HAPPYCRACIA: La obligación de ser feliz

La felicidad no se puede obtener de una máquina expendedora.

Hace ya unos años, desde las redes sociales y páginas de internet, se promociona una comunicación basada en el marketing de la felicidad, donde la obligación implícita de tener que estar siempre bien, subyace en cada palabra e idea. La explicación más clara es una nueva corriente llamada “Happycracia” (happy: felicidad, cracia: poder), que se basa en la necesidad de tener que sentirse bien siempre, a pesar de todo. No hay lugar para los sentimientos negativos, la tristeza o la angustia, en contraposición con lo que realmente nos está pasando como sociedad mundial, que cada vez vivimos más inseguros, ansiosos, estresados e infelices.

Una actitud positiva, siempre

Esa es una de las bases del movimiento, o al menos, intentar que ante cualquier situación en la vida, debes hacer el esfuerzo de estar contento y aceptar lo que te esté pasando con alegría, para entonces, sobrellevarlo mejor.

Desde la psicología, se sabe desde hace años que una buena actitud de vida, puede generar cambios productivos en las cosas negativas que nos pasan, para suavizar los efectos de esa situación y no sufrir tanto.

Pero la “happycracia” va más allá, te dice continuamente que todo lo que te pasa se genera por tus decisiones personales, como si uno eligiera sentirse mal, enfermarse, o frustrar un proyecto, porque quiere.

Por supuesto que estar bien es una decisión, pero a veces no basta con tomarla conscientemente. Hay otros factores que intervienen.

Las personas transitamos por la vida con todo tipo de problemas y conflictos que escapan a nuestra acción o deseo, y es muy cruel generar la culpa de decirle a alguien que no es feliz porque no quiere, que las cosas no le salen bien porque vibra en otra frecuencia menos positiva, o porque no le pide con demasiado ahínco al universo que se cumplan sus planes o proyectos. Genera mucha frustración.

La máquina expendedora de alegría

La industria de la felicidad mueve millones de dólares al año solo pagando conferencistas que ganan entre tres mil y seis mil dólares por presentación, libros, videos, merchandaising, etc, que nos quieren convencer con actuaciones persuasivas o historias de vida (storytelling, palabra de moda si las hay), que la responsabilidad de nuestros éxitos y fracasos, de la salud y las enfermedades es solo nuestra, y eso acarrea sin duda, desánimo, una odiosa comparación continua con otros que se ven genial todo el tiempo en sus redes y videos, y una gran decepción posterior por no poder ser como ellos.

Lo que la mente piensa es: ¿qué está mal en mí, que no puedo ser feliz?

Pero lo que nadie explica, y la mayoría no se plantea, es que la felicidad no se puede obtener de una máquina expendedora, poniendo una moneda. Uno no es feliz o infeliz porque quiere. Hay muchas circunstancias que nos hacen lo que somos, cómo reaccionamos a lo que nos pasa, con qué ángulo miramos nuestra vida y el mundo, y que podemos hacer desde nuestro lugar para estar mejor. No implica solo el deseo o una charla motivadora.

Los adolescentes, los más perjudicados

Imaginen un niño que está pasando por los años más conflictivos de su vida, la pre adolescencia o adolescencia. Sus hormonas no lo dejan en paz, no entiende sus cambios de humor, no sabe cómo manejarse en las situaciones emocionales, siente que tiene que “pertenecer” como sea, no tiene apoyo de su familia, y consume continuamente lo que las redes le escupen, sin control ni explicación.

El discurso continuo de la felicidad boba va entrando en su inconsciente devorando sus neuronas, y la angustia, empieza a crecer: “yo no soy feliz”. Se siente mal y no sabe porque, está deprimido, procrastina, (otra palabra de moda), y siente que el mundo se viene abajo. ¿Cómo puedo no ser feliz como me piden?, piensa.

Conclusión: “no soy feliz, no soy como ellos, no SOY”, y eso puede ser fatal. Literalmente.

Qué linda idea

La idea de ser feliz siempre es hermosa, pero es muy peligrosa. Frases, memes, y cuadritos decorativos invaden las redes sociales, con canciones conmovedoras y soluciones mágicas. Pero al levantar la vista del móvil, la vida se ve diferente.

Según estos cartelitos para ser aptos, y tener éxito, tenemos que tener talento, habilidades blandas, ser asertivos, receptivos, alegres y competitivos pero empáticos, vulnerables en su punto justo, sensibles pero seguros y claro, siempre pero siempre, tomarnos todo lo que nos sucede con alegría. Lo más parecido a un robot programado con inteligencia artificial.

Nuestra salud mental está en riesgo

Lo único que puede salvarnos de esta idea nefasta es hablar. Conversar de esta sensación “de no ser parte” con quienes nos quieren o aprecian. Hablar con nuestros hijos y explicarles que está bien a veces estar tristes, frustrarse y que eso también nos hace crecer y apreciar los momentos felices con más fuerza. Hablar con nuestras parejas, con nuestros amigos, hablar, hablar, hablar. Porque solo hablando podemos encontrar semejanzas en otros que sienten lo mismo y darnos la tranquilidad de que está bien solo SER, y que somos aceptados y válidos por quienes somos.

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Gentileza, María Belén Castellino, Especialista en Oratoria y Kinésica | IG: @belucastellino