan una decepción a nivel estético, ya que a través del efecto rebote hasta pueden duplicarse los kilos perdidos, sino que además son un peligro para la salud.
 
Pero, entonces ¿cuál es el método acorde a un plan alimenticio saludable? La supervisión médica es el primer paso pero además a nivel poblacional es de extrema importancia establecer un cambio de hábito en las conductas alimentarias.
 
En este sentido, la nutricionista argentina Susana Zurschmitten elaboró una investigación que establece los principales parámetros para instalar pautas nutricionales legítimas para una vida saludable pero con el valor agregado de adaptarlas a la vida actual, signada por jornadas laborales extensas y con tiempos reducidos para la preparación de los alimentos.
 
Bajo el concepto de “Dieta Inteligente”, la Lic. Zurschmitten propone cambiar el término dieta por el de aprendizaje. Es decir, en lugar de pensar la alimentación como un modo o un vehículo para ganar o perder peso, habría que pensarlo como un hábito imprescindible para asegurar y mejorar la salud física y mental y además, prevenir enfermedades.
 
La autora establece que los buenos hábitos alimenticios se inculcan desde la infancia, y así se establece en la juventud y en la adultez una metodología que es naturalizada y se convierte así en una pauta que acompaña toda la vida de la persona.
 
Además, advierte que la alimentación es crucial para mejorar la salud tanto física como metal. “Los alimentos, además de nutrir, están cargados de energías. Sus fitoquímicos, principios activos, minerales y vitaminas inciden fuertemente en nuestra salud. Los alimentos naturales, ricos en estas sustancias, devuelven vitalidad y energía, y restauran los desórdenes surgidos a raíz del estrés, la mala alimentación, la falta de actividad física, el contacto con xenobióticos, etc”, afirma.
 
La Lic. Zurschmitten asegura que “somos lo que comemos” y por lo tanto la posibilidad de sentirse bien a nivel emocional y físico depende en gran parte de los modos y las conductas alimenticias que las personas tienen, incorporan o modifican.
 
Las dietas milagrosas no son más que un espejismo cuyo duración es instantánea. La clave es proyectar a futuro e instalar buenos hábitos y conductas alimenticias a largo plazo que mejoran la salud física y mental y previenen enfermedades.

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Por Eugenia Plano