07/03/2019
La amistad según pasan los años
Durante la infancia es nuestra compañera de sueños y aventuras. En la adolescencia le juramos amor eterno. Y luego, ¿qué sucede?
Obligaciones personales, jornadas laborales eternas, parejas, hijos y ocupaciones varias que muchas veces hacen que la amistad en la adultez quede en la sala de espera. Las distintas fases de un vínculo basado en la elección y no en el destino. Las particularidades de la amistad, uno de los bienes emocionales más preciados del ser humano.
Son los testigos de nuestras biografías. Es casi imposible no recordar alguna etapa de nuestra vida en la cual las alegrías y las penas no hayan sido compartidas con aquellos hermanos del alma. Los peleamos, los alegramos, los reconfortamos y los queremos siempre de manera incondicional. Los amigos, aquellos leales compañeros de la vida. Pero, la amistad tiene su propia biografía. En ciertas etapas de la vida el tiempo dedicado al vínculo ya no es el de la juventud, cuando prácticamente eran los amigos con quienes más horas compartíamos.
Hill Mc Graw, autor de la publicación "Infancy through adolescence", explica que en los años adolescentes, la amistad es el vínculo por excelencia: "Ellos sienten que están entre pares. La amistad es más intensa en la adolescencia que en cualquier otra época de la vida. En la adolescencia, los amigos son más íntimos y se prestan más apoyo que a edades anteriores; también exigen una mayor lealtad, compiten menos entre sí y comparten más con sus amigos que con sus padres".
En la juventud todas la actividades se hacen junto a los amigos. Van al colegio juntos, practican deportes, actividades de recreación, van a bailar y comparten charlas tan interminables como entrañables. Quizá, por ello la amistad en la adolescencia sea un vínculo que luego será muy difícil superar. Las relaciones más adelante pueden ser más endebles o circunstanciales.
Cuando se llega a la adultez ya no se tiene un millón de amigos sino más bien perduran aquellos con quienes el vínculo se fortalece a pesar de la escasez de tiempo. El psicólogo Miguel Espeche, confirma esta realidad: "Las amistades tienen cualidades muy diferentes de acuerdo a la edad. Y aunque la persona no queda determinada por sus amistades, sí queda marcada por ellas y por el lugar que ocupa en el grupo. Lo importante de la amistad es que es una relación que se basa en el afecto. No se trata del destino sino de una elección".
La intensidad de las etapas previas a la adultez quizá sea incompatible con la vida adulta en la cual la conformación de la familia propia y las obligaciones laborales dejan poco tiempo para los amigos. Pero, ya no será la cantidad sino la calidad de la amistad lo que estará en juego para conservar el vínculo.
"En la adultez la amistad parecería perder esa cualidad de "esencial", los afectos recaen en la familia. Pero esto cambia una vez más en la vejez", afirma el psicólogo social Alfredo Moffatt. En la tercera edad, la amistad vuelve a los orígenes, al compañerismo, se recuerda y también se viven nuevas experiencias compartidas. Se tienen códigos en común y existe una gran complicidad que revivirá el vínculo que se había cosechado en los años jóvenes.
Los grandes afectos tienen su propia trayectoria y biografía. Existen momentos de gran esplendor, luego habrá una pequeña tregua y tiempo más tarde se volverá con más experiencia a compartir con mayor fuerza y cariño.
Con poco o mucho tiempo los amigos siempre están ahí: para llorar la pérdida del primer amor, para emocionarse con el nacimiento de un hijo, para pedir un consejo sin importar el espacio o el tiempo o simplemente, para tener la sensación de compartir un instante con una persona que no pedirá nada cambio.
Pasan las edades, pasan las etapas, quedan los amigos.
Redacción
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