11/04/2025

Ni la mente ni la lógica… la fuerza que realmente guía tu vida sin que lo sepas

La sabiduría de el corazón inteligente supera al pensamiento racional. Descubre por qué expertos afirman que allí reside la verdadera guía interna.

El corazón inteligente no es solo una metáfora poética. Según el Dr. Paul Pearsall, su potencia energética supera por miles al cerebro. De hecho, ha afirmado que el corazón genera un campo electromagnético cinco mil veces más fuerte que el de la mente, siendo una fuerza de conexión fundamental en el universo. Esta visión transforma la forma en que entendemos nuestras emociones, decisiones y vínculos.

Existe dentro de cada persona una sabiduría natural, una especie de guía interior que, según Pearsall, no se aloja en la mente, sino en el pecho. Esa inteligencia infinita, que sabe qué hacer, cuándo y cómo, fluye constantemente en nosotros, incluso ahora, mientras lees estas líneas. La clave está en aprender a sintonizar con esa energía, en confiar en su claridad y en dejar que se exprese sin filtros mentales.

Por qué pensar tanto puede alejarnos de lo esencial

“El problema real es que el cerebro piensa tanto, que no nos deja escuchar al corazón”, señaló Paul Pearsall. Esta afirmación ha sido respaldada por investigadores que exploran el vínculo entre emociones, salud y neurociencia.

Desde pequeños, estamos naturalmente conectados con esta sabiduría del corazón. De niños, vivimos plenamente el presente, reímos con facilidad, lloramos sin vergüenza y perdonamos casi sin esfuerzo. Esa apertura emocional es reflejo de un corazón que guía sin interferencias mentales.

Los más pequeños despiertan con una sensación de curiosidad pura, sin planes ni filtros. Juegan para expresar su creatividad, aman sin miedo, y se permiten sentir cada emoción en su totalidad. Esa forma de vivir demuestra una profunda conexión con el interior que, al crecer, muchos pierden.

El poder de un gesto genuino

Susan Castle, autora del texto original, recuerda una experiencia que definió para ella este concepto de el corazón inteligente. Un día fue a recoger a su sobrino Ryan al jardín de niños. Mientras lo buscaba en el salón, un pequeño llamado Shawn, a quien otros niños solían evitar por su ropa vieja y pequeña, se le acercó, la abrazó con entusiasmo y le dijo: “¡Hola tía de Ryan, me agradas!”. Luego, la tomó de la mano y la llevó con su sobrino.

Castle describe ese momento como una conexión de corazón a corazón. “Su ser completo fue tan espontáneo y tan profundamente genuino”, relata. En ese instante, no hubo juicios, barreras ni etiquetas. Solo un lazo puro, nacido desde la autenticidad emocional que los adultos muchas veces reprimen o ignoran.

La adultez y la desconexión emocional

Con la madurez, la conexión con nuestra esencia parece diluirse. Nos volvemos más cautelosos, más racionales y menos propensos a mostrarnos vulnerables. El resultado es una especie de desconexión progresiva, tanto con nuestro yo más profundo como con quienes nos rodean.

Los expertos lo confirman: esta sabiduría emocional está por encima del pensamiento

A lo largo de la vida, acumulamos experiencias y emociones de todo tipo. Algunas son alegres, otras dolorosas. En muchos casos, el sufrimiento resulta tan intenso que preferimos evitarlo. Lo ignoramos, lo enterramos o lo anestesiamos con distracciones como la comida, el alcohol, el trabajo excesivo o incluso el entretenimiento constante.

Sin embargo, los sentimientos no desaparecen simplemente por no ser atendidos. “Al ignorar nuestros sentimientos, no significa que se vayan. Al contrario”, apunta Castle.

Las emociones reprimidas afectan tu cuerpo

La represión emocional tiene un impacto directo sobre nuestra salud. El estrés acumulado, los resentimientos no resueltos y las emociones no expresadas afectan al cuerpo físico. Y uno de los órganos que más sufre estas consecuencias es, precisamente, el corazón.

Los estudios en psiconeuroinmunología han demostrado que emociones negativas mantenidas en el tiempo pueden provocar respuestas inflamatorias, alterar el ritmo cardíaco y aumentar el riesgo de enfermedades cardiovasculares. Esto refuerza la visión de que existe una conexión directa entre nuestra salud emocional y la salud de nuestro sistema cardiovascular.

Qué podemos hacer para recuperar esa conexión

El primer paso, según Castle, es comprometernos con nosotros mismos a aceptar lo que sentimos. Reconocer nuestras emociones, sin juzgarlas ni reprimirlas, es el camino para sanar y reencontrarnos con nuestra guía interna.

Este compromiso con la autenticidad implica también ser amables con nosotros mismos. No se trata de cambiar lo que sentimos, sino de ser honestos sobre ello. Darle un espacio al dolor, a la tristeza, al miedo, pero también a la alegría y al amor.

Y, sobre todo, escuchar a nuestro corazón. Dedicar tiempo a estar en silencio, a respirar con calma, a observar lo que sentimos en el pecho cuando tomamos una decisión o enfrentamos una situación importante. Porque el corazón, cuando se le escucha, rara vez se equivoca.

Vivir con el corazón abierto no es debilidad

En una sociedad donde predomina la lógica, la velocidad y la sobreinformación, abrirse emocionalmente puede parecer una desventaja. Pero en realidad, es una muestra de fortaleza. Las personas que viven desde el corazón —que aman con libertad, que perdonan con facilidad, que sienten sin miedo— son las que logran establecer relaciones más profundas y significativas.

Los niños nos lo enseñan con su espontaneidad, con su forma sencilla de mostrar afecto, de reírse con ganas y llorar sin temor al juicio. Recuperar ese espíritu infantil no implica dejar de ser adultos, sino integrar lo mejor de nuestra niñez con la madurez de la vida.

El corazón, con su lenguaje silencioso y claro, nos recuerda que sentir no es una debilidad, sino una guía. Que escuchar su sabiduría es un acto de valentía, y que en su ritmo constante hay respuestas que la mente no puede ofrecer.

Redacción

 Síguenos en Facebook
 Síguenos en Twitter
 Síguenos en Instagram