30/01/2015

5 destinos originales para un viaje fuera de serie

Desde la multicultural Sidney pasando por la pintoresca Bangkok, hasta Dubai, donde sosiego y glamour se solapan de un modo enigmático. O quizás, las vertiginosas Hong Kong y Beijing, intensas redes urbanas que combinan costumbres milenarias de Oriente con la adrenalina del siglo XXI. Una selección de propuestas magníficas para viajeros inquietos.

1. Bangkok, la Venecia de Oriente

Entre tradiciones budistas y playas paradisíacas, junto a las fronteras de las enigmáticas Camboya y Laos y como un epicentro de los milenarios encantos que condensa el sudeste asiático, Tailandia propone un cruce magnífico entre las culturas antigua y moderna. Es un destino exótico mágico, sencillamente increíble. Y si se dice "mundo milenario" no es un capricho: el territorio donde hoy se encuentra Tailandia tiene raíces surgidas unos cuatro mil años antes de Cristo. Aún se ven las capas de las distintas ocupaciones que sufrió el país.

La capital, claro, condensa todas las miradas. Algunos viajan exclusivamente a Bangkok y otros sólo se detienen un par de días allí. Pero sin dudas es una parada obligada en el país. El nombre que usan los locales para la ciudad no es Bangkok sino Krung Thep Mahanakhon, "la ciudad de los ángeles". Este dato insipirará el viaje.

Bangkok es considerada la "Venecia del Este" gracias a los canales que dibujan las aguas del río Chao Phraya. El circuito por los atractivos de la ciudad incluye más de cuatrocientos templos budistas. Algunos imanes son el mítico Gran Palacio Real (residencia real hasta mediados del siglo XX) y el Museo Nacional.

Pero ninguna pasada por Bangkok sería valiosa sin tomar contacto con sus encantadores mercados, que increíblemente, son flotantes. Y por supuesto, la comida tailandesa, que hay que degustar: una ecléctica mezcla de dulzura picante que a veces sorprende con un toque de acidez.

2. Al otro lado del globo, Sidney

Totalmente del otro lado del mundo está Sidney, la capital de Australia, ideal para quienes quieran un viaje diferente -sin exotismo- y con el encanto que ofrece una metrópolis magnífica en infraestructura y, en especial, alegre. La ciudad es ideal para caminar, disfrutar del verano (justo ahora), las playas, hacer surf, deleitarse con buena gastronomía y vida nocturna, y conectarse, además, con el peculiar mundo aborigen de los pueblos de Oceanía. Además, no faltan los eventos culturales, un sello de la multiculturalidad australiana.

Hay que decir que estar en una ciudad moderna como es Sidney garantiza una buena estadía para las familias con chicos, que podrán moverse sin obstáculos por la urbe. Los paseos por los Jardines Botánicos Reales, el barrio Chino y el Centennial Park (ideal para un mediodía de picnic) son excelentes opciones gratuitas y bien familiares.

Si se busca cultura en exhibición, el Museo de Arte Contemporáneo es un mojón ineludible. Se suma la Galería de Arte de New South Wales (la provincia donde se halla Sidney), donde hasta el 1 de marzo se podrá ver la muestra "Del pop al popismo". Hay que agregar el gran capítulo que representa a toda Australia: la cultura que viene de los pueblos originarios.

Para tomar contacto con la materia habría que comenzar por el Museo Australiano -hay una sección dedicada a los indígenas- y seguir por el Parque Nacional Bahía Botany (a 16 km de Sidney), en donde distintos memoriales resultan significativos para comprender la historia del país.

Por fin, las playas... La Bondi es la más famosa, pero cualquiera es un placer. Para cerrar el día hay muchas caminatas recomendables por los parques de Sidney, donde la diversidad natural es un sello.

3. La ecléctica y vertiginosa Hong Kong

No puede decirse que estemos en una isla de China sino en lo que se considera una Región Administrativa Especial. Este es un viaje sencillamente alucinante, para ingresar en otro planeta: el mundo del Oriente moderno, voraz, agitado, ensimismado también, donde la sensación de adrenalina y las imágenes de la tradición se ven tremendamente mezcladas. El resultado, la increíble Hong Kong.

Algunos de los imperdibles urbanos son la Torre del Reloj, la "avenida de las estrellas" (donde dejaron sus huellas algunos de los actores más renombrados del cine hongkonés) y, para un atardecer inolvidable, "El pico" (The Peak), el punto más alto de la isla. Ahí se disfrutan vistas magníficas de la ciudad, los rascacielos y también las verdes colinas de fondo y el Puerto Victoria. El templo Wong Tai Sin alberga tres corrientes religiosas en un mismo lugar: taoísmo, budismo y confucianismo. Sí, ideal para apasionados del Feng Shui, pero sin dudas movilizará espiritualmente a cualquiera.

1. Bangkok, la Venecia de Oriente

Entre tradiciones budistas y playas paradisíacas, junto a las fronteras de las enigmáticas Camboya y Laos y como un epicentro de los milenarios encantos que condensa el sudeste asiático, Tailandia propone un cruce magnífico entre las culturas antigua y moderna. Es un destino exótico mágico, sencillamente increíble. Y si se dice "mundo milenario" no es un capricho: el territorio donde hoy se encuentra Tailandia tiene raíces surgidas unos cuatro mil años antes de Cristo. Aún se ven las capas de las distintas ocupaciones que sufrió el país.

La capital, claro, condensa todas las miradas. Algunos viajan exclusivamente a Bangkok y otros sólo se detienen un par de días allí. Pero sin dudas es una parada obligada en el país. El nombre que usan los locales para la ciudad no es Bangkok sino Krung Thep Mahanakhon, "la ciudad de los ángeles". Este dato insipirará el viaje.

Bangkok es considerada la "Venecia del Este" gracias a los canales que dibujan las aguas del río Chao Phraya. El circuito por los atractivos de la ciudad incluye más de cuatrocientos templos budistas. Algunos imanes son el mítico Gran Palacio Real (residencia real hasta mediados del siglo XX) y el Museo Nacional.

Pero ninguna pasada por Bangkok sería valiosa sin tomar contacto con sus encantadores mercados, que increíblemente, son flotantes. Y por supuesto, la comida tailandesa, que hay que degustar: una ecléctica mezcla de dulzura picante que a veces sorprende con un toque de acidez.

2. Al otro lado del globo, Sidney

Totalmente del otro lado del mundo está Sidney, la capital de Australia, ideal para quienes quieran un viaje diferente -sin exotismo- y con el encanto que ofrece una metrópolis magnífica en infraestructura y, en especial, alegre. La ciudad es ideal para caminar, disfrutar del verano (justo ahora), las playas, hacer surf, deleitarse con buena gastronomía y vida nocturna, y conectarse, además, con el peculiar mundo aborigen de los pueblos de Oceanía. Además, no faltan los eventos culturales, un sello de la multiculturalidad australiana.

Hay que decir que estar en una ciudad moderna como es Sidney garantiza una buena estadía para las familias con chicos, que podrán moverse sin obstáculos por la urbe. Los paseos por los Jardines Botánicos Reales, el barrio Chino y el Centennial Park (ideal para un mediodía de picnic) son excelentes opciones gratuitas y bien familiares.

Si se busca cultura en exhibición, el Museo de Arte Contemporáneo es un mojón ineludible. Se suma la Galería de Arte de New South Wales (la provincia donde se halla Sidney), donde hasta el 1 de marzo se podrá ver la muestra "Del pop al popismo". Hay que agregar el gran capítulo que representa a toda Australia: la cultura que viene de los pueblos originarios.

Para tomar contacto con la materia habría que comenzar por el Museo Australiano -hay una sección dedicada a los indígenas- y seguir por el Parque Nacional Bahía Botany (a 16 km de Sidney), en donde distintos memoriales resultan significativos para comprender la historia del país.

Por fin, las playas... La Bondi es la más famosa, pero cualquiera es un placer. Para cerrar el día hay muchas caminatas recomendables por los parques de Sidney, donde la diversidad natural es un sello.

3. La ecléctica y vertiginosa Hong Kong

No puede decirse que estemos en una isla de China sino en lo que se considera una Región Administrativa Especial. Este es un viaje sencillamente alucinante, para ingresar en otro planeta: el mundo del Oriente moderno, voraz, agitado, ensimismado también, donde la sensación de adrenalina y las imágenes de la tradición se ven tremendamente mezcladas. El resultado, la increíble Hong Kong.

Algunos de los imperdibles urbanos son la Torre del Reloj, la "avenida de las estrellas" (donde dejaron sus huellas algunos de los actores más renombrados del cine hongkonés) y, para un atardecer inolvidable, "El pico" (The Peak), el punto más alto de la isla. Ahí se disfrutan vistas magníficas de la ciudad, los rascacielos y también las verdes colinas de fondo y el Puerto Victoria. El templo Wong Tai Sin alberga tres corrientes religiosas en un mismo lugar: taoísmo, budismo y confucianismo. Sí, ideal para apasionados del Feng Shui, pero sin dudas movilizará espiritualmente a cualquiera.

La rápida pasada por Hong Kong debe incluir algunos de sus atractivos mercados. El circuito es inmenso, pero si hubiera que elegir algunos no deberían faltar el de Flores (los bonsáis son el plato fuerte), el Stanley (turístico, pero vale la pena ir), el Temple Street Night's Market (ideal para noctámbulos), el Goldfish (un espectáculo de peces de colores) y el Ladies' Market, recomendable para mujeres que amen el bullicio callejero y se desvivan por las ofertas y los souvenires orientales.

4. Dubai, entre desierto y rascacielos

¿Busca un destino lujoso? Algunos consideran a Dubai (uno de los siete Emiratos Arabes Unidos) una ciudad artificial: es cierto que la vida que surge alrededor de los sectores de alto poder adquisitivo (sin dudas, representados simbólicamente en el glamoroso hotel Burj Al Arab y en el rascacielos Burj Khalifa, el edificio más alto del mundo) contrasta con el costado popular árabe, que antes de que la modernidad pisara fuerte allí vivía en lo que, dicen que era, una simple aldea de pescadores. Pero son estas tensiones las que vuelven a Dubai un lugar fascinante y enigmático, que además se ha transformado (en parte, gracias a la presencia del hub de la prestigiosa aerolínea Emirates) en una parada digna de aprovecharse en muchas conexiones internacionales.

La visita podría incluir estos contrapuntos. Ver, por un lado, toda la parte que atañe al circuito comercial. Es decir, el Dubai Mall, un inmenso shopping ¡con 75 centros comerciales!

Y el costado auténtico: la mezquita Jumeirah, los mercados llenos de especias aromáticas y el Museo de Dubai, que muestra cómo era la vida aquí antes de la gran bisagra: el descubrimiento del petróleo. Otro sitio para sumar es Al Bastakiya, una zona de casas viejas y calles angostas donde se disfrutan galerías, cafés y museos.

Por fin, además de los paseos embarcados y la vida de playa está el desierto, la enigmática sábana junto al Golfo Pérsico, que hasta ahora sólo era palpable en los términos de la imaginación. En Dubai se hace realidad y tiene la forma de un safari con camellos incluidos.

Beijing, ombligo de dinastías milenarias

Tiene más de 20 millones de habitantes y es la capital de la República Popular China, dos datos que resultan bastante contundentes. Quizás algunos quieran seguir diciéndole Pekín; otros le dirán Beijing. Como sea, ciertos íconos definen esta megalópolis bastante más allá del toponímico que se escoja. Es decir, sitios como la plaza de Tian'anmen, la mítica Ciudad Prohibida, la Gran Muralla o esa comida deliciosa que tan común podría resultar en una ciudad como Buenos Aires, pero que estando en China adquiere un sabor y una fuerza superiores.

No puede dejarse de lado el Museo de Historia de China, para arrimarse un poquito, al menos, al complejo relato de conquistas, guerras y dinastías orientales. Se suma, en el plano histórico, la famosa Badaling, una de las secciones más visitadas de la Gran Muralla China, situada a unos 80 kilómetros de Beijing. Parece increíble, pero allí está y puede caminarse, aunque sólo el 30 por ciento de la muralla original siga en pie.

Otro lugar que no habría que perderse afuera de la ciudad es el Palacio de Verano (a 12 kilómetros de Beijing). Ahí, las aguas del lago Kunming -por más artificial que sea- proporcionan una idea del placer que buscaba el emperador Qianlong cuando mandó a construir el lugar en el siglo XVIII.

La plaza de Tian'anmen no dejará nunca de ser el sitio donde se percibe fuertemente el grito popular pro democrático de 1989. Además, la plaza condensa una idea de "la nueva China", en contraste con las tradiciones milenarias.

Estas últimas, en cambio, se vislumbran en la Ciudad Prohibida, del siglo XV, en el centro de la urbe. Basta decir que la Unesco la considera el mayor conjunto de estructuras antiguas fabricadas con madera. Y claro, antes nadie podía entrar ni salir del palacio sin permiso del emperador. Quizás hubiera que esconderse en alguno de los más de trescientos jardines y parques de Beijing. Son los misterios de la China.

Por Irene Hartmann / www.todoviajes.com

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