10 aportes de la neurociencia para aprender a pensar

Qué proponen las neurociencias para estimular el pensamiento crítico y producir ciudadanos creativos, capaces de generar conocimientos nuevos y relevantes para la sociedad.

Ya hace tiempo se viene discutiendo qué tan eficaz es la escuela y el sistema educativo en la enseñanza del pensamiento crítico. La realidad no es ambigua en esto: hemos fracasado en producir ciudadanos críticos y creativos, generadores de nuevo conocimiento relevante para la sociedad.

No es que no existan personas con estas características, pero evidentemente si lo lograron se debe más al esfuerzo individual o el apoyo de su entorno inmediato que a un programa sistemático y formalizado de la escuela.

¿Qué nos dicen las Neurociencias al respecto? ¿Qué propuestas nos ofrecen?

  1. Conocer el cerebro. Algo clave para poder brindar una educación significativa a nuestros niños y adolescentes es comprender en qué momento evolutivo se encuentran sus cerebros y qué necesitan. Oportunamente, Piaget desarrolló su teoría epigenética y su aporte se transformó en revolucionario. Hoy contamos con investigaciones neurocientíficas que nos dicen que el cerebro debe ser estimulado de una manera integral. Además, nos ayudan a comprender qué áreas se desarrollan y mediante qué tipo de intervenciones. Sabemos por ejemplo que el área frontal, el área específicamente humana, puede regular nuestras conductas ayudándonos a crear un escenario futuro y también a inhibir el impulso inmediato. Asimismo, sabemos que áreas como la corteza límbica, sobreestimuladas por la experiencia emocional social, pueden producir desajustes conductuales y malestar anímico. En la adolescencia, el cerebro sufre un cambio importante en cuanto a los ritmos de la vigilia-descanso: los horarios muy tempranos son contraproducentes y la escuela ya debería plantearse la posibilidad de iniciar la cursada en horarios más tardíos por la mañana o en horarios vespertinos.
  2. Valorar la importancia del contacto con la naturaleza y con el mundo social de una manera espontánea en el transcurso de los primeros años especialmente, pero en la vida del educando en general: esto le permite construir las formas, los colores, el movimiento y la profundidad que dan esencia a los conceptos y las ideas. Las experiencias nuevas y llenas de exploración sensitiva enriquecen su mundo interno y la fantasía que va a dar lugar a su creatividad e intuición.
  3. Intentar que el niño indague por sí solo e intente, por distintos medios, encontrar la explicación de los fenómenos que estudia: la curiosidad y lo que llamamos la Atención Pura, la mente de principiante, es clave. Sugata Mitra, un reconocido doctor en Física, en la India, ha estudiado cómo los niños pueden enseñarse a sí mismos a partir de colocar pantallas de computadoras en huecos de las paredes. Así observó cómo los chicos aprendían, en un contexto desprovisto de toda tecnología informática, a usarlas y a conocer cómo accionar con sus dedos todas las funciones del dispositivo.
  4. Articular la enseñanza a los procesos cognitivos emergentes y a las capacidades que los mismos manifiestan. Por ello, es necesario conocer cómo funciona la mente de un niño/adolescente y qué puede aprender a cada etapa.
  5. Valorar la motivación como el motor de todo aprendizaje. Sin ella, todos los procesos subsiguientes se ven deteriorados. Si no existe este “combustible mental” para los educandos, es imposible generar aprendizaje significativo.
  6. Reconocer el valor de las emociones en el aprendizaje, en los vínculos (docente-alumno, alumno-alumno), y cómo cultivar estados emocionales equilibrados y positivos. Aprender a autorregular las emociones aflictivas.
  7. Diversificar la manera en que enseñamos. No sólo el método (que debe ser adecuado a cada grupo) sino también quién imparte la enseñanza: un estudio reciente hecho por investigadores argentinos reporta que los alumnos aprenden mejor los contenidos enseñados por otros alumnos. Sin desacreditar a los maestros, parece que la “proximidad afectiva” y la igualdad de roles escolares facilita el aprendizaje.
  8. Poder reconocer problemas de aprendizaje y de funcionamiento neuropsicológico de manera temprana para ayudar a los alumnos.
  9. Enseñar el autocontrol y cultivar las emociones altruistas es un eje fundamental que abrirá las puertas del desarrollo sano y la orientación armoniosa a la vida social.
  10. Valorar los distintos tipos de habilidades y capacidades de los alumnos, sin sobreestimar ninguna, y brindar los medios más adecuados para su desarrollo.

"Aprender es descubrir lo que ya sabes.
Actuar es demostrar que lo sabes.
Enseñar es recordarles a los demás que saben tanto como tú.
Sois todos aprendices, ejecutores, maestros."

Vía: Vida Sana

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Por Martín Reynoso / www.clarin.com