En el MAR, la atracción por el arte crece al ritmo del verano

El museo marplatense convocó a más 200.000 personas con Horizontes de Deseo; la muestra apela al espectador

MAR DEL PLATA.- "¿Qué es lo que ven?", pregunta Laura, la guía que encabeza el grupo que, en la Sala 3, ingresa a uno de los espacios más holgados del edificio, reservado esta vez para la artista Mariana Tellería. Hay tres palos y, en lo alto del del medio, un nido (o carajo); sogas y hasta una tira de luces que los unen y una plataforma que suena a cubierta. "¡Un barco, una carabela de Colón!", arriesga una mujer que proyecta un todo sobre unas pocas partes. "Esto nos muestra cómo el cerebro tiende a cerrar y dar significados", explica la responsable del recorrido que finaliza allí, frente a la obra Naufragio, junto a diez nuevas personas que se suman a los 200.000 visitantes que ya tuvo el Museo de Arte Contemporáneo (MAR) en poco más de un mes.

La muestra Horizontes de Deseo sorprende en esa mirada cercana; también como buscando, en el caso de algunos artistas, un feedback directo con sus obras. O ser parte de ellas, experiencia que viven los que se animan a sentarse en los peldaños de madera de Pasando el tiempo y Self Theatre, tribuna con luces y sensores de movimiento, ambas aportadas por Patricio Gil Flood. "La gente viene, mira, pregunta y cuando entiende que se puede participar e intervenir, se anima", cuenta Gianfranco, de mameluco de naranja furioso, que supervisa cada ambiente y acompañan al público en la identificación e interpretación de cada una de las propuestas. En esa Sala 1, señala la instalación de la brasileña Rivane Neuenschwander como una de las mayores tentaciones del público. Comprende una pared de casi 40 m2 repleta de pulseras de tela, en decenas de colores. Cada una lleva impreso un deseo. "Se llevan una pulsera y retroalimentan la obra con otro deseo, que dejan plasmado en un papel para que alimente la próxima presentación", explica Gianfranco. El canje superó lo esperado y entró en suspenso ante el riesgo de dejar desnuda la instalación.

Leyla Núñez y Yamila, su hija de 10 años, sienten que empiezan a completar el recorrido, pero se entusiasman con una vuelta más. "La que más nos gustó fue la de la entrada", coinciden sobre Normal, el colorido tubo de más de ocho metros de altura que montó Martín Huberman en el hall de acceso, con casi 70.000 broches.

El ritmo de visitas al MAR en ésta, su segunda temporada desde su inauguración, es más que intenso. De jueves a martes tiene acceso gratuito, desde las 11 hasta las 23. En enero tuvo jornadas con más de 8000 entradas. Allí no solamente se encuentra la muestra curada -como La Ola Pop y El Museo de los Mundos Imaginarios, las dos anteriores- por Rodrigo Alonso. La oferta se amplía con actividades diarias que incluyen proyecciones de cine, presentaciones musicales, charlas y propuestas recreativas para chicos. Y una feria del libro y gastronómica, que acompaña en la plaza lindera.

Alonso dio forma a la actual propuesta bajo el eje Desear, Proyectar, Construir y Transformar. Cada uno de estos pilares conceptuales tiene espacio propio en un recorrido extenso, que requiere tiempo para seguir paso a paso, unir épocas distantes y estilos muy diferentes: desde los óleos de Benito Quinquela Martín hasta el impacto -particularmente para los poco habituados al arte contemporáneo- que puede lograr, por ejemplo, Charly Nijensohn, en una sala inmensa y oscura, dispuesta para apreciar y dimensionar al extremo la soledad a partir de pantallas y sonido. Está también la maqueta de la Casa del Puente, joya de la arquitectura moderna diseñada por Amancio Williams, una impresora orgánica, fotografías de Nicolás Trombetta...

"El MAR logró pronto una gran conexión con el público, tanto marplatenses como turistas, que se renueva y crece con cada obra", dijo a LA NACION Jorge Telerman. El titular del Instituto de Cultura de la provincia de Buenos Aires, además, anticipa que Horizontes de Deseo se ampliará en estos días. El lobo de mar dorado de Marta Minujín, ícono del museo en la empalizada de acceso, ya no estará tan solo. Se está montando allí Volúmenes, obra de Sergio Avello, a partir de un acuerdo con el Museo de Arte Latinoamericano de Buenos Aires (Malba), que la cede la por tres años. Esta suerte de semáforo de siete metros de altura se enciende según el nivel de ruido ambiental que tiene la ciudad. Más sonidos lo harán más iluminado, desde el verde de lo aceptable, pasando por el amarillo de la advertencia hasta el rojo que llamará definitivamente la atención. Otra atracción para el foco cultural que se afianzan en la costa, casi avenida Constitución.

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Por Darío Palavecino / www.lanacion.com