29/05/2018

La distorsión de la juventud eterna: claves para crecer con alegría y sabiduría

La famosa crisis de mediana edad se ubica alrededor de los 40 años y suele coincidir con la etapa en la cual el individuo comienza a cuestionarse el curso de la existencia.

La sensación es la pérdida de la juventud y en algunos casos la misión es recuperarla como sea. La famosa crisis de la mediana edad se ubica alrededor de los 40 años y suele coincidir con la etapa en la cual el individuo comienza a cuestionarse el curso de la existencia. Preguntas existenciales del tipo ¿he conseguido mis metas? ¿he cumplido todos mis sueños de la juventud? ¿me ha caído bien el paso del tiempo ?

Los expertos coinciden que en la mayoría de los casos la persona realiza una regresión y pretende volver a la adolescencia. Cirugías exageradas que pretenden emular un rostro que ya no es, salidas con amigos hasta altas horas de la noche o tratar de empatizar con sus hijos de forma excesiva, son algunos de los síntomas.

Esta situación ha sido llevada al absurdo por numerosas producciones cinematográficas. Estereotipos de hombres y mujeres, que llegada esta etapa, comienzan a desvirtuar su vida hasta entonces conocida. Desde comprar un auto deportivo último modelo a comenzar a salir con alguien a quien podemos doblar en edad. Y mientras el absurdo sucede, muchas veces quienes padecen esta crisis luego de estos episodios, pueden padecer cuadros de depresión, ansiedad, fobias o ataques de pánico, derivados de la crisis de mitad de la vida.

El Lic. Guillermo Julio Montero, autor de “La travesía de la mitad de la vida”, explica las características de esta etapa vital: “La crisis de la mitad de la vida implica el pasaje, el tránsito desde la juventud hacia la madurez. Por esto, ineludiblemente la crisis lleva también a un replanteo acerca de la identidad individual, y sería a la vez una crisis de identidad: entre la identidad joven y la identidad madura, mediada por esta crisis de la edad adulta”.

Tomarlo con calma es fundamental para atravesar esta etapa con éxito. Es decir, ser coherente con las nuevas posibilidades que ofrece este ciclo de la vida. A esto se refería el psicólogo Carl Jung en un ensayo llamado "Las etapas de la vida", escrito alrededor de 1930, cuando ofrecía la clave para ser feliz: "No trates de vivir en la tarde de la vida, de acuerdo con el programa de la mañana."

Montero apunta cómo el contexto familiar de la persona a veces favorece a la crisis. “Quien es padre deja progresivamente de proteger y los hijos comienzan a desafiarlo. Entonces, la persona en crisis, mira hacia atrás y ve que su adolescencia se fue hace muchos años y trata de evaluar los años que pasaron; pero a la vez mantiene un ojo atento al futuro, porque ese futuro ya no se vive como ilimitado, es algo que ya existe, algo que tiene un punto de llegada“.

En la crisis se experimenta como el futuro ya llegó y se ha perdido aquella sensación de juventud en la que todo era posible. “Durante la crisis la persona siente que ya no tendrá el tiempo para realizar todo lo que pretende, a veces sentirá que el tiempo no le alcanzará para nada. Esto podría definirse también como la sensación de vivir con límites en oposición a ese tiempo joven que era vivenciado como ilimitado. Ese tiempo joven quedará, entonces, delegado en los hijos para que el sujeto pueda seguir evolucionando”, explica el autor de “La travesía de la mitad de la vida”.

Además, se suma el componente social y cultural. La sociedad actual realiza un culto excesivo de la juventud y el mercado ofrece infinidad de mecanismos funcionales a quien padece la crisis de la mitad de la vida. Cirugías estéticas, tratamientos rejuvenecedores, terapias físicas o productos cosméticos que prometen convertir al adulto en un adolescente. La industria ha sabido convertir en un muy buen negocio la obsesión por la eterna adolescencia.

La clave para atravesar con éxito esta etapa y no sucumbir en el intento, no es más que tener paciencia y llevar con alegría y dignidad el paso del tiempo. “Tomar conciencia de que ya no existe todo el tiempo por delante es el mejor motor para una vida saludable. Hay que vérselas con el espejo, que nos devuelve una imagen diferente de la esperada. Aprender a adecuar la sensación de potencia física e intelectual con las variaciones que registra el aspecto físico, valorizar nuestra nueva imagen como de alguien maduro y renunciar a la imagen idealizada de nuestra juventud”, recomienda el Lic. Montero.

Otro buen consejo podría tomarse del gran Gabriel García Márquez quien con su sabiduría dijo "el cuerpo llega antes pero sucede que el alma tarda más en llegar".

Redacción

 Síguenos en Facebook
 Síguenos en Twitter
 Síguenos en Instagram