07/01/2020
¿Tienen el mismo ascendente el fútbol y el asado de tira?
Está claro que cuando pensamos en la amistad y el futbol discurrimos inmediatamente en el asado y la camaradería; una relación de gran importancia en la cultura de nuestro lugar y no es de extrañar que también lo sea de Sudamérica.
En la República Argentina, todos los deportes practicados se han destacado en justas internacionales; algunos ocupando primeros puestos, como muchos otros no. El fútbol es un deporte que ha entrado profundamente en el corazón de los argentinos. No hay ciudad o pueblo en el cual no haya al menos dos clubes de fútbol.
Es así que, en medio del despoblado, en plena explanada o llano, sin atisbo de población podamos, de pronto, encontrarnos con una cancha de fútbol, primitiva en su delineación si se quiere, pero con sus dos arcos característicos. Es entonces cuando se comprueba el sentido espectacular que caracteriza al deporte argentino. Toda esa multitud vibra y se conmueve ante las diversas peripecias del encuentro.
El barrio está feliz cuando gana el club de sus amores, y se suma a una honda pena si se lo ve perder. Y así es en Buenos Aires, Rosario, Santa Fe, La Plata, y tantas otras ciudades. El club deportivo se ha convertido en una necesidad para el argentino. Cada uno tiene un nombre, y apodo también, de acuerdo a su sensibilidad y a sus medios económicos.
El hecho es que el «Derbi argentino», que entre los periodistas es conocido como “El Clásico”, es el partido de fútbol que disputan Boca Juniors y River Plate, que resulta ser la rivalidad más importante del fútbol de Argentina y, además, es el encuentro de balompié entre clubes que más seguidores tiene a lo largo y ancho del país.
En lo referente al deporte, la República Argentina es amateur de alma; su verdadero espíritu deportivo florece realmente en el entusiasmo de esos jóvenes que, sin más medios que sus ilusiones, un día decidieran aunar esfuerzos para constituir un club.
Así, como el caso de Boca Juniors, humilde y pintorescamente han nacido otras grandes instituciones deportivas en Buenos Aires (San Lorenzo, River Plate, Huracán, Velez Sarsfield, entre muchas más) y otras del interior que hacen honor a la cultura del país. Y este espíritu nuestro ha trascendido hacia el exterior, cuando los argentinos toman parte en las grandes competencias mundiales en las cuales más de una vez tremoló arriba la bicolor, en el mástil de homenaje en señal de triunfo.
Argentina está poblada por millones de personas, de tradiciones y costumbres más o menos simples; a esa variedad la podemos llamar diversidad. Desde siempre, nos hemos preguntado sobre el origen de una amplia multiplicidad de cosas, ya hasta nos propusimos clasificarlas y priorizarlas; una de ellas de donde tiene su orimgen el asado de tira. En este artículo no se hará un recorrido sobre su origen campanense, ya que su historia se trató en otras notas subidas a la web; lo que si podremos poner énfasis es acerca de su importancia a la hora de clasificar un evento.
El asado es un ritual que forma parte de la tradición de un país, de su identidad. Así podemos decir que el fútbol y el asado están unidos cuando se habla de reunión de amigos y con la familia.
La tradición del asado se extiende por toda el área comprendida por el sur de Brasil, la Argentina, Uruguay y Paraguay; comienza con los gauchos (personas hábiles en las tareas rurales) allá por los siglos XVIII y XIX. Ellos empezaron a asar la carne que colocaban en palos, que clavaban en el suelo, ligeramente inclinados sobre una fogata.
Comer un asado de carne de vaca cocinado a la parrilla es una costumbre muy arraigada en el sur de Sudamérica. Los antiguos gauchos tenían formas muy particulares de hacer asado (como nos cuenta Concolorcorvo).
El hecho es que el comer un asado, en compañía de amigos y familia, forma parte de la cultura gastronómica de nuestra región; se convirtió en toda una tradición, una marca registrada. Es el plato elegido, predilecto buen un, para compartir y para que muchos muestren sus dotes de asadores; para degustarlo y para compartir un buen momento.
Por Claudio Valerio
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