29/07/2019

Cuando la vida se pone en pausa

Vivimos en una época frenética. La velocidad de las cosas, situaciones, opiniones, informaciones y tendencias suele ser abrumadora.

En medio del caos, para muchos es sumamente dificultoso encontrar momentos de calma, de reflexión y de ser uno con nosotros mismos.

Sin embargo, la naturaleza, sabia, se las ingenia para crear momentos de pausa. Instantes en que no importa nada más, y que nos hace fantasear con la posibilidad de que esos segundos, días, semanas, sean eternos.

¿Acaso no sientes así cuando te encuentras con alguien muy especial para ti, y quieres compartir tu vida y tus espacios juntos?

¿Verdad que imaginas un futuro bello, feliz y pleno cuando tienes un click interno que abre un universo de posibilidades de crecimiento y expansión en cualquier aspecto de tu vida?

O cuando tienes una idea genial, que representa exactamente lo que venías buscando desde hace tiempo.

Son breves instantes del ser / no ser, donde parece que todo se paraliza para confabular el universo a tu favor.

Y también hay otros momentos en que la vida nos obliga a ponernos en pausa. O, mejor dicho, podemos elegir ponernos en pausa.

Cuando fallece una persona muy amada, o una mascota que nos acompañó con su lealtad e incondicionalidad, y no encontramos sentido a esa pérdida por más explicaciones, apoyo y recursos que recibimos del afuera.

Cuando perdemos la salud escrita en un diagnóstico desafiante, y no sabemos qué va a suceder.

Cuando la vida nos sacude de tal forma que quedamos aturdidos y perdidos por dentro y por fuera. Como si estuviésemos con los sentidos bloqueados, inhabilitados para poder sentir, evaluar, razonar el curso a tomar.

Cuando alguien nos traiciona, o cuando provocamos dolor, aún sin hacerlo conscientemente.

En estos momentos lo conveniente es aceptar y ponerse en pausa.

Detener toda acción.

Meternos en el iglú de la vida, donde afuera todo es tan tempestuoso y desafiante, y, adentro, el clima es igualmente frío, aunque apenas más reparador.

Hay una vieja receta de las abuelas que dice que una sopa caliente lo cura todo. Quizás sea ese el símbolo de la pausa que debemos aceptar en aquel momento de la vida, y dejarnos estar, permaneciendo presentes. Habitar la tristeza, el desconcierto, el miedo, la incertidumbre, la ausencia, el dolor, la emoción que sea que se presenta. Dejarla estar y simplemente observar.

Muchas veces no somos capaces de aceptar la no acción. Tenemos compromisos y muchas cosas por hacer y cumplir. El afuera demanda respuestas. Socialmente se aprecia a aquellos que están en acción.

Sin embargo, muchas veces lo mejor es ponernos en pausa interior. Navegar en la profundidad del alma, barajar el mazo y dar de nuevo.

Para lograrlo, aquí sugiero algunas ideas que pueden ayudarte:

  1. Practica la no acción diariamente. Así no te sorprende cuando llegue el momento. Haz pausas conscientes. Detén todo tipo de actividad. Silénciate por fuera y por dentro. Estos segundos, a su vez, ayudarán a tu reconexión interna.
  2. Crea espacios de serenidad dentro tuyo. Hay muchas herramientas gratuitas y pagas disponibles; desde meditación, tai-chi, mindfulness, yoga, biodanza, hasta las caminatas en silencio y la observación consciente de los asuntos que pasan por tu mente.
  3. Serena tu entorno. Crea espacios agradables en casa y en tu trabajo. Utiliza aromas que te resulten gratos; pon música suave y que te estimule en tu introspección.
  4. Agradece. El poder de la gratitud es infinito. Te sugiero empezar el día dando gracias por la nueva jornada; tomar unos segundos al mediodía, y también antes de dormir, agradeciendo por lo que has vivido. Pruébalo con continuidad y verás los cambios en tu estado de ánimo, energía, enfoque y conexión con los aspectos bellos de la vida.

Aprendiendo a respetar los tiempos internos, enseñamos también al mundo (y nuestro entorno) que hay espacios sagrados. De a poco, todo empezará a cobrar sentido por más desafiantes que se presenten los momentos. El aprender a estar centrados, luminosos por dentro, motivados y entusiasmados con la vida requiere de un ejercicio cotidiano. Practica hasta convertirte en un maestro, en tu propio guía. En el hacedor de tu destino.

Daniel Colombo
Facilitador y Master Coach Internacional especializado en CEO, alta gerencia y profesionales; conferencista internacional; motivador; autor de 28 libros y comunicador profesional.

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Por Daniel Colombo | @danielcolombopr

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