12/08/2020

Cerebro e intestino: cómo alimentarnos para mantener bien altas nuestras defensas en tiempos de coronavirus

El intestino está interconectado con nuestro cerebro. Por eso, el estado de uno repercute en el estado del otro, y esta interrelación es decisiva si queremos estar sanos y sentirnos bien. Alimentar a la microbiota -el cúmulo de bacterias buenas que la puebla- para mantenerla en equilibrio es la clave para que todo nuestro organismo funcione de manera óptima. ¿Qué debemos comer para que se mantega rica y diversa? Y, ¿qué otros hábitos podemos adquirir si queremos un segundo cerebro que funcione de maravillas?

Hace ya algunos años la ciencia, ese cúmulo de saber que se va construyendo de a retazos y que ofrece certezas necesarias para cuidar nuestra salud, nos sorprendió con un hallazgo impensado: el intestino y el cerebro están interconectados. Es decir, lo que ocurre en el cerebro repercute en el intestino, y viceversa. Así fue cómo el intestino cobró fama como el “segundo cerebro”. Hoy se sabe que si el intestino está sano -y más precisamente si la microbiota está en equilibrio-, entonces eso repercutirá positivamente en el cerebro. Por eso es tan importante saber cómo alimentar al conjunto de bacterias buenas que conviven en el intestino -la microbiota-, porque su buen apetito nos ayudará a sentirnos bien de cuerpo y mente.

“No podemos vivir sin nuestra flora bacteriana. Su equilibrio, por ende, es fundamental y su desequilibrio está asociado a síntomas y enfermedades, no solo del sistema digestivo sino diabetes, enfermedades de la piel y varias enfermedades neurológicas”, afirma el médico gastroenterólogo José Tawil (M.N. 77.766), miembro del equipo médico de Gedyt.

La médica especialista en nutrición Gabriela Fedele (M.N. 124618) coincide con Tawil en que “existen muchos motivos por los cuales es importante tener una microbiota en equilibrio”, y señala los principales:

Alimentos para una microbiota en equilibrio

“La microbiota se caracteriza por su riqueza y diversidad”, asegura Tawil: “La vamos adquiriendo al nacer, llega a su punto clave en la adultez temprana y la vamos perdiendo en la vejez. Esto explica por qué podemos ser más vulnerables en los extremos de la vida”. De ahí la importancia de adoptar estrategias para mantenerla sana, incluso en las etapas más complejas.

En este sentido, la alimentación cumple un rol imprescindible, porque justamente es aquello que le damos de comer a nuestra microbiota lo que la hace rica y diversa, y, por ende, lo que la mantiene en equilibrio.

“La microbiota -que antes conocíamos como flora intestinal- requiere una dieta equilibrada y rica en fibra, que incluya frutas, verduras, legumbres y cereales integrales, además de alimentos fermentados que contengan probióticos, como ciertos tipos de yogures. También es muy importante la ingesta diaria de entre 2.5 y 3 litros de agua por día”, asegura Fedele.

“Dentro de los alimentos tenemos aquellos que alimentan a nuestras bacterias y este grupo de alimentos es conocido como prebióticos. Entre ellos se encuentran especialmente las fibras y frutas (el almidón resistente, el ajo, la cebolla, los alcauciles, las bananas, la miel, el trigo, la avena y otros cereales como la soja, además de las legumbres, los espárragos y el puerro). Por otro lado tambien existen alimentos probióticos, que son bacterias reconocidas por sus efectos favorables en el aparato digestivo como lactobacillos, bifidobacterias, y levaduras, y que combinadas con los prebióticos ofrecen beneficios mayúsculos para la salud. El yogur, por ejemplo, es un alimento seguro y de fácil consumo, y algunos están adicionados con probióticos, con lo cual es una forma de incorporar esas bacterias buenas en nuestra alimentación diaria”, enumera Tawil.

Según Fedele “el yogur cumple un rol esencial en el mantenimiento del equilibrio de la microbiota porque favorece la digestión y absorción de nutrientes, además de ser fuente no solo de proteínas de gran calidad, sino de otros nutrientes esenciales como el calcio. En el caso de que además tenga probióticos, ayudará a una selección saludable de bacterias en la microbiota, y le proveerá mayor diversidad, lo que permitirá combatir y prevenir enfermedades intestinales, fortalecer el sistema inmunológico, disminuir la inflamación y el riesgo de enfermedades crónicas, entre otras”.

Por todo esto, y de acuerdo con Tawil, “es sumamente importante no favorecer el desequilibrio de la microbiota, es decir, no alterar su riqueza y variedad. Para ello es muy importante tomar solo antibióticos y analgésicos cuando están indicados y evitar uso de lavados colónicos si no son necesarios”, detalla Tawil.

A estos cuidados, Fedele agrega algunos hábitos, que, sumados a una buena alimentación, nos aseguran un estado óptimo del intestino y la microbiota: realizar ejercicio físico de manera regular y manejar el estrés realizando actividades placenteras y relajantes como yoga, mindfulness y meditación.

“Tener una microbiota sana nos ofrece la posibilidad de beneficiarnos de sus efectos sobre la salud a nivel neuronal, de la inmunidad, el metabolismo y como barrera protectora”, concluye Fedele. Son tantas las bondades de una microbiota en equilibrio que podríamos equipararla con algo tan potente como el “efecto mariposa”. Perfecta metáfora para reafirmar que el intestino es mucho más que un órgano del sistema digestivo: es nuestro “segundo cerebro” y cumple un rol decisivo en nuestro cuerpo.

Redacción

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