14/04/2025

El arte de ensoñar: el viaje energético ancestral que practicaban los antiguos chamanes y que transformó la percepción del cuerpo y la energía

Qué es la Tensegridad: una disciplina moderna con raíces chamánicas que busca transformar la percepción humana mediante movimientos corporales precisos.

Qué es la Tensegridad: la fusión entre cuerpo, energía y conciencia que revelaron los chamanes del México antiguo

Hablar de Tensegridad es adentrarse en una tradición milenaria con rostro contemporáneo. Aunque su nombre proviene del campo de la arquitectura, su esencia tiene raíces mucho más profundas: los llamados pases mágicos, desarrollados por chamanes del México antiguo miles de años antes de la llegada de los conquistadores españoles.

El término Tensegridad une dos conceptos clave: tensión e integridad. Esta fusión lingüística sintetiza de forma precisa las fuerzas que componen los movimientos corporales transmitidos por los antiguos videntes mexicanos y que, siglos después, llegarían al mundo moderno a través de los relatos de Carlos Castaneda y sus compañeras de linaje.

Una práctica rescatada del olvido

Fue don Juan Matus, un chamán yaqui, quien inició a Carlos Castaneda, Carol Tiggs, Florinda Donner-Grau y Taisha Abelar en el arte de la percepción energética. Según sus enseñanzas, estos movimientos no eran simples ejercicios físicos, sino un vehículo para alterar y expandir la percepción humana.

Don Juan hablaba de un linaje de videntes del México antiguo que vivieron entre 7.000 y 10.000 años atrás. Estos chamanes no solo buscaban conocimiento, sino también la capacidad de ver la energía directamente tal como fluye en el universo, más allá de las interpretaciones sensoriales cotidianas.

El punto de encaje: donde comienza la magia

Uno de los hallazgos más impactantes de estos antiguos practicantes fue la existencia del llamado punto de encaje. Esta zona de intensa luminosidad, situada aproximadamente un metro detrás de los omóplatos, sería el centro donde se transforma la energía en percepción.

Según los chamanes, los seres humanos no ven el mundo tal cual es, sino que lo interpretan, filtrando el flujo de energía universal a través de ese punto. Lo revolucionario fue descubrir que este punto se puede mover, y que al hacerlo, cambia también la realidad percibida. Lo que para muchos es un sueño extraño, para estos practicantes era el inicio de una exploración consciente de otros mundos.

El arte de ensoñar y los mundos alternos

Así surgió lo que llamaron el arte de ensoñar: una técnica para utilizar los sueños comunes como portales hacia otras realidades. Esta capacidad no era producto de la imaginación, sino el resultado de mover el punto de encaje a posiciones distintas y mantenerlo ahí mediante un acto voluntario.

Cada nueva ubicación de ese punto activaba campos energéticos distintos y, por lo tanto, generaba una experiencia sensorial completamente nueva. Para los antiguos chamanes, esos mundos paralelos eran tan reales como el que habitamos en la vigilia.

De la ensoñación al movimiento consciente

En sus exploraciones, estos videntes constataron que podían reproducir en la vigilia ciertos estados de poder, bienestar y lucidez que vivían durante el sueño, si realizaban movimientos específicos. Así fue como surgieron los pases mágicos: secuencias físicas diseñadas para reorganizar la energía del cuerpo y facilitar estados de conciencia ampliada.

Estas prácticas, que fueron guardadas celosamente por generaciones, se transmitían bajo estrictos rituales y solo a los iniciados del linaje. No se trataba de simples rutinas, sino de actos de poder destinados a transformar la vida del practicante desde lo más profundo.

Tensegridad: el puente entre lo antiguo y lo nuevo

Castaneda y sus compañeras, como herederos del conocimiento de don Juan, tomaron la decisión de liberar estos movimientos del secreto y del ritualismo que los había rodeado. Fue así como nació la Tensegridad: una forma sistematizada y moderna de practicar los pases mágicos, accesible a cualquier persona con la disposición y la energía para explorarlos.

De los brujos toltecas al cuerpo moderno: así es el arte de la Tensegridad

El término no fue elegido al azar. En arquitectura, tensegridad define una estructura que se sostiene por la interacción de elementos en tensión continua y componentes en compresión discontinua, funcionando todos con eficiencia y equilibrio. Esta imagen resulta especialmente adecuada para describir al cuerpo humano como un sistema energético dinámico.

Dos fuerzas que lo sostienen todo: tensión e integridad

Aplicado al cuerpo, el concepto hace referencia a cómo el ser humano puede mantener su equilibrio energético y físico mediante la activación simultánea de fuerzas opuestas y complementarias. Los pases de Tensegridad movilizan tanto músculos como energía, abriendo espacios internos de percepción que estaban inactivos.

Estas secuencias buscan recuperar la atención, romper automatismos y reordenar el flujo energético. A diferencia del ejercicio físico convencional, en la Tensegridad cada movimiento tiene un propósito energético, perceptual y cognitivo.

Una propuesta para despertar el cuerpo energético

Hoy, la Tensegridad no se enseña como una religión ni como una gimnasia esotérica, sino como una herramienta práctica para expandir la conciencia, fortalecer el cuerpo y activar estados internos de claridad y presencia. Muchos de sus practicantes aseguran sentir un aumento en la vitalidad, una mejora en la atención y una conexión más profunda consigo mismos y con su entorno.

El cuerpo como instrumento de conocimiento

Para quienes se acercan por primera vez, puede parecer solo una secuencia de movimientos. Pero detrás de cada gesto hay siglos de experimentación energética, y la convicción de que el cuerpo es mucho más que un conjunto de músculos y huesos: es un mapa energético vivo que puede abrir portales hacia formas distintas de ver el mundo.

Los herederos de una tradición milenaria

Carlos Castaneda y su grupo no buscaron crear un culto, sino compartir una visión. La Tensegridad es, en esencia, la transmisión moderna de un conocimiento ancestral, una práctica viva que conecta a quienes la exploran con un linaje de buscadores de lo invisible, de videntes que aprendieron a ver sin ojos y a entender sin palabras.

Redacción

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