22/07/2015

Siddartha, el que se convirtió en Buda

Siddharta Gautama y su hermosa historia en su camino a la iluminación.

Existe una gran confusión con respecto a la fecha en que nació y el lugar; la más aceptada es la que indica que nació en el transcurso del año 563 a.C. y su muerte pudo ocurrir en cualquier momento de los cien años del 400 a.C. Nació en el reino Sakia, hoy Nepal (tampoco se sabe con certeza) y murió en Kushinagar, India.

La vida de Siddartha

Existen numerosas biografías sobre esta figura tan importante en la historia religiosa del mundo, y proceden sobre todo de tres grandes fuentes: los vinaya, los sutta-pitaka y el buddhacarita de Asvaghosa.

En general incluyen eventos sobrenaturales, milagros y profecías que corroboran la idea de que Buda nunca fue considerado completamente humano, por lo que se le atribuyen habilidades que van más allá de nuestro mundo, entre las que podemos mencionar la omnisciencia y el poder de eliminar el karma.
Buda significa “el despierto” o “el iluminado”, Siddartha, “el que logra su propósito” y Gautama, “descendiente de Gontama –la mejor vaca–“. Pero hay que indicar muy categóricamente que Buda no es un dios, y jamás él se dio ese nombre.

Primeros años

Su padre fue el rey Sudodana y su madre la reina Mayadeví. Ella muere pocos días después del parto y fue criado por su tía materna más joven. Así, crece el príncipe rodeado de protección, y según la leyenda, su padre lo protegió “de las enseñanzas religiosas y del conocimiento de la existencia del sufrimiento”. Al llegar a sus 16 su padre lo casó con una prima de su misma edad, quien tuvo a su único hijo Rajula. Siddartha vivió 29 años como príncipe hasta que tuvo lugar el evento que le cambiaría la vida, “los cuatro encuentros”.

La renuncia, los cuatro encuentros y el ascetismo

Siddartha sentía que la riqueza material no era el objetivo de la vida y decidido a saber cuál era, salió del palacio; en su recorrido se encontró con un anciano, y su cochero tuvo que explicarle que las personas envejecen. Luego encontró a un hombre enfermo, un cadáver en plena descomposición y a un asceta (como sabes, los ascetas son las personas que buscan purificar el espíritu a través de la negación de los placeres materiales y corporales).

Se deprimió tanto que decidió vencer la vejez, la enfermedad y la muerte con una vida dedicada al ascetismo. Renuncia a todo y marcha a Rajagaha (actual Rajgir, India) a comenzar una vida de mendicante, pero no logra nada.

Deja esta ciudad y practica entonces la meditación yoga bajo la tutela de dos maestros. Al dominar estas enseñanzas, le invitaron a ser el maestro, pero Siddartha se niega y se siente insatisfecho por sus logros; va donde el maestro Udaka Ramaputta y se convierte en su alumno; con él aprendió otras técnicas de meditación y altos estados de conciencia, pero vuelve a sentirse insatisfecho y parte otra vez.

Él y cinco compañeros quieren llegar a la iluminación practicando el ascetismo de formas aún más austeras, prescindiendo de todo lo material, incluido el alimento. Llegó a estar casi esquelético pues no comía sino una nuez o alguna hoja por día.

La leyenda relata que un día se sintió tan débil al ir a bañarse que casi muere ahogado, por lo que hubo de reconsiderar el camino a la iluminación. Con esto aprendió dos cosas de gran importancia: que el ascetismo extremo no conduce a la liberación total, y se precisaba de algo más, y que, llegados a un punto, ningún maestro tiene ya nada que enseñar.

Se dio cuenta de que las fuentes de sabiduría estaban dentro de sí. Y surge una de sus principales enseñanzas: el camino medio entre el ascetismo extremo y una vida de placeres.

El camino medio, la moderación

La leyenda nos sigue contando que luego de descubrir el sendero cierto para el despertar, Siddartha se sentó bajo una higuera sagrada determinado a no levantarse hasta no llegar a la verdad. Pasó allí varias semanas y comenzó a llover, y desde las raíces del gran árbol salió Mucalinda –el rey de los nagas serpiente–, se enroscó alrededor del príncipe y lo cubrió con su caperuza.

Tras 49 días de meditación continua y de vencer las tentaciones, al fin entró en el estado bodi (que es el completo discernimiento) y tomó conciencia de su definitiva liberación. A partir de aquí será conocido como el Buda, “el despierto”, “el iluminado”.

Desde ese instante dedicó el resto de su existencia terrenal a predicar el dharma, la ley suprema de todas las cosas. Sus cinco compañeros fueron sus primeros discípulos, y ante ellos pronunció su primer sermón, conocido en el budismo como Discurso sobre el movimiento de la rueda del dharma, y en donde explicó por primera vez la Doctrina de las Cuatro Verdades. En el artículo sobre el dharma te explicamos con más detalle esta doctrina.

Ellos cinco conformaron la primera sangha (comunidad), que fue ampliándose al correr de los años.

Buda murió a los ochenta años de edad, tras lograr la conversión de su esposa e hijo a la nueva doctrina. Se dice que murió de disentería, pero hoy en día no hay acuerdos fijos.

Quemaron su cadáver y sus cenizas fueron repartidas entre sus discípulos más fieles y aventajados, y por último fueron encerradas en diez estupas, o monumentos funerarios.

Buda no escribió nada, sus enseñanzas se transmitieron de forma oral hasta que, 4 siglos después, fueron transcritas en el Canon Pali.

La revolución del budismo

La doctrina budista, al no ser una religión, deja en segundo lugar a las divinidades. Acepta miembros de todas las clases sociales y defiende que el ser está sometido al samsara en movimiento (el devenir de los nacimientos y las muertes), hasta que la iluminación la detenga. Hay quien incluso indica al budismo como una manera de quebrar el rígido sistema de castas hindú, pues todos, hombres y mujeres de cualquier condición, somos capaces de llegar a la iluminación.

Este personaje, sumamente complejo y rico para aprehenderlo en un corto artículo, da para mucho más, por ello te invitamos a que explores la fascinante historia de Buda en otras biografías más completas y novelas escritas sobre él, como la muy famosa de Herman Hesse, Siddartha, entre muchas otras.

Vía: Super curioso

Fuente: www.supercurioso.com

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