17/08/2015
Laura Pausini, al descubierto
Culmina una gira de dos años, estrena programa de televisión con Ricky Martin y Alejandro Sanz y lanza ‘Similares’, su nuevo disco. La artista vive su momento cumbre rodeada de gente que la quiere.
Desde detrás de una de las puertas de la Suite Real del Hotel Ritz, en Madrid, salta de su escondite Laura Pausini (Faenza, 1974), que sujeta con la mano un vestido de tul de Alberta Ferretti y lo mueve como si tuviera vida propia. «¡Ya estoy aquí! –proclama–, lista para darlo todo». Y abre los brazos en un gesto de diva de los años 50. Sí, es italiana de los pies a la cabeza. Nacida en el corazón de Emilia-Romaña, controla la lengua española, la astrología, el escenario y todo lo que se le pone por delante. Se muestra tranquila y apasionada a la vez, y cuesta creer que lleve alrededor de dos décadas convocando a más de 10.000 fieles en cada uno de sus conciertos: el público disfruta con sus composiciones sobre la felicidad y la superación, manuales urgentes de optimismo, invitaciones a levantar los brazos y sentir una euforia colectiva redentora.
«Una de las primeras palabras que aprendí en castellano fue bomberos; me hizo tanta gracia que, durante una temporada, la utilicé como contraseña del ordenador», recuerda mientras saborea un plato de jamón antes de entregarse a la sesión de fotos. «Nada que ver con nuestro prosciutto... ¡Y pensar que de niña fui delgada!... Apenas comía. Pero, una tarde, al regresar a casa después de una revisión por una apendicitis, todo cambió: mi padre preparó unos tortiglioni con tomate y mantequilla y aquel sabor hizo que mi apetito despertase. ¡Me volví loca! Desde entonces, no hay quien me pare. Adoro a Paolo –Carta, su pareja– porque, en nuestros diez años de relación, nunca me ha dicho “estás gorda”. Le gusta cómo soy. Y a vuestra cámara seguro que también... Es mi turno». Se desliza entre los presentes y se cuela en la cama deshecha dispuesta a posar.
Tres horas más tarde, el dormitorio de la suite está en silencio. Las sábanas de hilo permanecen revueltas; se oye el zumbido de los coches y un carillón anuncia que son las siete y media de la tarde. «Nunca soñé con ser famosa», confiesa Pausini al tiempo que sube los pies descalzos al diván. Desde que se dio a conocer, armada con una voz prodigiosa, ha vendido alrededor de 60 millones de discos, ha recibido tres Grammy Latinos, ha recorrido el mundo de lado a lado y ha dejado de ser aquella joven que entonaba
La soledad. «Veinte años son muchos, y mis canciones constituyen el mejor reflejo de mi vida: unas veces es melancólica o romántica, y entonces suena pop; otras, rabiosa, rockera. Mi carrera es mi vida y mi familia me quiere... ¡No puedo pedir más!». A los 41, está convencida de que sus virtudes son también sus defectos. «Hablo sin parar, no tengo secretos», deja caer entre carcajadas. «Valoro un montón conquistar espacios de libertad y aprender de mis fallos sin que nadie me castigue. Sigo mis propias ideas: si me equivoco, seré la dueña de mis errores. Lo más grande que tengo es la realidad que he construido».
La música ha ayudado a Laura Pausini a sentirse realizada, a encontrar la felicidad y el equilibrio. «Cuando era pequeña, me daba miedo ser una persona diferente a las demás y la única manera que tenía de relajarme era escribir canciones; descubrí que lo peor que puedes hacer es mentir sobre ti mismo, que no debes traicionarte. He trabajado con artistas de estilos muy distintos al mío y jamás he renunciado a mis raíces. Y, al viajar, he comprendido que la mente es como un paracaídas: sólo sirve si se abre». En su travesía por el globo, Laura llegó a instalarse en Madrid durante seis meses para formar parte del grupo de coaches del talent show televisivo La voz 3. «En las primeras fases del programa, oyes cantar a gente a la que no puedes ver –explica–: si un aspirante te gusta, es porque te ha llegado al alma. No me considero una estratega y creo que el arte de la canción es muy instintivo, así que me quedé con los aspirantes que, sencillamente, me emocionaron de verdad. Hoy en día, cuando las compañías buscan nuevos talentos, se fijan sobre todo en la cara, en la forma de bailar o en el aspecto sexy de las futuras estrellas. Es algo que contrasta con el sueño que teníamos muchos de nosotros, los de la vieja guardia, al empezar en el mundillo: vivir de la música aunque no nos hiciésemos famosos. Es más, yo quería tocar en un piano bar...».
Pausini no recibió clases de canto con un profesor en el conservatorio, sino con su padre en los cafés del barrio los fines de semana. El primer golpe de suerte se produjo cuando, a los 18 años de edad, ganó el Festival de San Remo. «¡Fue él quien me inscribió! Me enfadé, porque no me gusta que me juzguen. Llegué a casa del colegio y, bajo un plato, me encontré un sobre con una carta que decía que había sido aceptada en un concurso regional. Por hacer feliz a mi familia, acudí... Y gané. De hecho, el público sólo se puso en pie con mi actuación. De aquella experiencia me atrapó la libertad que experimenté en el escenario. Hasta que fui madre, únicamente me encontraba segura sobre las tablas; más allá, me asustaban la soledad, la sensación de inquietud...». Recupera la sonrisa y continúa: «Gracias a las reglas y a la constancia de mi padre, tengo los pies en la tierra. ¡Era una niña en un mundo de grandes! De andar por ahí en bicicleta pasé a montarme en un avión cada día para viajar por el planeta. Mi padre me acompañó hasta que cumplí los 21». La protección de la que más le costó desengancharse fue la de su primer novio (y primer mánager); durante la etapa en la que estuvieron juntos, la manipuló y le hizo creer que ella sola no era capaz de nada, ni siquiera de abandonarlo. «Fue una época realmente dura, pero estoy orgullosa de haber reunido la fuerza necesaria para apartarme de él. Aunque luego necesité la ayuda de un psicólogo». La terapia le sirvió para conocerse como mayor profundidad y valorarse más, y, fruto de ese aprendizaje, nacieron las canciones de Escucha (2004), el LP de su despertar: «Hasta el lanzamiento del aquel disco, quería que los demás me protegiesen, pero con
Escucha comprendí que lo que tenía que hacer era protegerme yo misma de ellos». No le quedaba otra.
Ha habido demasiadas personas en mi entorno empeñadas en minar mi autoestima. No me amaba en absoluto, ni como artista ni como mujer, y me faltó energía para alejarme de quienes disfrutaban de mi ingenuidad. Era muy duro tumbarse en la cama al final del día y notar que no tenía a nadie cerca. Cuando escribí Escucha, estaba muerta.
Necesitaba una catarsis». El álbum fue un éxito, pero aún existían metas que conquistar: «Las cosas funcionaban en lo profesional, pero en lo personal... Siempre me topaba con hombres injustos. Entonces, apareció Paolo –guitarrista y productor–; es alguien que ha hecho realidad parte de sus sueños, que no quiere quitarme los míos y con quien comparto otros para que los vivamos juntos». Precisamente, con él ha visto cumplido el mayor de todos: ser madre. La pequeña Paola nació en febrero de 2013, por cesárea.
«Para el parto, preparé un recopilatorio con canciones que la tranquilizaban durante el embarazo, temas de Elisa & Giorgia, Gloria Estefan, Etta James... Llegó al mundo mientras sonaba Again, de Janet Jackson. Es un milagro que esté aquí».
Después de Escucha, Pausini ha continuado marcándose y cumpliendo retos, como la publicación en 2013 del disco 20 grandes éxitos, que repasa sus hits a base de dúos con Kylie Minogue, Miguel Bosé o Ennio Morricone, y su consiguiente gira de dos años, que culmina el 7 de agosto en el festival marbellí Starlite. «Pero lo fuerte llega en otoño: estreno La banda, un talent show con Ricky Martin y Alejandro Sanz en Miami... ¡Y saco nuevo trabajo! Se llamará Similares y tendrá muchas canciones positivas, la mayoría sobre el concepto que da título al álbum. Que seamos similares no significa que seamos iguales ni que seamos diferentes... Es un poco de las dos cosas. Y eso me gusta; creo que es la clave de la riqueza del ser humano».
Vía: Elle
Fuente: www.elle.es
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