26/01/2014

¿Estás satisfecho con la vida que tenés?

La pregunta es inevitable si uno está dispuesto a descubrir el misterio de la felicidad. Datos, estudios y un test que ayudará a responder esta pregunta tan necesaria para cumplir los sueños

Por Eduardo Chaktoura

inShare Como las olas del mar, la pregunta llega una y otra vez: ¿cuán satisfecho estás con la vida que tenés? Y, aunque decidamos evitarla, como los caracoles, nuestras voces interiores no callan. El proceso va por dentro. El mar no se detiene. El movimiento, su espíritu, su energía, así como las nuestras, fluctúan de manera inevitable, por influencia de cientos de factores naturales y otros tantos condicionamientos de los que, en muchos aspectos, somos absolutamente responsables.

Aunque a muchos aún les cueste aceptarlo, y prefieran resignarse o enojarse con el mal tiempo , sepan que muy a pesar de todo siempre se puede elegir (o evitar) ser felices.

¿Cuán satisfecho estás con la vida que tenés? -otra ola roza la orilla.

Si bien soportar la cuestión de manera latente sería como vivir bajo el agua, agobiados por el zumbido y la presión; nuestros registros de bienestar o satisfacción/insatisfacción son cotidianos, permanentes, inevitables.

"Me siento bien, me siento mal. Estoy triste, feliz, enérgico, agotado. Soy optimista, pesimista. Tengo fe, estoy desilusionado. Estoy condenado al fracaso, lo voy a lograr. Voy a ser feliz."

No está de más tomar nota de los pensamientos, frases, dichos y estados de ánimo que se han hecho costumbre, que parecen haberse enquistado como creencia. Todo se desaprende.

El norte de nuestra brújula existencial, dependerá siempre de la afección (positiva o negativa) de cada experiencia, de la interpretación que hagamos de cada una de nuestras emociones (positivas o negativas). En definitiva, se podría comenzar por entender la satisfacción como la experiencia subjetiva de bienestar (el equivalente a la sensación de felicidad), así como de lo que resulte de la auto-valoración, de los registros de nuestra autoestima.

Mis deseos, mis sueños, mis actos (positivos o negativos) en consecuencia; mi interpretación de los resultados, mi capacidad de control (y descontrol); mis dosis de optimismo y esperanza, de creatividad, de voluntad (de pesimismo). Tenemos la capacidad de elegir, más allá de cualquier adversidad. Tal vez alguien más ya se haya convencido o esté predispuesto a escuchar cómo hacerlo.

¿Cuán satisfecho estás con la vida que tenés? -otra ola.

Es tan personal la respuesta que, más allá del enloquecedor canto de sirenas de este mundo actual, tan exitista y de consumo, si alguien pretende encontrar el gran tesoro , sería aconsejable comenzar por tomar conciencia plena de nuestros verdaderos mapas emocionales, de nuestros recursos y fortalezas, de nuestro verdadero propósito.

Tal vez hoy alguien tenga el privilegio de descubrir que no es feliz porque está atrapado en la red de un proyecto ajeno; porque tal vez tenga toda su energía puesta en un plan que ya no le resulta propicio o funcional; porque tiene miedo a ser o quien realmente desea. De nada servirá si no tenemos proyectos u objetivos concretos, reales, sentidos, posibles, coherentes con el resto de nuestros propósitos.

"Tener metas contradictorias o sentir ambivalencia hacia ciertos objetivos reduce la felicidad", dice Alan Carr, director del doctorado en Psicología Clínica del University College de Dublín. En su libroPsicología Positiva, la ciencia de la felicidad , sugiere que "debemos considerar a fondo nuestros diversos objetivos e intentar desarrollar un conjunto de metas que sean vitales entre sí. Así, pues, debemos intentar organizar nuestro tiempo para poder trabajar cada día, aunque sólo sea un poco, en pro de su consecución".

Así como revisar cuán sinceros, precisos y coherentes son nuestros proyectos y deseos, puede resultarnos de gran utilidad ver qué resulta de los tests o escalas de satisfacción y felicidad que podemos autoadministrarnos.

El principal objetivo de la psicología positiva es comprender y facilitar la felicidad y el bienestar subjetivo. Este novedoso modelo de la psicología ofrece aportes fundamentales en torno al buen vivir. En lugar de hacer énfasis en los déficits o el trauma, con estricto rigor científico, se ocupa de investigar sobre todo aquello que necesitamos saber para responder de la mejor manera a la pregunta que, inevitablemente, llega una y otra vez.

Tal como certifica en su libro Alan Carr, el profesor Ed Diener, de la Universidad de Minnesota, agrupó los datos de 916 estudios sobre la felicidad, la satisfacción con la vida y el bienestar subjetivo, que fueron realizados a más de un millón de personas de 45 países.

Entre otras cuestiones, Diener comprobó que "la persona normal es moderadamente feliz", al obtener como resultado una puntuación media de 6,75, en torno a una escala que iba del 0 (mayor infelicidad) al 10 (extrema felicidad), y donde 5 indicaba un nivel o valor neutro. Si bien la media se sostiene en materia de género y edad, el informe indica que "hay más mujeres y más personas jóvenes que comunican una felicidad o una infelicidad extremas, en comparación con los hombres y con las personas de más edad". También se registraron "fluctuaciones de poca importancia en materia de felicidad a lo largo de la vida", así como se supo que "la satisfacción con la vida aumenta ligeramente con la edad, mientras que disminuía levemente la afectividad positiva".

Dentro de los rasgos de afectividad positiva (dimensión en las que se registran sensaciones emocionales agradables) se contempla como valor agregado la capacidad de extroversión, jovialidad, seguridad en uno mismo, capacidad de atención, estado de alerta o decisión (y acción).

Estos datos universales obtenidos por Diener coinciden con los resultados de los estudios realizados en Argentina por TNS Gallup a lo largo de estos 20 años. El último reporte sobre un total de 1012 entrevistas realizadas cara a cara en todo el país da cuenta de que el 52% de los argentinos son bastante felices, mientras que el 32% (3 de cada 10) son muy felices, y el 14% son muy poco o nada felices.

Cada cultura, con su historia y sus geografías, con su capacidad de producción y riqueza nacional, influirá en la constitución de una radiografía emocional con sus consabidas particularidades (positivas o negativas). Cada quien sabrá (o se le aconseja saber) qué aspectos y en qué medida influyen sobre lo que se puede considerar como más o menos satisfactorio respecto de la vida que uno tiene.

Más allá de cada experiencia subjetiva, los estudios universales dicen que los registros bienestar/felicidad/satisfacción (la afección o afectividad positiva) "están asociados con una mayor satisfacción en el trabajo y en la vida conyugal, así como se pueden reforzar mediante una actividad física regular, un patrón de sueño adecuado, el trato frecuente con amistades íntimas y el esfuerzo por alcanzar objetivos valorados".

La radiografía emocional de los argentinos, según TNS Gallup, revela que "las principales razones de felicidad/satisfacción guardan relación con la familia (39%), la buena salud (29%), el tener trabajo (22%), el vínculo con los hijos (18%), el "tener lo que quiero" (10%), entre otros aspectos.

En la Argentina, el principal motivo de insatisfacción o infelicidad refiere a tener problemas económicos (29%), de salud (15%), laborales (14%), familiares (12%), la pérdida de un ser querido (10%), estar o sentirse solo (6%), entre otras consideraciones.

- ¿Qué es lo que me permitiría ser feliz?

La genética, el estilo de personalidad y la cultura influyente no determinan nuestra forma de experimentar y entender la plenitud, así como, más allá de semejantes influencias (no determinaciones), podemos elegir nuestro propio rumbo. Pero antes de analizarlo en profundidad, es necesario reconocer algunos otros conceptos clave.

La felicidad tiene dos aspectos fundamentales: uno afectivo (la experiencia emocional) y otro cognitivo (la interpretación o valoración de cada experiencia).

El profesor Diener es quien propone entender estos dos aspectos en torno a ámbitos tan esenciales para el hombre como la relación con uno mismo, con la familia, los amigos o compañeros, la salud, el trabajo, la economía, el ocio. En torno al ámbito personal (la relación con uno mismo), Diener supone que frente a la pregunta¿cómo vemos nuestra propia vida? (factor cognitivo), podremos experimentar emociones (factor afectivo) tales como felicidad (afecto positivo) o depresión (afecto negativo).

De esta manera, según el investigador de Minnesota, también podremos entender los componentes de nuestro bienestar subjetivo, acorde a la interpretación y la afección (positiva o negativa) que puedan despertar nuestros vínculos con los otros (¿cómo ven mi vida las personas que me interesan?), lo que resulte de nuestra realidad familiar (satisfacción con la vida actual), nuestra salud (satisfacción respecto del pasado), nuestra economía (satisfacción con el futuro), nuestro trabajo (deseo de cambiar el mundo).

Más allá de estos factores cognitivos y afectivos, es oportuno considerar la propuesta conceptual de Martín Seligman, pionero en psicología positiva, cuando en su libro La auténtica felicidad (2002), propone descubrir lo que revela la clasificación de las emociones positivas, en torno al pasado, el presente y el futuro. De esta interpretación, seguramente, podremos capitalizar el significado y el valor diferencial de palabras y enfoques fundamentales, que nos ayudarán a pensar y elegir (siempre a conciencia plena) el camino apropiado para sentirnos cada día más felices/satisfechos.

Seligman cree que las emociones positivas relacionadas con el futuro contemplan virtudes y valores fundamentales, como son el optimismo, la esperanza, la fe, la confianza, la seguridad, en favor de lo deseado. ¿Tenemos una mirada positiva de la vida? Las emociones positivas relacionadas con el pasado implican la sensación de satisfacción en sí misma, en función de la realización, el orgullo y la serenidad que otorga lo conquistado. ¿Somos conscientes de lo que hemos logrado, del esfuerzo y la dedicación, más allá de las posibilidades y los resultados?

Ahora bien, y esto es un valor diferencial importante, Seligman propone pensar dos clases diferentes de emociones positivas relacionadas con el presente: los placeres, que son momentáneos; y las gratificaciones, que son más duraderas. Cuando vuelva la ola y su pregunta, tal vez sea propicio poder tener en claro estas diferencias.

Tal como explica Alan Carr en La ciencia de la Felicidad , citando textos de Seligman: "Los placeres pueden ser corporales y superiores. Los placeres corporales se logran por medio de los sentidos; las sensaciones provocadas por las relaciones sexuales, los buenos perfumes, los sabores deliciosos. En cambio, los placeres superiores surgen de actividades más complejas e incluyen sensaciones como la dicha, la alegría, el bienestar, el éxtasis y el entusiasmo. Las gratificaciones difieren de los placeres en que implican unos estados de absorción o de fluidez que nacen de realizar actividades que requieren el esfuerzo de nuestras fuerzas distintivas de nuestras virtudes".

Como para entender que podemos elegir entre dos caminos para sentirnos satisfechos con la vida que llevamos: optar entre un enfoque hedónico, que define la felicidad en función de la búsqueda del placer y la evitación del dolor, o apostar por un modelo eudemónico, pensando la felicidad y la buena vida en función de la plena realización del propio potencial.

Otra ola y otra más; el zumbido existencial de un nuevo caracol.

La felicidad se hereda, se aprende, se enseña, se contagia.

Debemos saber que llegamos a esta vida con un pasaporte más o menos directo a la felicidad. Más allá de las posibilidades ambientales, educativas y económicas del lugar en el que nos haya tocado nacer, la herencia familiar hace un aporte fundamental. En materia genética, estudios realizados sobre gemelos demuestran que la mitad de la variación en la felicidad presente depende de factores biológicos heredados. Sin embargo, la psicología evolutiva nos demuestra que podemos desplazarnos de ese punto fijo de felicidad tan influyente.

Más allá de cuestiones biológicas, diversas investigaciones han confirmado la correlación entre afectividad positiva y estilo de personalidad. Las personas con mayor seguridad, empuje, optimismo, tienen más oportunidades que aquellos con poca voluntad, decisión, persistencia, que aquellos que tienen una mirada negativa, que viven ansiosos o de berrinche en berrinche, que creen que no podrán, que no tienen suerte, que la felicidad no es para ellos. Contra cualquier teoría rígida o determinista, en las últimas décadas se ha descubierto el maravilloso poder de la neuroplasticidad (la flexibilidad que tiene nuestro cerebro para hacer nuevas conexiones neuronales y, en este proceso, establecer nuevos aprendizajes, nuevas miradas). También contemplarse que así como nos hemos apegado (a un modo de crianza, conducta, pensamiento, vínculos) podemos desapegarnos, desaprender, resignificar. Todo lo confirma: elegimos ser más o menos felices.

Para esto, en el ámbito familiar (así como en el educativo), tendremos que apostar a crianzas seguras, con afecto, actitud positiva, con roles y discursos bien definidos, sea cual sea la circunstancia del sistema. Nadie podría poner en duda la influencia de la calidad del entorno y de las relaciones personales. Así como la familia y la escuela, siempre es crucial el rol del Estado. Todo gobierno debería contemplar entre sus responsabilidades la importancia de promover leyes y acciones de gobierno que promuevan el bienestar social y, en definitiva, eleven los índices de bienestar subjetivo de los ciudadanos.

Así como ocurre en Europa y Estados Unidos, deberían incluirse en escuelas, empresas y todo tipo organismos públicos y privados, aquellos planes de entrenamiento y programas de educación emocional" que apuestan a promover el bienestar y, en definitiva, aumentan cualquier producción. Todos deberíamos tener derecho a conocer el mar. Todos necesitamos que nos enseñen a apreciarlo, a escuchar (a conciencia plena) las preguntas (y respuestas) que van y vienen en cada ola.

¿Cuán satisfecho estás con la vida que tenés? ¿Cuán dispuesto estás a sentirte más feliz? EL CINE TAMBIÉN BUSCA RESPUESTAS

-Me gusta esta vida que llevamos. ¿No te gusta esta vida? -le pregunta Santiago, el personaje que interpreta Guillermo Francella, a su socio y amigo de más de 30 años.

La respuesta silenciosa de Eugenio provoca lo impensado. Después de tanto tiempo de amistad (casi) incuestionable, de tanto trabajo, esfuerzo, decisiones y logros compartidos, algo desata el conflicto que propone la recientemente estrenada película argentina El misterio de la felicidad.

El debate existencial no sólo gira en torno a la decisión de vender (o no) lo que ambos convirtieron en un gran negocio, sino que el gran interrogante es lo que también le sugiere el personaje de Francella a su socio, casi como un hermano:

-¿Venderías lo que fue tu sueño de toda la vida?

En definitiva, aunque tácita, la pregunta de fondo es: ¿cuál es tu verdadero sueño? ¿Qué estás haciendo para conquistarlo?

En este sentido la nueva película de Daniel Burman es un oportuno disparador existencial.

10 SUGERENCIAS PARA CADA DÍA

- Identificar los verdaderos deseos. Nunca habrá felicidad si se persiguen sueños o proyectos ajenos.

- Ser precisos y concretos sobre los objetivos. Si no se tiene en claro qué es eso que tanto se desea, se perderá tiempo, energía y dinero.

- Sintonizar con las propias emociones. Aprender a tomar conciencia plena de lo que realmente se siente a cada momento. El gran objetivo, siempre: las emociones positivas.

- No olvidar qué da placer y qué gratifica. Se puede elegir entre una vida hedónica (en busca siempre del placer, evitando el dolor) o un enfoque eudemónico (ir en busca de la felicidad en función de la plena realización del propio potencial).

- Sincronizar con los relojes del tiempo. Ni ayer ni mañana; hoy, aquí y ahora. Vivir del pasado es nostalgia; vivir del futuro, ansiedad. Vivir de lo que no logré, angustia (depresión); vivir de lo que voy a lograr , además de estrés y obsesión, genera la pérdida de la oportunidad que se puede tener hoy.

- Mantener costumbres lo más saludables posibles. Cada quien, en la medida de sus posibilidades: ingerir alimentos de calidad con moderación; saborear y disfrutar de lo que tanto gusta, sin culpa, pero en su medida justa; descansar, relajarse, tratar de buscar espacios verdes y con aire puro; hacer ejercicio con regularidad (caminar, aunque más no sea). Premiar el esfuerzo con algo que realmente satisfaga.

- Fundamental promover vínculos saludables. Reunirse con amigos, cuidar las relaciones íntimas, conocer los beneficios que conlleva agradecer, perdonar y saber pedir perdón. Tratar de mantener contacto y preservar las redes familiares. Unirse con gente afín para, además de compartir, no dejar de hacer aquellas cosas que hacen bien (baile, música, deportes). Ser solidarios, revisar costumbres, estilos de pensar, sentir, decir y escuchar (comunicación).

- Buscar el reconocimiento profesional y/o económico en nuestro trabajo. Que el objetivo de éxito sea coherente con el resto de los objetivos y estilo. Si no se tiene el trabajo que a uno le gusta, no dejar de buscar la alternativa. Mientras no aparece, mientras se sigue buscando, sostenerse con los otros socios y compañeros de la felicidad: familia, amigos, actividad física, arte, ocio.

- Cuando uno siente que solo no puede, más allá del apoyo de la familia y amigos, consultar con los profesionales capacitados para ayudar a trabajar sobre trastornos, dolores y limitaciones.

- Pensar más sugerencias, compartirlas, armar grupos, tener proyectos.

Revista La Nacion

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