01/12/2015

Slow Food, una gastronomía que se toma su tiempo

Cualificar el tiempo, y no cuantificarlo, parece ser la clave para que el tiempo nos alcance y no corramos nosotros tras de él.

El hábito de sentarse a comer no sólo implica el acto de ingerir alimentos en sí mismos, sino es quizá el mejor momento para compartir, dialogar y unir a la familia, a los amigos o a los seres queridos. La reunión alrededor de la mesa es una comunión de los sentidos y de los afectos.

Pero, en una época en la cual los tiempos escasean, el hábito de un almuerzo o una cena que demande el tiempo necesario para una buena alimentación y una mejor comunicación, a veces sólo queda en las buenas intenciones. Y si encima, se le suma el avance del fast food, una buena comida parece parte de un pasado del que nos hablaban nuestros abuelos.

Volver a las fuentes, es la idea del movimiento "Slow Food". Esta iniciativa nace en 1989, en oposición al «fast food» y a la «fast life», para recuperar las tradiciones alimentarias locales, luchar contra la pérdida de interés por los alimentos propios de cada cultura, su sabor y sus orígenes, y para concientizar sobre cómo las decisiones alimentarias de cada país pueden influir en el mundo.

Este movimiento ya está presente en 150 países y tiene una red de cientos de miles de socios agrupados en agrupaciones locales llamadas conviviums que trabajan para defender su cultura alimentaria local. La idea es que la gastronomía lejos de estandarizarse y producirse en serie, pueda conservar el gusto, la estética, el estilo y el sabor de su lugar de origen.

Esta raigambre cultural gastronómica no queda sólo en una defensa de lo propio, sino la idea es educar a los comensales de todo el mundo sobre la toma de conciencia de algunas cuestiones tales como: los alimentos transgénicos, fomentarle a los más chicos el sentido del gusto o incentivar a la población en la creación de huertas a nivel individual o comunitario.

En este sentido, el "Slow food" mantiene un lema de manera universal: "Bueno, justo y limpio". La asociación Slow Food Argentina explica esta consigna: "Bueno se refiere a alimentos frescos, sabrosos y de temporada, benéficos en su composición que satisfacen nuestros sentidos y pertenecen a nuestra cultura local. EL concepto de limpio, se asocia con la manera en que se produce el alimento, en armonía con el medio ambiente y la salud de la humanidad. El término justo se conecta con la forma de producción del alimento, ya que debe venderse a precios accesibles para el consumidor, bajo condiciones dignas para los pequeños productores".

Una de las cuestiones que ha distinguido al Slow Food es que su iniciativa, ha generado otras propuestas en otros ámbitos vinculadas a desacelerar el vértigo de la posmodernidad ¿Cuáles son los parámetros? Volver a la revalorización de los afectos, realizar actividades placenteras y sobre todo medir el tiempo a través de nuevos valores, que prioricen la familia o los amigos por sobre lo laboral como lo más importante en la vida de un ser humano.

El puntapié inicial dado por el Slow Food generó otros movimientos y hasta alcanzó el ámbito laboral. Varias compañías implementaron diversas técnicas a partir de la cuáles la presión y la rapidez están prohibidas. La sede principal de esta iniciativa de "Trabajo slow" está en Barcelona, y proponen: siestas durante la jornada laboral y darles espacio, si lo necesitan, para ser más creativos. Propiciar la "tranquilidad reflexiva" es la consigna y para no ir en contra de estos preceptos hay algunas restricciones tecnológicas: sólo se puede revisar el correo electrónico tres veces al día.

En ser sabios a la hora de medir el tiempo de nuestras vidas parece estar la clave del movimiento Slow. Es decir, esta teoría propone tomar conciencia del control de nuestro tiempo en lugar de vivir bajo la tiranía del mismo, encontrando un equilibrio entre nuestras obligaciones (laborales, académica) y la tranquilidad de gozar de estar en familia, de una caminata o de una comida saludable.

Lejos de la pasividad, el movimiento Slow considera que hasta perderíamos menos tiempo, si hacemos a conciencia todo aquello que hacemos en forma mecánica. El caso de la comida es ejemplificador ya que es una de las mejores oportunidades para combinar la buena salud, alimentándose correctamente, y disponer de un momento para disfrutar, conectar y comunicarse con los afectos.

Por Eugenia Plano

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