18/01/2020
10 claves para educar las emociones
Todo lo que vivimos tiene su origen en una emoción, y de su gestión apropiada dependen en gran parte cómo nos sentimos y los resultados que obtenemos.
¿Se pueden educar las emociones?
No hay ningún momento de cada día en que un ser humano esté libre de sentir emociones, aunque no seas consciente de ello ni sepas identificarlas.
Lejos están los tiempos del “prohibido llorar”, “si no aguantas eres débil” y del “tienes que ser optimista”. Las neurociencias han comprobado el valor de la gestión de emociones y cómo nos afectan en todos los planos de la vida.
Muchos hemos sido entrenados para no sentir, como si se tratara de algo negativo o que hubiese que tapar. Hoy, el universo emocional de las personas (y en conjunto, también en las empresas y organizaciones de todo tipo) tiene el protagonismo.
Poco a poco también se empieza a incorporar este aspecto humano en la educación, tan amiga de mover la aguja hacia lo intelectual, porque el éxito de las personas no depende exclusivamente de sus conocimientos, sino de lo que siente, cómo lo interpreta, resignifica y lo expresa en su realidad cotidiana.
Desarrollar competencias emocionales
Las emociones nos acompañan desde que nacemos. Al principio las expresamos llorando, siendo bebés, y luego aprendemos a ponerle palabras. La pregunta esencial es ¿Cómo te sientes? para abrir las posibilidades de respuesta para describir el intrincado espacio interior de cada persona.
En el mundo del desarrollo del talento se llaman “competencias” a las habilidades con que cuenta una persona para desenvolverse en el mundo profesional; podemos aplicarlo también a la vida personal.
Así como de niños se nos enseñó una gran cantidad de información por distintas vías -en la familia de origen, con los compañeros en el infantil y la escuela, en los juegos con amigos-, es posible incorporar de adultos la gestión de las emociones como una de las competencias clave para el mundo laboral actual, donde se buscan personas con un cincuenta por ciento de conocimiento técnico en la materia y el otro cincuenta, con habilidades blandas (soft skills) muy desarrolladas.
Por ejemplo, una persona que en su ámbito de desempeño manifiesta permanentemente ira, enojo, decepción, frustración, tensión y se encierra en sí misma, seguramente tendrá más problemas para llevar adelante sus responsabilidades que otra que coopera, es optimista, comunica sus logros, acepta los desafíos, resuelve problemas, trabaja en equipo y aprende del proceso. Todos estos aspectos se pueden desaprender y volver a aprender al educar las emociones.
Las 10 claves para educar las emociones
Daniel Goleman, el padre de la Inteligencia Emocional, dijo que “En el mejor de los casos, el Coeficiente Intelectual parece aportar tan sólo un 20% de los factores determinantes del éxito”. Por lo que el otro 80% depende de una apropiada gestión de las emociones en todos los campos de la vida.
En esta guía encontrarás herramientas prácticas para empezar a desandar tantos años de ocultamiento de tu mundo emocional, aprender a expresarlo asertivamente y lograr resultados de mayor concordancia entre lo que piensas, sientes y haces:
- Identifica tus emociones. Si fuesen material de un artista plástico, las emociones serían la paleta de pintura de todos los colores posibles. Ante las situaciones de la vida, identifica qué es lo que sientes internamente; ponle un nombre y de esta manera desarrollarás mayor asertividad para expresar lo más apropiado para ti. “¿Cómo se llama esto que siento?”, “¿Cuál sería la emoción opuesta”? y “¿Puedo reconocer esto mismo en alguna otra experiencia de mi vida?” son algunas preguntas para orientarte.
- Pregúntate “¿Cómo me siento?” En vez de agotar el ciclo de auto conocimiento con el típico “me siento mal”, ve más profundo dentro tuyo y hazte otras preguntas que te ayudarán en ese buceo interior: ¿Qué estoy sintiendo en este momento?, ¿En qué lugar físico del cuerpo lo siento?, ¿Cómo influye esto en mis pensamientos? ¿Para qué me sirve esto que siento? Así podrás ir quitando capas de una cebolla al ir paso a paso buceando e incorporando la diversidad y profundidad de respuestas esenciales.
- Siente, en vez de analizar tanto las cosas. Como vimos más arriba, fuimos educados “casi” para no sentir: expresar las emociones era visto como algo raro y fuera de lugar, sobre todo en entornos de trabajo. Hoy las cosas están cambiando y es honesto y necesario animarse a transmitirlas para abrir y dejar espacio para que entren nuevas experiencias.
- Las emociones son, simplemente son. Para categorizarlas y facilitar su comprensión y encuadre las llamamos negativas y positivas; aunque en verdad, el universo emocional “es”, y desde su manifestación con experiencias gratas o desagradables, siempre vienen a enseñar algo. Colocándote en la posición del aprendiz emocional podrás visualizarlas con más claridad y encontrarle el sentido oculto, sobre todo en las emociones durante experiencias desafiantes.
- Equilibra la educación emocional entre las “positivas” y “negativas”. Otro comportamiento heredado que tiene su origen en la reacción ancestral de defensa o huida de los problemas es que las personas tendemos a enfocarnos más en lo negativo que en lo positivo. Se sabe que el 90% del tiempo la gente tiene 90% de pensamientos llamados negativos: imagina la potencia emocional que esto tiene en la vida diaria.
- Habla de emociones con total naturalidad. No esperes los momentos difíciles o desesperados para expresarlas: incorpóralas en tus charlas, en el trabajo, con tus amigos; son una parte tuya, indisoluble. “Me siento -de tal forma-“, “Esto impacta en mí…”, “Estoy percibiendo que…”, “Por debajo de la superficie siento que…” son algunas maneras de ponerles voz.
- Comprender las emociones. Una creencia de infancia y que se puede haber convertido en un paradigma al no cuestionarla, es que si comprendes algo automáticamente se transforma en un comportamiento, algo que harás repetidamente. No funciona así: que puedas ponerle palabras a lo que sientes, entenderlo, no significa que lo transformes en una manifestación de acciones en tu vida. El comprender te servirá para encontrar el sentido, y luego elegirás qué hacer con eso; determinarás si es funcional o no.
- Desarrolla la empatía. Una gran clave de la gestión emocional es la empatía, la habilidad de ponerse en los zapatos de los demás para entender qué le pasa al otro. Es una gran ayuda para salir de tu ombligo del mundo desde donde ves sólo en tu perspectiva, y colocarte en un observador desde la mirada de los demás para tener más información que la del pequeño espectro que se abre cuando actúas desde tu sesgo cognitivo. Te ayudará preguntarte: “¿Qué me pasaría a mi si estuviese en (tal) situación?”, “Ella/Él se siente así por…”, “¿Cuáles serían mis emociones ante una situación parecida?”
- Llevar un diario de emociones. Cuando estamos trabajando en nuestro desarrollo personal puede ser útil que vuelques por escrito lo que vas sintiendo. En este caso te sugiero elaborar una lista diaria de las emociones más frecuentes colocadas en dos columnas que identificaremos con los signos + y -, donde agruparás lo que vas percibiendo e indagando. Podrás hacerlo en algún tiempo de viaje o recapitulando la jornada cuando vas a ir a dormir. Hazlo durante al menos cuatro semanas y observa el resultado en la evolución emocional que surge tan sólo de reconocerlas y anotarlas.
- Haz trabajo interno. Para la gestión emocional será sumamente útil que te embarques en tu auto conocimiento. Meditación, mindfulness, coaching, psicoterapia, rezar, espacios de silencio, respiración, pasar tiempo en la naturaleza, hacer ejercicio físico consciente… Busca la disciplina que mejor se adapte a tu estilo de vida y utilízala como un escalón de aprendizaje de tu mundo emocional.
Daniel Colombo: Facilitador y Máster Coach especializado en CEOs, alta gerencia, profesionales y equipos; comunicador profesional; conferencista internacional; autor de 30 libros. LinkedIn Top Voice América Latina 2019. www.danielcolombo.com
Por Daniel Colombo | @danielcolombopr
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