21/11/2014
Toledo, entre espadas y castillos medievales
Desde lo alto de un promontorio, el casco histórico de esta atractiva ciudad de España invita a pasear por calles estrechas que remiten al Quijote, El Greco y al legado de cristianos, árabes y judíos.
Los laberintos proponen un desafío que consiste, básicamente, en la dificultad para encontrar la salida. Aun para quienes ya conocen Toledo, la ciudad insiste en presentarse una y otra vez como un laberinto de calles estrechas, tramposas, que simulan ir a lugares que parecieran existir solamente en los mapas y folletos turísticos.
Como ocurre con los laberintos, Toledo atrapa desde un primer momento. Atrapa en el mejor de los sentidos, ya que sus murallas, puertas, templos y desniveles resultan fascinantes por la historia que encierran y por aparentar haber quedado detenidos en un pasado lejano. Pero también hay que reconocer que, de a ratos, exaspera el urbanismo cerrado toledano, especialmente, cuando las horas no alcanzan y uno no encuentra todos los monumentos y templos que quisiera visitar.
A unos 70 kilómetros de Madrid y perteneciente a la comunidad autónoma de Castilla-La Mancha, en España, la ciudad histórica está inscripta como Patrimonio de la Humanidad desde 1986 por la Unesco por sus valores culturales, geográficos y paisajísticos; su emplazamiento en lo alto de un promontorio granítico que rodea el río Tajo; los Cigarrales y los miradores (como La Granja, Virgen de Gracia, Santa Leocadia y San Cristóbal).
Qué abordarán de Toledo los viajeros dependerá de sus intereses, de los circuitos sugeridos por la Oficina de Turismo y de su edad y estado físico (las escaleras mecánicas ayudan, pero en el casco histórico habrá que subir y bajar mil calles). Y del tiempo que tengan.
Algunos comerciantes se quejan porque muchas personas llegan hasta aquí de paso, apuradas, en excursiones que parten de Madrid por la mañana y se llevan todo el bullicio por la tarde. Al observar la escena unos minutos se comprende en parte su fastidio: "¿Voy bien para la Catedral?", "¿El Alcázar queda hacia la derecha?", "¿Estamos lejos de la Plaza de Zocodover?", les preguntarán una, dos, mil cuatrocientas veces en pocos minutos. Y así será todos los días, durante todos los años. Nobleza obliga, una gran cantidad de turistas se detienen a almorzar y comprar. Puede ser una figura de Don Quijote, una espada, una armadura medieval en miniatura, algo que remita a El Greco, libros sobre los Templarios o el Tribunal de la Santa Inquisición de Toledo o el famoso mazapán.
Claro que lo ideal es dormir en la ciudad que se visita para palpar mejor su ritmo, descubrir cuándo se apaga el último farol y escuchar los sonidos de sus mañanas. Pero la distancia y los costos de cada viaje hacia Europa suelen apretar las estadías de los argentinos en cada destino, y en general, vamos a Toledo por un día en bus, en tren o en excursión desde Madrid.
Conscientes de que el tiempo es tirano y de que el trazado de la ciudad retrasará cualquier plan para recorrer el laberinto, lo mejor será establecer prioridades. Y tomar puntos de referencia para optimizar la visita. La Puerta de Bisagra es un buen ícono para comenzar.
Una bisagra al pasado
De origen musulmán, el nombre de la puerta deriva de la palabra "Bab-Shagra", que significa "Puerta de la Sagra". Conocida en la actualidad como Puerta de Bisagra, fue reconstruida bajo los reinados de Carlos V y Felipe II. Formada por dos cuerpos, tiene un arco coronado por un enorme escudo imperial de la ciudad -con el águila bicéfala- y flanqueado por dos grandes torreones semicirculares.
Cuesta arriba se llega a la Plaza de Zocodover, difícil de pronunciar. Se trata del centro de la vida comercial de la ciudad, y ha sido testigo de todas las épocas y pueblos que se asentaron en estas latitudes.
Mientras los romanos la ocupaban como espacio defensivo de la muralla por la única puerta de acceso de entonces en el Arco de la Sangre, los árabes la convirtieron en "mercado de bestias", que es el actual significado de su nombre.
Aquí se han celebrado corridas de toros, ejecuciones de la Inquisición, justas y todo tipo de disputas, hasta convertirse en la actualidad, en el centro vital de la capital de Castilla-La Mancha, rodeada de cafés, restaurantes y tiendas.
Cercano a la plaza, otro imperdible es el Alcázar, un gran edificio rectangular que se divisa desde lejos por encontrarse en la colina más alta de la ciudad. Los vestigios de las estructuras anteriores indican que siempre fue un lugar fortificado, desde tiempos romanos y musulmanes, por ejemplo.El actual edificio fue mandado construir por el emperador Carlos V, para contar con una residencia acorde a su posición. Para tal fin, se destruyó casi por completo el anterior castillo medieval (aunque en la fachada oriental quedan estructuras almenadas) y cada fachada del edificio determina artísticamente el momento en que fue realizado, dentro de las diversas fases del Renacimiento español.
El nuevo palacio no llegó a ser morada de reyes, ya que mucho antes de terminarlo, la capital se establecía en Madrid. Sin embargo, sí fue refugio de reinas viudas y retiradas de la Corte por los sucesores de sus esposos, como Mariana de Austria, viuda de Felipe IV, y Juana de Neoburgo, que lo fue de Carlos II. El Alcázar tuvo diversos usos, desde cárcel de la Corona, cuartel militar de ejércitos, talleres de sederos y la Academia de Infantería.
Además, el edificio sufrió varios incendios, algunos intencionales y otros fortuitos, antes de su casi total destrucción en 1936. Su reconstrucción comenzaría en 1940, coronada en 1961 con la inauguración del monumento a los defensores del Alcázar durante la Guerra Civil.
En el año de El Greco
La siguiente parada obligada es la Santa Iglesia Catedral Primada, que comenzó a construirse en 1227 sobre los cimientos de la catedral visigoda del siglo VI, que fue utilizada como mezquita. De estilo gótico con influencia francesa, mide 120 metros de largo por 60 metros de ancho, está compuesta por cinco naves, sostenida por 88 columnas y 72 bóvedas. Las capillas, el coro, la sacristía, el tesoro, la sala capitular y el claustro son algunos de los sitios más importantes para visitar, y ante la extensión y riqueza histórica del lugar, se sugiere tomar una visita guiada o alquilar un servicio de audioguía.
A medida que se avanza por Toledo, van apareciendo templos por doquier, pero también edificios y museos tales como "Exposición permanente de los Templarios y otras órdenes militares" o "Antiguos instrumentos de tortura". Será una experiencia durísima, pero para quienes están interesados en profundizar sus conocimientos históricos, valdrá la pena observar esta selección de herramientas y máquinas de tortura y pena capital que eran utilizadas por los tribunales inquisitoriales -tanto eclesiásticos como civiles- en toda Europa. Una crueldad incomprensible, que marcará un antes y un después en la vida de cualquier ser humano sensible.
Si bien la vida y obra de El Greco siempre está presente en Toledo, con la exposición "El Greco, arte y oficio", a lo largo de todo 2014 se viene conmemorando el "IV Centenario" de la muerte del pintor. Para la ocasión, la ciudad logró reunir la mayor parte de su producción, con obras procedentes de todo el mundo. Se trata de un paseo que lleva tiempo, pero nadie saldrá defraudado: El Museo de Santa Cruz, la Catedral de Toledo, el Museo del Greco, la iglesia de Santo Tomé, el Convento de Santo Domingo el Antiguo, el Hospital Tavera y el Santuario de Nuestra Señora de la Caridad forman parte del circuito para disfrutar de más de 90 obras del artista.
La pulsera turística
Con épocas históricas muy marcadas y atravesadas por distintas religiones, Toledo ha sido conocida siempre como la "Ciudad de la Tolerancia" o la "Ciudad de las Tres Culturas", en alusión a la convivencia de judíos, musulmanes y cristianos. Si bien nunca estuvo dividida claramente por barrios de cada una de las religiones, sí existen zonas con una mayor influencia de cada una. Con el espíritu de llevar a los visitantes a recorrer el Toledo cristiano, el árabe y el judío, en el municipio se promueve la compra de "La pulsera turística". En color rojo y sin poder arrancarla de la muñeca hasta dar por finalizado el recorrido, este bono personal es válido para entrar a seis monumentos a un precio más conveniente.
Con un nuevo mapa del laberinto toledano en mano, se intentará visitar la totalidad de la propuesta: la iglesia de Santo Tomé, la Sinagoga de Santa María la Blanca, el Monasterio de San Juan de los Reyes, la iglesia de los Jesuitas, la Mezquita del Cristo de la Luz y la iglesia del Salvador.
En este punto, vale un breve resumen de parte de la guía, que recuerda que Toledo fue cristiana desde el siglo IV -siendo parte del imperio de Roma-, durante el reino visigodo y pasó siglos de convivencia entre las tres religiones (musulmana, judía y católica) hasta la llegada de la Reconquista. En el siglo XVII la entonces "ciudad convento" contaba con casi 70 edificios de usos eclesiásticos o afines como colegios, hospicios y capillas.
Sobre el Toledo árabe, se hará hincapié en que el debilitamiento del reino visigodo y la conquista árabe hicieron caer rápidamente a la ciudad bajo dominio musulmán y que se convirtió entonces en Tulaytula, dependiente del Califato de Córdoba, contando con una docena de mezquitas, varios baños y zocos.
Si se tiene en cuenta que la mezquita mayor, situada en el solar de la actual catedral, daba cabida a todos los habitantes varones de la ciudad, no será difícil deducir que la población de Toledo musulmana era muy numerosa.
Aquella época también decidió para siempre los rasgos generales de la estructura urbana toledana, con calles estrechas y sinuosas, casas volcadas a sus patios interiores con azulejos y fuentes de agua.
Las puertas de Alfonso VI o Bisagra Vieja, la del Vado y la de Alcántara y de Doce Cantos tienen estructuras árabes. Y la noria en la orilla del Tajo, en el parque Safont, es herencia de las técnicas de regadío musulmanas. Pero sobre todo, la herencia omnipresente es la estética mudéjar en la arquitectura y decoración con el uso del ladrillo, la mampostería, los arcos entrelazados y las yeserías de los edificios.
Con respecto al Toledo judío, las dos únicas sinagogas que permanecen en pie actualmente inducen a llamar "La judería" al barrio donde se encuentran. En la Puerta del Judío, del siglo XII, existen casas con restos de las mikve, baños rituales, en sus sótanos.
También la zona de la calle de Comercio y el solar ocupado desde el siglo XIV por el claustro catedralicio era conocida como la Judería o Alcanáa. Inquisición mediante, en 1492 los Reyes Católicos expulsaron a casi toda la comunidad judía que se había instalado en Toledo en el período visigodo.
No habíamos exagerado en un principio al afirmar que el tiempo no alcanza en Toledo. Quedarán para futuras visitas los circuitos vinculados a su gran número de personajes ilustres, a su relación estrecha con la historia de la literatura, a sus curiosas leyendas y a los paseos nocturnos.
Por ahora, nos vamos con la imagen del sol sobre el río Tajo y la palabra tolerancia como música para los oídos en la "Ciudad de las tres Culturas". Habrá que volver por mucho más a Toledo. Y con más tiempo.
Por Diana Pazos / www.todoviajes.com
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