01/04/2014

La historia de una amistad que se capitalizó en solidaridad

Miguel Macías y Carlos Sánchez, son los responsables de una organización cuyo objetivo es ayudar de manera concreta y factible a aquellas comunidades mexicanas que necesitan hacerse visibles por sus virtudes pero también por sus grandes necesidades materiales y su pedido de ayuda.

Adonde las fuentes de empleo son escasas y el sacrificio redobla su apuesta. Adonde para estudiar, los niños recorren kilómetros a pie. Adónde el trabajo, la humildad y el silencio hacen a este sitio llamado Batopilas, en México, la asociación Amor y Pan trabaja para contribuir a su grandeza.

La cara visible de gran tarea de la fundación se personaliza Miguel Macías y Carlos Sánchez, los responsables de una organización cuyo objetivo es ayudar de manera concreta y factible a aquellas comunidades mexicanas que necesitan hacerse visibles por sus virtudes pero también por sus grandes necesidades materiales y su pedido de ayuda.

En Batopilas, su población es mayoritariamente femenina e indígena y vive del cultivo de maíz y frijol, pero la ganancia de la siembra sólo les permite subsistir y cubrir mínimamente sus necesidades básicas.

Conmovidos por el esfuerzo de la comunidad de Batopilas y las decenas de pueblos y localidades que necesitan ayuda inmediata, nació la fundación Amor y Pan “Un granito de amor”, convencidos que en el mundo se necesita un mayor grado de empatía con quienes se encuentran padeciendo distintas problemáticas y a las cuales todos pueden aportar una solución.

Fundada por Carlos Sánchez y Miguel Macías, Amor y Pan nació de manera espontánea ante la vocación de estos dos amigos que viajaban a Sierra de Chihuahua, en misión solidaria.

Multiplicar estas travesías fue la idea que comenzó en el 2006 con la iniciativa de llevar todo tipo de alimentos, ropa, juguetes y dulces a los niños de Batopilas. Comenzaron a pedir donaciones a sus amigos, y ellos fueron quienes replicaron este pedido en todas las personas que conocían.

El resultado fue un camión repleto de donaciones de miles de mexicanos que quisieron ayudar y aportar su granito de arena. Un año más tarde, estos dos amigos viajaron a Sierra Baja, en donde no recibían ningún tipo de ayuda.

La misión de esta fundación es absolutamente personalizada, los camiones son conducidos por voluntarios, sus fundadores son quienes entregan las donaciones y pasan un buen tiempo con los niños y sus familias, escuchándolos sobre su situación y especialmente, conociendo y comprendiendo cómo pueden ayudarlos.

Hoy la fundación amplió sus objetivos, y ya no sólo hace entrega de alimentos también impulsa el incremento de la calidad de vida de las comunidades a partir de la generación de proyectos productivos y sustentables, para que sean las propias familias las que salgan adelante, a través de la educación y el trabajo.

La fundación nació de la unión de dos amigos con los mismos valores solidarios y hoy esta amistad le cambia la vida a cientos de niños, hombres y mujeres.

Por Eugenia Plano

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