10/04/2014
Gabriela Arias Uriburu, con el cuerpo y el corazón en armonía
Gabriela Arias Uriburu, con el cuerpo y el corazón en armonía
La necesidad de "sacarlo todo afuera y hacer catarsis" la ayudó a sobrevivir a su propio infierno y hace dos años empezó a escribir una nueva historia de amor con el guionista Axel Nacher. Hoy, además, disfruta de su otra gran pasión: el yoga.
–¿Cómo descubriste el yoga?
–Fue en 1999, en uno de mis viajes a Jordania. Iba por un camino en medio de la nada a encontrarme con mis hijos y se estaba haciendo de noche… De repente, me empecé a quedar sin aire. A partir de ese episodio de apnea, me contacté con mi psicóloga y juntas empezamos a trabajar no solo el campo emocional y energético sino también el corporal. Así que enseguida comencé un entrenamiento físico intenso.
–¿Qué hacías?
–Iba al gimnasio todos los días. Y esa rutina la mantuve durante cinco años. Entrenar fue empezar a ponerles lugar a todos los dolores que el cuerpo estaba manifestando. Lo hice con lágrimas, con depresión, con desesperación? Yo levantaba pesas llorando. Una vez que me recuperé físicamente y fortalecí mis músculos, me volqué al yoga. Y eso me salvó la vida. Con el tiempo, este método maravilloso me atrapó hasta animarme, incluso, a ser instructora.
–¿Dónde están tus hijos actualmente?
–Karim está estudiando Business en Suiza, Zahira empezó a estudiar Arte en Londres, pero al final se decidió por Diseño de Interiores en Glasgow, y a Shariff le falta un mes para terminar el colegio. Es probable que en mayo viaje a Jordania para su graduación.
–¿Cómo fue volverte a enamorar después de tu historia anterior?
–Con Axel me animé y me tiré a un vacío. [Se ríe]. Para mí, el amor era una cuenta pendiente. Fue dificilísimo empezar esta relación, porque yo venía de una soledad muy grande. Ser la mujer de un hombre en quien poder confiar es un capítulo que prácticamente no conozco. Yo puedo dar una conferencia sobre derecho internacional, derecho de familia, vínculo con los hijos, pero sobre parejas estoy en pañales. Ahora me convertí en una mujer real.
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