Casi un décimo de la carga global de enfermedades podría ser contenida a través del mejoramiento del abastecimiento del agua

La mitad de todas las camas de hospital del mundo están ocupadas por quienes sufren de enfermedades ligadas a agua contaminada.

Según datos de Naciones Unidas, tres de cada diez habitantes del mundo carecen de acceso a servicios de agua potable seguros y seis de cada diez carecen de instalaciones de saneamiento gestionadas de forma segura.

Así, el número de personas que no cuentan con ningún servicio de agua básico es de 844 millones, y son 2.100 millones quienes no disponen de agua potable gestionada de forma segura, en tanto que 4.500 millones de habitantes no tienen acceso a servicios de saneamiento seguros y 892 millones aún hacen sus necesidades al aire libre. Además, solo el 27 % de la población de los países menos adelantados tiene acceso a jabón y agua para lavarse las manos in situ.

Desde hace 27 años cada 22 de marzo se celebra el Día Mundial del Agua. El lema elegido para la celebración de este año es “Agua y Cambio Climático”. Y además, dadas las graves consecuencias de la falta de acceso al agua y saneamiento de millones de habitantes del planeta, Naciones Unidas lanzó también en 2018 el Decenio Internacional para la Acción “Agua para el Desarrollo Sostenible”, con el fin de acelerar la adopción de medidas que ayuden a transformar la manera en que se gestiona el agua.

En sintonía con esta convocatoria, y con la plena convicción de que no hay más tiempo que perder para cumplir con las metas que garanticen el acceso al agua y saneamiento como un derecho humano, desde el Centro Nacional de Responsabilidad Social Empresaria y Capital Social de la UBA (Cenarsecs) lanzamos la campaña “Acción por el Agua. Es ahora” durante todo el mes de marzo, para concientizar sobre esta crisis, promover hábitos responsables, difundir buenas prácticas empresariales respecto al agua y promover el accionar de organizaciones de la sociedad civil que trabajan en esta temática en nuestro país.

La Organización Mundial de la Salud (OMS) ha manifestado en varias ocasiones que el 85% de las causas de enfermedades y de muertes en el mundo, se asocian con el agua contaminada y la carencia del líquido. Entre ellas inciden en la fiebre tifoidea 200.000 muertes anuales, el cólera 120.000, el rotavirus 500.000, la disentería bacilar 600.000. Por causa de la diarrea mueren al año en el mundo, 1.800.000 niños menores de cinco años.

Es la segunda causa de muerte en niños menores de 5 años y representa el 43% de las muertes debidas a enfermedades relacionadas con el agua. Asimismo, el 50% de los casos de desnutrición en el mundo están vinculados con diarreas repetidas o infecciones intestinales.

La mitad de todas las camas de hospital del mundo están ocupadas por quienes sufren de enfermedades ligadas a agua contaminada.

Más gente muere por estas enfermedades que como resultado de todas las formas de violencia, incluida las guerras.

Por otro lado, en muchos lugares, las fuentes de agua suelen estar alejadas de los hogares, y generalmente son las mujeres y las niñas quienes dedican gran parte de su tiempo a buscar agua, tarea que suele exponerlas a ataques de hombres e incluso a animales salvajes.

Además, sin una instalación sanitaria adecuada, las personas no tienen más remedio que usar letrinas comunitarias o defecar al aire libre. Para las mujeres y las niñas, esto también conlleva una complicación extra, ya que encontrar un lugar para ir al baño afuera, a menudo puede dejarlas vulnerables al abuso y la agresión sexual.

Los problemas en el acceso al agua y al saneamiento exacerban la marginación de las mujeres al encerrarlas en un ciclo de pobreza, con consecuencias más amplias para la sociedad y las economías nacionales.

Casi un décimo de la carga global de enfermedades podría ser contenida a través del mejoramiento del abastecimiento del agua, saneamiento, higiene, y la gestión de los recursos hídricos. Tales mejoras reducirían la mortalidad infantil y mejorarían el estado nutricional y de salud de una manera sostenible.

El acceso a los adultos de agua y saneamiento, en particular a las mujeres, no solo les permitiría realizar actividades más productivas, sino que además crearían un empleo asociado.

Como lo señala el Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo, la crisis mundial del agua nace de la desigualdad y la pobreza y no de la disponibilidad física del recurso.

Por todo ello, el cuidado del agua y la satisfacción del derecho al agua y saneamiento, no son solo responsabilidad de las políticas públicas, sino que también requiere el firme compromiso e involucramiento de múltiples actores: gobiernos, universidades, empresas, sociedad civil y ciudadanos.

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Por Julián D’Angelo, Coordinador Ejecutivo del Centro de Responsabilidad Social Empresaria y Capital Social (UBA), Coordinador de la campaña “Acción por el Agua.