21/12/2019
No te olvides de lo grande que fuiste de niño
Es hora de acordarnos del niño que fuimos para ser el adulto que queremos ser.
La vida cotidiana nos ocupa, abruma, nos agobia. Y así se acumulan las horas, los días, los meses y los años casi sin darnos cuenta dejamos de soñar. Cuando nos vamos convirtiendo en adultos, adormecemos la capacidad de imaginar qué queremos ser. Consideramos que ya somos. Creemos que las esperanzas son el patrimonio de la infancia.
¿Te acordás aquellos enormes momentos en los que sentado en el patio de tu casa pensabas en lo que ibas a ser cuándo seas grande? Soñabás con ser mamá o papá, médico, veterinario, astronauta, músico, un héroe que salvaba al planeta de un peligro inminente o presidente. Grandes anhelos que tu imaginación convertía en realidad ¿Cómo? Con una capa cambiabas al mundo. Con un maletín viejo ibas al trabajo. Con tu mascota te ibas de aventura a tierras desconocidas. Con una varita convertías lo insulso en lo grandioso.
Así, de simple y conmovedor un niño convierte lo gris en maravilloso. La sencillez con la que elaboran su entorno es absolutamente, poética. Hoy para experimentar un instante de aquella ilusión debemos recurrir a la memoria.Pero, si en la infancia fuimos quienes soñamos con ser los protagonistas de un mundo mejor, ¿por qué cuando alcanzamos la edad para hacerlo no podemos llevarlo a cabo?
Los refutadotes de la esperanza tienen argumentos aparentemente tan racionales como válidos: no tenemos la misma realidad, las obligaciones no dejan espacio para los sueños de la niñez, nos damos cuenta que el mundo es un lugar en el cual hay que sobrevivir, no hay tiempo para llevar a cabo lo pendiente. Y así, podemos reproducir millones de argumentos que seguramente, aparecen como ciertos.
Pero, cabe realizar una pregunta a este tipo de refutaciones de los sueños:
¿No hay en el mundo millones de niños que sufren carencias familiares, educativas, alimentarias y de todo tipo y no dejan de soñar? Hagan la prueba, si hay una constante en los niños es que con sus sufrimientos y dolores a cuestas, siguen imaginando y luchando por su mundo mejor. Proyectan en sus juegos la familia que les gustaría tener, la profesión de sus sueños o simplemente, imaginan mirando a las estrellas que un día ellos podrán cambiar el mundo, uno distinto al que les tocó en suerte.
Entonces, con realidades ajenas, difíciles y hasta crueles millones de niños sueñan ¿Cuál es nuestra excusa hoy? Somos adultos y por ello somos capaces a través del sacrificio, el trabajo y el empeño de poder soñar y poco a poco concretar aquello que nos propusimos en el pasado, en el presente o queremos para el futuro.
Los chicos no eligen, nosotros ya somos responsables de poder revertir aquello con lo que no estamos de acuerdo, construir los vínculos que deseamos o trabajar para cambiar nuestra realidad.
Redacción
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