Oprah Winfrey: "Somos una cultura que no quiere noticias, quiere entretenimiento"
“La gente quiere info-entretenimiento de la mano de chicas con escote. No es sorprendente que seamos una cultura que no entiende su historia, y menos aun la historia afronorteamericana”
A sala llena, la 29a. edición del Festival Internacional de Cine de Santa Bárbara le otorgó el prestigioso premio Montecito de este año a Oprah Winfrey, por su inspiradora actuación en la película de Lee Daniels El mayordomo de la Casa Blanca, y como un reconocimiento a toda su carrera cinematográfica. Allí, la "Reina de todos los medios" habló de lo que significa para ella ser honrada por la ciudad donde vive actualmente, sobre el modo en que El color púrpura le cambió la vida, de su aprendizaje para lograr entregarse de lleno a la interpretación de un personaje, de sus razones para aceptar su papel en El mayordomo de la Casa Blanca. "¿La verdad? Pensé que iban a pedirme que le entregara el premio a Forest Whitaker. No pensé estar sentada acá, haciendo un repaso de mi carrera -dice-. Esta tarde, cuando hablé por teléfono con Gail, mi mejor amiga, me preguntó: ¿Te van a dar algún premio?. Y yo le contesté: No es algún premio. Es el premio Montecito. Ella me preguntó si el premio era por The Oprah Winfrey Show. Y cuando le dije que no, que era por toda mi labor cinematográfica, mi amiga se echó a reír a carcajadas, al punto que se le cayó el teléfono. Se lo agradezco, ¡pero vamos!, seamos serios, cuando me dijeron que me iban a entrevistar sobre mi labor cinematográfica, pensé que la cosa no podía durar más de 10 minutos. Yo me preguntaba: «¿Esta gente sabrá que hice tres películas?». Mientras que mi show televisivo tuvo 4694 emisiones."
- No se trata de la cantidad, sino de la calidad.
- Bueno, eso es verdad. Y también diría que éste es un gran año en cuanto a la calidad.
- Este año parece marcar un hito en cuanto a las historias sobre afroamericanos y a los trabajos de cineastas negros.
- Hablé de este tema con Spike Lee durante una entrevista que le hice para Oprah Winfrey Network, y él me decía que cada cinco o diez años la gente empieza a hablar de la abundancia de películas de negros, y que después se le pasa. Yo tenía mucha, pero mucha expectativa con 12 años de esclavitud. Fue durísima de ver. No sé qué les habrá pasado a los blancos, pero para mí fue durísimo, y lo digo en serio. Me parece fantástico que hayan logrado captar la esencia de esa historia, y contarla de una manera entretenida, que mantenga a la gente en sus butacas y al mismo tiempo la informe.
- El mayordomo de la Casa Blanca no sólo fue un éxito en Estados Unidos, sino que también fue un éxito comercial en el extranjero, por más que algunos dijeran que en el extranjero nadie le prestaría atención a una película con un elenco de negros.
- Yo tenía mucha, pero mucha expectativa con 12 años de esclavitud. Fue durísima de ver. No sé qué les habrá pasado a los blancos, pero para mí fue durísimo, y lo digo en serio -Bueno, eso es lo que dicen. Siempre dicen lo mismo, que no va a tener éxito. Así que el hecho de que en el circuito internacional haya recaudado 40 millones de dólares y haya superado la marca de los 100 millones de dólares en Estados Unidos es algo extraordinario.
- Usted ha dicho que su experiencia en El color púrpura le cambió la vida. ¿Por qué tuvo un significado tan profundo para usted?
- El color púrpura llegó en un momento trascendental de mi vida. Leí el libro no bien fue publicado. En 1983, cuando salió el libro, lo primero que hacía los domingos era lo mismo que hago ahora: abrir The New York Times y leer el suplemento de libros. Así que un día estaba leyendo el diario y me encontré con una reseña de este libro, El color púrpura, de la autora Alice Walker. Yo estaba en pijama, así que me calcé un abrigo encima y me fui para la librería. Compré el libro y lo leí en un solo día. Y al día siguiente, volví a la librería, compré todos los ejemplares que tenían, y empecé a regalárselos a todos mis conocidos. Se los pasé a todos mis compañeros de oficina. Estaba obsesionada. Fue entonces cuando me enteré de que iban a llevarlo al cine. La gente me decía: Alguien está por hacer una película con ese libro. Y yo pensaba: Dios, ¡tenés que meterme en esa película!. Ahora bien, yo no sabía nada de películas, nunca había estado en una. Pero empecé a rezar para estar en la película. Y ocurrió que Quincy Jones vino a Chicago y prendió la televisión de su habitación de hotel. Y ahí estaba yo, en AM Chicago, y Quincy Jones me vio y dijo: Ésa es Sofía. Yo no me enteré de nada de eso, pero Jones llamó a su agente de casting y así fue como audicioné para El color púrpura. Pero en ese entonces no la llamaban El color púrpura,sino Moon Song (Canción de luna), porque el proyecto era secreto. Así que recibí un llamado preguntándome si quería audicionar para una película llamada Canción de luna. Y yo le pregunté al que me llamó: ¿Está seguro de que no es para El color púrpura? Yo no venía rezando para estar en ninguna Canción de luna. Yo venía rezando para estar en El color púrpura. Conocía el libro al dedillo, así que cuando fui a la audición y leí el libreto me dije: ¡Pero esto es El color púrpura! Es increíble que yo misma haya hecho entrar eso en mi vida. Fue un milagro. Así que hice mi audición, pero no me dijeron nada. Pasaron dos meses: mala señal. Entonces, llamé al director de casting, Reuben Cannon, y le dije que no había tenido noticias de ellos. Y él me dijo: No nos llame. Somos nosotros los que llamamos. ¿Qué hace llamándome? ¿No sabe que hay actrices de verdad que audicionaron para ese papel?.
Ahora que soy Oprah Winfrey por supuesto que él lo niega. Pero lo dijo, y eso me dolió, y cuando corté el teléfono me puse a llorar. Y se me puso en la cabeza que era porque soy gorda, y que finalmente esa gordura me las había hecho pagar. Fui a una granja para gordos en Wisconsin, y traté de sacarme algunos kilos de encima. Hice lo que hacemos todos cuando apostamos a que vamos a bajar de peso, o sea, prepararme una última cena. Esa última cena terminó durando varias semanas. Tenía que sacar esas cenas de mi sistema. Pero cuando llegué a la granja para gordos, en vez de haber bajado los ocho kilos, había aumentado seis. Lo cierto es que cuando había hecho la audición, el personaje con el que audicioné se llamaba Harpo, y para mí esa había sido una señal de Jesús, porque Harpo es mi nombre escrito al revés. Así que ahí estaba yo, corriendo para bajar de peso, cuando llega una mujer que me dice: Tenés una llamada. Dice que es Steven Spielberg. Corrí al teléfono y Steven Spielberg me dice: Me enteré de que está en una granja para gordos. Y yo le dije: No, señor. Es un retiro de salud. Steven Spielberg me dijo: Me gustaría verla mañana en mis oficinas de Amblin. Yo ni sabía qué era eso. Me dijo: Si baja un solo kilo, podría quedarse sin el papel. Hice las valijas en siete minutos, paré en una heladería, me clavé tres bochas de helado por si había bajado algo, y así fui a la audición. Así que sí: El color púrpura me cambió la vida. Cambió todos y cada uno de los aspectos de mi vida.
- Gran parte del trabajo de su vida consiste en descubrir y convertirse en lo que usted auténticamente es, y sin embargo, actuar implica en gran medida esconder ese auténtico yo y convertirse en otro. ¿Cómo fue para usted esa transición?
- Bueno, cuando hice El color púrpura yo estaba tan entusiasmada con ser parte del proyecto y con que esa historia fuera llevada al cine que literalmente me encerraba en la habitación del hotel a leer libros de actuación. Tenía los libros de Stanislavski, porque instintivamente me había sentido atraída por la palabra "actuación". Sé que hay que encontrar la manera de contar la verdad, pero ¿cómo hacer para contar la verdad y actuar a la vez? Así que yo estaba leyendo Stanislavski. Y entonces un día Steven me pide que llore en una escena. Yo iba todos los días al set de filmación, ya me tocara actuar o no, ya tuviera una escena o no, porque el solo hecho de estar ahí y de aprender me hacía inmensamente feliz. Y un día estaba ahí, fuera de cuadro pero llorando por lo que pasaba en la escena, y Steven me dice: Esta tarde voy a hacer girar la cámara y quiero que hagas lo mismo que estás haciendo ahora. Yo dije: ¿Hacer qué? Y él me respondió: Lo que estás haciendo ahora. Quiero que llores. Yo en ese momento estaba mirando una escena de Harpo, y Steven iba a filmar la contracámara de esa escena, donde estaba yo. El problema es que yo no sabía cómo había logrado llorar: yo simplemente estaba llorando por lo que veía. Así que cuando me pidió que llorara, yo escuchaba rodar el celuloide, hacía esfuerzos, pero nada. Trataba de pensar en la muerte de mi perro. No sabía la técnica para que me salieran lágrimas. Recuerdo que había llevado sal en la mano para intentar ponérmela en los ojos. Esa noche, en la habitación del hotel, me puse a llorar desconsoladamente contra la pared, por no haber podido llorar cuando Steven me lo pidió. Pensé que me iba a echar de la película. Tuve que aprender a entregarme al personaje y dejar que el personaje tomara el control. Actuar es encontrar la manera de entregarse.
- ¿Piensa que el entretenimiento creativo, las películas y los libros son capaces de transportar al público de una forma que un programa de entrevistas no puede hacerlo? ¿Los ve como un complemente de su programa de televisión?
- Para mí, todo arte es un complemento para contar las historias de la gente. Yo estoy en el negocio de contar historias. Creo que la humanidad que todos nosotros compartimos está en la historia de nuestras vidas, y todo el mundo tiene una historia.
- Pasó mucho tiempo sin actuar, hasta que Lee Daniels le llevó el guión de El mayordomo de la Casa Blanca.
- El programa diario me estaba consumiendo. Cuando dejé El show de Oprah me dije, Éste ha sido el verdadero amor de mi vida, y ésa es la pura verdad. Y lo cierto es que me llevó más de un año separarme a mí misma del programa. Tomé esa decisión sabiendo que era el momento. No quería que alguien me arrebatara el micrófono de la mano en vivo y dijera: Hora de irse a casa, querida. Quería irme sabiendo que todavía me quedaban cosas por decir, y que lo que yo decía era importante para el público. Cuando Lee Daniels me llamó para El mayordomo de la Casa Blanca, me dijo: Escribí este personaje para vos. Le dije: ¿Sabés? Lo voy a hacer. Y tendré la oportunidad de contar una historia con verdadero significado, y de una manera que haga que la gente, a través del entretenimiento de una película, pueda conocer esa historia. Cuando se estrenó, algunos jóvenes vinieron a preguntarme si de veras era una historia real. Así que creo que es muy importante que cada cual cuente su historia, para así transmitir nuestro legado y nuestro mensaje, y para que todos vean lo que somos, como país y como sociedad. Por eso acepté el papel.
- ¿La sorprendió que la gente no conociera esa parte de la historia norteamericana?
- No, no me sorprendió. Así somos nosotros. ¿Es sorprendente, acaso, que a una organización de noticias le cueste tanto informar actualmente en Estados Unidos? No, no es sorprendente, porque somos una cultura que no quiere noticias. Queremos entretenimiento. Queremos info-entretenimiento. Es por eso que CNN atraviesa dificultades. La gente quiere info-entretenimiento de la mano de chicas con escote. No es sorprendente que seamos una cultura que no entiende su historia, y menos aun la historia afronorteamericana. No me sorprendió para nada. Justamente por eso es que quise contar esa historia. Traducción de Jaime Arrambide.
- No se trata de la cantidad, sino de la calidad.
- Bueno, eso es verdad. Y también diría que éste es un gran año en cuanto a la calidad.
- Este año parece marcar un hito en cuanto a las historias sobre afroamericanos y a los trabajos de cineastas negros.
- Hablé de este tema con Spike Lee durante una entrevista que le hice para Oprah Winfrey Network, y él me decía que cada cinco o diez años la gente empieza a hablar de la abundancia de películas de negros, y que después se le pasa. Yo tenía mucha, pero mucha expectativa con 12 años de esclavitud. Fue durísima de ver. No sé qué les habrá pasado a los blancos, pero para mí fue durísimo, y lo digo en serio. Me parece fantástico que hayan logrado captar la esencia de esa historia, y contarla de una manera entretenida, que mantenga a la gente en sus butacas y al mismo tiempo la informe.
- El mayordomo de la Casa Blanca no sólo fue un éxito en Estados Unidos, sino que también fue un éxito comercial en el extranjero, por más que algunos dijeran que en el extranjero nadie le prestaría atención a una película con un elenco de negros.
- Yo tenía mucha, pero mucha expectativa con 12 años de esclavitud. Fue durísima de ver. No sé qué les habrá pasado a los blancos, pero para mí fue durísimo, y lo digo en serio -Bueno, eso es lo que dicen. Siempre dicen lo mismo, que no va a tener éxito. Así que el hecho de que en el circuito internacional haya recaudado 40 millones de dólares y haya superado la marca de los 100 millones de dólares en Estados Unidos es algo extraordinario.
- Usted ha dicho que su experiencia en El color púrpura le cambió la vida. ¿Por qué tuvo un significado tan profundo para usted?
- El color púrpura llegó en un momento trascendental de mi vida. Leí el libro no bien fue publicado. En 1983, cuando salió el libro, lo primero que hacía los domingos era lo mismo que hago ahora: abrir The New York Times y leer el suplemento de libros. Así que un día estaba leyendo el diario y me encontré con una reseña de este libro, El color púrpura, de la autora Alice Walker. Yo estaba en pijama, así que me calcé un abrigo encima y me fui para la librería. Compré el libro y lo leí en un solo día. Y al día siguiente, volví a la librería, compré todos los ejemplares que tenían, y empecé a regalárselos a todos mis conocidos. Se los pasé a todos mis compañeros de oficina. Estaba obsesionada. Fue entonces cuando me enteré de que iban a llevarlo al cine. La gente me decía: Alguien está por hacer una película con ese libro. Y yo pensaba: Dios, ¡tenés que meterme en esa película!. Ahora bien, yo no sabía nada de películas, nunca había estado en una. Pero empecé a rezar para estar en la película. Y ocurrió que Quincy Jones vino a Chicago y prendió la televisión de su habitación de hotel. Y ahí estaba yo, en AM Chicago, y Quincy Jones me vio y dijo: Ésa es Sofía. Yo no me enteré de nada de eso, pero Jones llamó a su agente de casting y así fue como audicioné para El color púrpura. Pero en ese entonces no la llamaban El color púrpura,sino Moon Song (Canción de luna), porque el proyecto era secreto. Así que recibí un llamado preguntándome si quería audicionar para una película llamada Canción de luna. Y yo le pregunté al que me llamó: ¿Está seguro de que no es para El color púrpura? Yo no venía rezando para estar en ninguna Canción de luna. Yo venía rezando para estar en El color púrpura. Conocía el libro al dedillo, así que cuando fui a la audición y leí el libreto me dije: ¡Pero esto es El color púrpura! Es increíble que yo misma haya hecho entrar eso en mi vida. Fue un milagro. Así que hice mi audición, pero no me dijeron nada. Pasaron dos meses: mala señal. Entonces, llamé al director de casting, Reuben Cannon, y le dije que no había tenido noticias de ellos. Y él me dijo: No nos llame. Somos nosotros los que llamamos. ¿Qué hace llamándome? ¿No sabe que hay actrices de verdad que audicionaron para ese papel?.
Ahora que soy Oprah Winfrey por supuesto que él lo niega. Pero lo dijo, y eso me dolió, y cuando corté el teléfono me puse a llorar. Y se me puso en la cabeza que era porque soy gorda, y que finalmente esa gordura me las había hecho pagar. Fui a una granja para gordos en Wisconsin, y traté de sacarme algunos kilos de encima. Hice lo que hacemos todos cuando apostamos a que vamos a bajar de peso, o sea, prepararme una última cena. Esa última cena terminó durando varias semanas. Tenía que sacar esas cenas de mi sistema. Pero cuando llegué a la granja para gordos, en vez de haber bajado los ocho kilos, había aumentado seis. Lo cierto es que cuando había hecho la audición, el personaje con el que audicioné se llamaba Harpo, y para mí esa había sido una señal de Jesús, porque Harpo es mi nombre escrito al revés. Así que ahí estaba yo, corriendo para bajar de peso, cuando llega una mujer que me dice: Tenés una llamada. Dice que es Steven Spielberg. Corrí al teléfono y Steven Spielberg me dice: Me enteré de que está en una granja para gordos. Y yo le dije: No, señor. Es un retiro de salud. Steven Spielberg me dijo: Me gustaría verla mañana en mis oficinas de Amblin. Yo ni sabía qué era eso. Me dijo: Si baja un solo kilo, podría quedarse sin el papel. Hice las valijas en siete minutos, paré en una heladería, me clavé tres bochas de helado por si había bajado algo, y así fui a la audición. Así que sí: El color púrpura me cambió la vida. Cambió todos y cada uno de los aspectos de mi vida.
- Gran parte del trabajo de su vida consiste en descubrir y convertirse en lo que usted auténticamente es, y sin embargo, actuar implica en gran medida esconder ese auténtico yo y convertirse en otro. ¿Cómo fue para usted esa transición?
- Bueno, cuando hice El color púrpura yo estaba tan entusiasmada con ser parte del proyecto y con que esa historia fuera llevada al cine que literalmente me encerraba en la habitación del hotel a leer libros de actuación. Tenía los libros de Stanislavski, porque instintivamente me había sentido atraída por la palabra "actuación". Sé que hay que encontrar la manera de contar la verdad, pero ¿cómo hacer para contar la verdad y actuar a la vez? Así que yo estaba leyendo Stanislavski. Y entonces un día Steven me pide que llore en una escena. Yo iba todos los días al set de filmación, ya me tocara actuar o no, ya tuviera una escena o no, porque el solo hecho de estar ahí y de aprender me hacía inmensamente feliz. Y un día estaba ahí, fuera de cuadro pero llorando por lo que pasaba en la escena, y Steven me dice: Esta tarde voy a hacer girar la cámara y quiero que hagas lo mismo que estás haciendo ahora. Yo dije: ¿Hacer qué? Y él me respondió: Lo que estás haciendo ahora. Quiero que llores. Yo en ese momento estaba mirando una escena de Harpo, y Steven iba a filmar la contracámara de esa escena, donde estaba yo. El problema es que yo no sabía cómo había logrado llorar: yo simplemente estaba llorando por lo que veía. Así que cuando me pidió que llorara, yo escuchaba rodar el celuloide, hacía esfuerzos, pero nada. Trataba de pensar en la muerte de mi perro. No sabía la técnica para que me salieran lágrimas. Recuerdo que había llevado sal en la mano para intentar ponérmela en los ojos. Esa noche, en la habitación del hotel, me puse a llorar desconsoladamente contra la pared, por no haber podido llorar cuando Steven me lo pidió. Pensé que me iba a echar de la película. Tuve que aprender a entregarme al personaje y dejar que el personaje tomara el control. Actuar es encontrar la manera de entregarse.
- ¿Piensa que el entretenimiento creativo, las películas y los libros son capaces de transportar al público de una forma que un programa de entrevistas no puede hacerlo? ¿Los ve como un complemente de su programa de televisión?
- Para mí, todo arte es un complemento para contar las historias de la gente. Yo estoy en el negocio de contar historias. Creo que la humanidad que todos nosotros compartimos está en la historia de nuestras vidas, y todo el mundo tiene una historia.
- Pasó mucho tiempo sin actuar, hasta que Lee Daniels le llevó el guión de El mayordomo de la Casa Blanca.
- El programa diario me estaba consumiendo. Cuando dejé El show de Oprah me dije, Éste ha sido el verdadero amor de mi vida, y ésa es la pura verdad. Y lo cierto es que me llevó más de un año separarme a mí misma del programa. Tomé esa decisión sabiendo que era el momento. No quería que alguien me arrebatara el micrófono de la mano en vivo y dijera: Hora de irse a casa, querida. Quería irme sabiendo que todavía me quedaban cosas por decir, y que lo que yo decía era importante para el público. Cuando Lee Daniels me llamó para El mayordomo de la Casa Blanca, me dijo: Escribí este personaje para vos. Le dije: ¿Sabés? Lo voy a hacer. Y tendré la oportunidad de contar una historia con verdadero significado, y de una manera que haga que la gente, a través del entretenimiento de una película, pueda conocer esa historia. Cuando se estrenó, algunos jóvenes vinieron a preguntarme si de veras era una historia real. Así que creo que es muy importante que cada cual cuente su historia, para así transmitir nuestro legado y nuestro mensaje, y para que todos vean lo que somos, como país y como sociedad. Por eso acepté el papel.
- ¿La sorprendió que la gente no conociera esa parte de la historia norteamericana?
- No, no me sorprendió. Así somos nosotros. ¿Es sorprendente, acaso, que a una organización de noticias le cueste tanto informar actualmente en Estados Unidos? No, no es sorprendente, porque somos una cultura que no quiere noticias. Queremos entretenimiento. Queremos info-entretenimiento. Es por eso que CNN atraviesa dificultades. La gente quiere info-entretenimiento de la mano de chicas con escote. No es sorprendente que seamos una cultura que no entiende su historia, y menos aun la historia afronorteamericana. No me sorprendió para nada. Justamente por eso es que quise contar esa historia. Traducción de Jaime Arrambide.
Por Christina Radish | IFA. Fuente: www.lanacion.com